En la Ciudad de Larreta, comer en las escuelas es un privilegio

Durante la gestión de Horacio Rodríguez Larreta no sólo ha bajado la calidad de los alimentos que se envían a las escuelas porteñas, sino que además se ha reducido drásticamente la cantidad de raciones. Un estudio revela datos alarmantes sobre la alimentación de niños, niñas y adolescentes.

La crisis económica de nuestro país golpea cada vez más fuerte y las escuelas son uno de los principales lugares donde esto se ve reflejado. Las familias ya no pueden comprar los útiles, el guardapolvo, la mochila, las zapatillas ni la ropa para mandar a sus hijos e hijas a la escuela. A esto se le suma también la enorme dificultad de llevar el plato de comida a la mesa todos los días; por eso los comedores escolares ocupan, ahora más que nunca, un lugar central dentro de la organización familiar. Sin embargo, ha bajado la calidad de la comida y se ha reducido notablemente la cantidad de raciones entregadas por el gobierno porteño a los lugares de estudio.

De 2015 a la fecha, el Gobierno de la Ciudad ha recortado 112 millones de raciones para las escuelas. ¿Se redujo acaso la cantidad de estudiantes en las aulas? Al contrario, son cada vez más los chicos y las chicas que buscan un lugar en la escuela pública, y eso sin contar a miles y miles que quedan fuera del sistema porque el Estado no les otorga una vacante. Frente a este panorama, la comida que llega a las escuelas debe ser dividida en porciones más pequeñas para que alcance para todos y todas. Muches se quedan sin la posibilidad de repetir y otres, si cuentan con la suerte de que su padre o su madre pasen a retirarles, van a comer a sus casas.

En la Ciudad de Buenos Aires se sumaron en el último año 60 mil niños, niñas y adolescentes pobres, y 50 mil de ese total se encuentran en la indigencia. Según los datos publicados por la propia Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad, en los últimos 12 meses se duplicó la cantidad de chicos y chicas en hogares indigentes. Estos indicadores se desprenden del incremento del índice de pobreza: en el segundo semestre de 2015 este dato se ubicaba en el 15,1% y tres años más tarde, en el segundo semestre de 2018, trepó seis puntos, ubicándose en el 21,1%. El 88% de les afectades concurren a la escuela y más de 200 mil asisten a comedores escolares en el distrito porteño.

El Observatorio de la Educación Argentina (ObservAr) y la Fundación Soberanía Alimentaria realizaron un extenso informe titulado «¿Escuelas saludables?» en el que detallan algunos de los puntos ya expuestos y analizan en profundidad los principales problemas alimentarios de niños, niñas y adolescentes de la Ciudad. El recorte desmedido de los últimos años, combinado con el contexto generalizado de ajuste, multiplicaron los indicadores de sobrepeso, obesidad y desnutrición.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) estableció hace cinco años el mejoramiento del entorno escolar con respecto a la nutrición y a la actividad física como una de las líneas estratégicas de su Plan 2014-2019 para la prevención de la obesidad en la niñez y la adolescencia. Con base en diversas pruebas científicas, la OPS se propuso intervenir en las instituciones educativas a fin de modificar los hábitos alimentarios y prevenir el sobrepeso y la obesidad. Para ello se propusieron involucrarse también en la actividad comercial de los kioscos que funcionan dentro de las escuelas, generando campañas de hábitos y consumos saludables, restringiendo la disponibilidad de bebidas azucaradas y productos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional.

Foto: Nicolás Cardello

Pero un buen esquema nutricional debe estar acompañado de un cronograma equilibrado de actividad física. Según la Encuesta Mundial de Salud Escolar de 2012, en Argentina «el 80,2% de las escuelas contaba con al menos un kiosco, el 91,4% de estos kioscos ofrecía productos de bajo valor nutritivo como bebidas azucaradas, golosinas, helados, snacks, galletitas dulces, panchos, etc. En más de la mitad de los kioscos (58,6%) había publicidad de gaseosas. Sólo el 5,6% de las escuelas contaba con bebederos en los patios o dispensers de agua potable gratuita. En relación a la cantidad de clases semanales de Educación Física en la escuela durante el último año escolar, señala que sólo el 25,9% de los adolescentes tuvo 3 o más veces por semana».

