«Lo tenía olvidado, pero Los Redondos era una gran banda»

En lo que es uno de los fenómenos editoriales del año, el Indio Solari publica su libro de memorias: Recuerdos que mienten un poco (Sudamericana). Los Redondos, Skay, las misas ricoteras, la política, los medios de comunicación, Olavarría, su enfermedad y la muerte, son algunos de sus ejes. Frases y definiciones de una de las mayores figuras de la cultura popular.

  1. «Últimamente anduve curioseando viejos shows y me sorprendí. Yo lo tenía medio olvidado, pero Los Redondos era una gran banda».

La imagen de la portada del libro lo indica. El señor misterioso y de redondeados anteojos negros, ícono del rock nacional, muestra sus ojos. De hecho, es lo único que se muestra en la tapa, a contramano de sus presentaciones y de la imagen que hizo de sí. Un título de revista de domingo podría decir: «Solari se desnuda en sus memorias». Y por ahí viene la cosa, pero lo que a este hombre ambiguo y confuso —como él mismo se define— le interesa mostrar es su visión: «…este libro en particular es apenas mi versión respecto de la vida que me tocó en suerte. Por eso no puede ser interpretado como una verdad unívoca e incontrastable». Así lo deja claro en el prefacio al libro que ya es uno de los fenómenos editoriales del año: Recuerdos que mienten un poco (Sudamericana), las memorias del Indio Solari en formato de conversaciones con el periodista y escritor Marcelo Figueras.

2. «La memoria es lo que uno recuerda, sí, pero al mismo tiempo es lo que uno cree que recuerda, y además lo que dice que recuerda».

Figueras y el Indio mantienen un estrecho vínculo, producto de las primeras crónicas y entrevistas que el periodista realizó a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota durante la década del ochenta (la primera, cuenta Figueras en el libro, fue cuando él trabajaba para La Razón, por entonces dirigida por Jacobo Timerman). Actualmente, Figueras conduce el programa Big Bang en FM La Patriada y el Indio musicaliza bajo el seudónimo «DJ Martini», además de participar vía mensajes y salidas telefónicas. En diciembre de 2014, el ex representante del Indio, Julio Sáez, le envió un correo al escritor en donde decía: «Quiero que sepas que sería del agrado del Indio que vos seas la persona que ayude en su momento a escribir sus memorias…». El libro materializado es producto de dos años de encuentros entre el escritor y el músico en su estudio de Parque Leloir.

«Empecemos por tu padre. ¿Quién era, cómo era?», dispara Figueras en el primer capítulo para dar pie al relato de Solari. A partir de ahí, el cantante se sumerge en sus recuerdos y arrastra a los lectores a sus años de infancia en Paraná, Santa Fe —donde asegura que Evita lo tuvo en brazos— y finalmente, La Plata. Sus padres, su hermano, el colegio, la juventud, los años psicodélicos y su vida como artesano se van hilvanando en la primera parte del libro que está acompañada de fotografías y dibujos del propio Solari.

El Indio, nacido en el ’49, recuerda cómo cambió la vida de su familia luego del golpe del ’55. «Ni las Pascuas se salvaron. No había presupuesto para chocolate, mi vieja pintaba guardas de colores en los huevos de gallina». A lo largo de las 800 páginas de este volumen de memorias, cada etapa de la banda y del compositor es contextualizada en la época y los acontecimientos del país. Solari rememora sobre la dictadura, la guerra de Malvinas, la vuelta de la democracia, los años del menemismo y la crisis del 2001, meses después de la separación de Los Redondos. También se explaya sobre el kirchnerismo y el macrismo. En paralelo y en una suerte de Ping Pong entre el escritor y el cantante, se repasan una a una las canciones de todos los discos, tanto de la etapa de Patricio Rey como de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.

3. «Yo nunca tuve una vocación única y específica. Más bien hice siempre de todo: pintar, dibujar… La definición vino sola por el lado de la oferta, por cómo se fueron dando las alternativas. Y el rock fue lo que empezó a dar dinero para vivir cuando otras alternativas seguían cerradas».