Poner especial atención a la comida que se expide en los comedores y kioscos escolares es fundamental, ya que el comer no es un acto en sí mismo, sino que se trata de un aprendizaje constante acerca de normas de conductas y el cuidado de une misme. El desayuno, el almuerzo y el refrigerio son provistos por 21 empresas, 4 cooperadoras, 2 cooperativas de trabajo y 1 asociación civil. «La mala gestión y la falta de control sobre los proveedores ponen en riesgo la salud de niños, niñas y adolescentes porteños», advierten en el informe los organismos.

Sobre esto último en particular, las comunidades educativas vienen alertando desde hace ya varios años. Son incontables los casos de sandwiches con insectos, frutas y fiambre en mal estado, pastel de papa a base de lenteja, el retiro de las paneras de los comedores, entre otros. Con el correr del tiempo, el macrismo ha demostrado que la alimentación de los y las menores no se encuentra entre sus prioridades de gestión. En 2016 la administración de Horacio Rodríguez Larreta retiró de las mesas no sólo las paneras sino también las pastas y los productos industrializados, tales como salchichas y medallón de pollo. Estos alimentos, que representan una importante carga de carbohidratos y nutrientes, fueron eliminados alegando que fomentaban el sobrepeso, y por ello proponían su reemplazo por verduras y frutas, pero pasó el tiempo y el gobierno porteño no cumplió su promesa.

«Estas políticas del Gobierno de la Ciudad tienen su correlato en el ajuste presupuestario. El presupuesto de comedores escolares para el año 2019 es de $3.473 millones, lo cual representa algo más del 6% del total del presupuesto educativo de la Ciudad», detalla el informe.

Organizarse para combatir el hambre

Por todo lo detallado anteriormente, docentes, estudiantes y familias empezaron a organizar merendazos en los distintos distritos escolares para poder alcanzarle a los chicos y las chicas una leche chocolatada, un budín y galletitas, entre otros alimentos. El pasado viernes 21 de junio se concentraron en las calles Venezuela y 24 de Noviembre, en el barrio de Balvanera, para llevar a cabo una nueva actividad y denunciar una vez más las políticas de hambre y miseria del gobierno.

«A muchas escuelas les fueron reduciendo las raciones de acuerdo al presentismo, y si hubo un mes en el que llovió mucho o ocurrieron distintos inconvenientes por los que faltaron varios chicos, las escuelas se vieron afectadas», advierte Irina Garbus, secretaria de Educación Primaria de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE). La docente cuestionó duramente las medidas del Ejecutivo porteño e indicó que las decisiones no fueron arbitrarias: «justo sacaron el pan una semana después de que se triplicó el precio de la harina».

Foto: Nicolás Cardello

De acuerdo a los estudios e investigaciones que pudieron realizar desde el sindicato, notaron que había una diferencia de 5 millones de raciones entre el presupuesto 2018 y el de este año, por lo que aseguran que el recorte fue planificado de antemano. «Intentaron hacer una reducción aún más fuerte con el tema de la inscripción online para la beca alimentaria y eso logramos frenarlo por este año con la lucha de los compañeros y las compañeras docentes», mencionó. Y agregó que «en las escuelas en las que se ha peleado la cantidad de raciones, se han aumentado. Entonces, lo que nosotros recomendamos es pelear siempre por la comida de los pibes».

Pero esto no es todo: en la Legislatura descansa también un proyecto presentado por Lorena Pokoik para garantizar la gratuidad y la universalidad de los comedores escolares. «Allí se plantea que la comida es una condición para la enseñanza; entonces la escuela tiene que brindarles la comida y el chico que quiera comer en su casa debe hacer el trámite, no al revés», explica Garbus. «La comida en la escuela no es un lujo que se le da a algunos, es un derecho que se le da a todos para que puedan estudiar», sintetizó.

Foto: Nicolás Cardello
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