Los Redondos toman impulso a principio de los años ’80, cuando Poli —manager de la banda— regresa con Skay desde Salta y se reencuentran con el Indio en su casa de Valeria del Mar. Por entonces el Indio se dirimía entre el cine (junto al hermano mayor de Skay, el «Negro»), el dibujo y las artesanías. La banda comienza a funcionar rápidamente en el escenario platense y en la Capital con ayuda del «boca en boca». Una de sus banderas desde el comienzo fue la independencia artística, que mantuvieron durante toda su carrera. Casi sin publicidad y sin televisión, pero con buena relación, en los comienzos, con los periodistas de gráfica —el Indio escribía en la revista Cerdos y Peces, creada por Enrique Symns que participaba en las presentaciones de la banda—, Patricio Rey irrumpió en la escena del «rock divertido» como «los raros del momento», acompañando sus shows con una suerte de varieté, en donde participaban bailarinas, monologuistas y performers a los que bautizaron «Los Talentos».

4. «Gran parte de mi público es así porque no tiene opción, desde que se lo condena a vivir en la miseria. Esos pibes no tienen más remedio que aprender a vivir rápido, porque si no, son la leña».

Solari y Patricio Rey no tardaron mucho tiempo en abandonar las salas del underground, llegando a tocar en el Club Atenas de La Plata, Cemento y Obras en diciembre de 1989, luego de la hiperinflación alfonsinista. Para ese entonces, la banda ya había grabado su cuarto disco de estudio: ¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado. Figueras recuerda que es por esos años cuando comienza a darse el quiebre en la relación entre la prensa y Los Redondos, que al mismo tiempo empieza a masificarse y convocar un público «más de cancha». Será sobre todo a partir de los años noventa donde los recitales cobran notoriedad, no por la música sino por los tumultos dentro y fuera de los estadios: «aparecíamos más en la sección policiales que en espectáculos», recuerda Solari. El año 1991 será el de la muerte de Walter Bulacio, que agitará las broncas con la policía y marcará las sucesivas presentaciones ricoteras.

5.»Enfrentarse a la cana es un impulso atávico para los jóvenes, les ofrecía una aventura, en emprendimiento épico».

Entre las presentaciones, los discos grabados y el contexto social, político y cultural del país, Solari avanza en sus memorias dedicando también palabras a los conflictos que se iban metiendo en el triangulo Indio-Poli-Skay. Mirando hacia atrás, el cantante admite que ya en los shows se advertía la disolución del grupo. Los cada vez más frecuentes incidentes en todos los estadios, la prohibición de tocar en Olavarría en 1997, los heridos en los recitales de Racing y River fueron sumando motivos y desánimos. Lo musical también aportó lo suyo con un Indio (que hace poco había sido padre) sintiendo siempre la necesidad de evolucionar y aggiornarse a nuevos sonidos. Sin embargo, la separación del 2001 fue abrupta y sorpresiva (Los Redondos tenían pautado un recital en el estadio de Unión de Santa Fe), tanto para los integrantes como para los seguidores. Solari se explaya sobre este punto, aludiendo a una traición y poniendo el foco en la custodia artística de las grabaciones de los recitales: «cuando yo quemo naves, quemo naves».

6. «Fue una sociedad compositiva que tuvo su génesis en un momento donde nos complementábamos a las mil maravillas: Skay armaba buenas canciones de guitarra, rítmicas y colores, mientras que yo hacía las canciones. El entendimiento era natural desde que participábamos en la misma cultura».

La nueva etapa del Indio, con los Fundamentalistas del Aire Acondicionado a partir de 2004, supuso más libertad para el cantante en las composiciones y en lo musical. A lo largo del libro, haciendo referencia a aspectos distintos, el Indio repite como un mantra la idea de que la libertad trae consigo aparejada la soledad y que él se siente a gusto esa posición.

El miedo a la respuesta en el público, los recitales masivos en el interior del país, los sucesos de Olavarría en 2017, las nuevas dificultades arriba del escenario y el diagnóstico de Parkinson ocupan las últimas páginas de las esperadas memorias del artista, que supone que ya no dará presentaciones en vivo aunque no descarta seguir grabando. Sus próximos pasos pueden volver a rondar el mundo editorial, ya que, como se anuncia en Recuerdos que mienten un poco, proyecta preparar un libro con letras ilustradas por el mismo dibujante que lo acompañó en su primer libro, Escenas del Delito Americano (2017, Sudamericana).

7. «A la hora de irme, me gustaría hacerlo a la manera de Leonard Cohen: levantándome en mitad de una partida de póquer sin llamar la atención, dejando las cartas sobre la mesa, sin interrumpir el juego y con la confianza de que mis compañeros no darán vuelta los naipes para adivinar qué me traía entre manos».

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