Sin ESI, ¿hay escrache?

La polémica por los escraches en las escuelas crece y, sin embargo, pocas veces se observa un detalle importante: los escraches no existen sino como respuesta a una ausencia de justicia y de asunción de responsabilidades del Estado. Entonces, ¿hay un futuro sin escraches mientras siga sin aplicarse correctamente la ESI?

Fotos: Catalina Distefano

Durante los últimos tres años, después de el resurgimiento de los escraches en formato feminista con las primeras denuncias a Miguel del Pópolo y Cristian Aldana, el decir sobre las violencias pisó fuerte en los discursos en redes, medios y organizaciones políticas. Las pibas pusieron un parate al silencio obligatorio encontrándose y configurando formas de hablar sobre aquello que históricamente había sido velado. La culpa y la vergüenza pasaron del otro lado: los enunciados con nombre y apellido sobre varones violentos comenzaron a marcar límites y mover los márgenes de lo socialmente aceptable.

El decir movilizó a toda nuestra sociedad de distintas maneras. Las Actrices Argentinas hicieron sus conferencias de prensa, las periodistas y escritoras armaron una agrupación y emitieron comunicados, las docentes de la Universidad de Buenos Aires se agruparon y llevaron las demandas al Consejo Directivo. Algunas pibas armaron fanzines, conversatorios, se colgaron carteles al cuello en las marchas. Todas bajo una misma consigna: no nos callamos más, y eso es evidente porque ahora estamos hablando.

Fotos: Catalina Distefano

También llegó a las escuelas. La versión millenial de los escraches es igual de seria e igual de contundente: las violencias dentro de los colegios existen porque el sistema patriarcal nos configura desde antes de nuestro nacimiento. El colegio como lugar de socialización es también una de las matrices que produce las violencias patriarcales. Las pibas en los secundarios, las mismas que llenan las calles de color y juventud feminista, comenzaron a hablar. Armaron cuentas de Instagram, se comunicaron por grupos de Whatsapp, se reunieron por fuera de las aulas y lo decidieron. Ellas tampoco iban a callarse más.

Denunciaron abuso sexual, acoso, manipulación psicólogica; denunciaron machismo y que las tocaran en fiestas. Denunciaron haberse quedado dormidas y haberse despertado sin remera. Las pibas de los colegios denuncian cosas parecidas a las que denuncian las mujeres más grandes, pero con una salvedad: ellas son menores y los varones a los que acusan, en la mayoría de los casos, también. Esto, sin quitarle urgencia a la enunciación de su experiencia, marca una diferencia en cómo son recibidos y abordados los casos en la esfera de la comunidad escolar.

Fotos: Catalina Distefano

Y también falta información. ¿Qué es violencia? ¿Qué es abuso? ¿Es distinto al acoso? ¿Por qué? ¿Alcanza con que me haya sentido violentada para haber sido violentada? ¿Qué sanción espero para el varón que me violentó? Las mismas discusiones que tenemos las mujeres adultas son las que las pibas, casi sin apoyo institucional, están dando en sus espacios en la escuela. El motivo por el cual las respuestas tardan tanto en llegar es el mismo: las instancias institucionales que deberían resolver y atender estas problemáticas no operan como deberían en cada etapa. En las escuelas esa principal matriz es la Educación Sexual Integral. “Yo creo que los escraches surgen de conflictos que las instituciones y lxs adultxs no supieron reconocer y solucionar. Las escuelas secundarias no tienen herramientas para contener la violencia que sufrimos las mujeres y disidencias”, explica Ana, presidenta del Centro de Estudiantes del Pellegrini.

La polémica sobre los escraches en las escuelas tiene muchas vetas. Sin embargo, hay una que podría servir para pensar más allá de la crítica común o la resistencia conservadora a las nuevas modalidades del decir: si los escraches surgen como un síntoma de una ineficiencia estructural del Estado por contener aquellas experiencias, por abarcar esas narrativas y accionar a partir de ellas: ¿no son los escraches en las escuelas también una respuesta a la falta de la correcta aplicación de la ESI? Entre los Lineamientos Curriculares de Educación Sexual Integral aprobados por el Consejo Federal de Educación en 2008 se encuentran algunas claves para responder a la pregunta de por qué la aplicación correcta de la ESI es una respuesta a muchas preguntas sobre cómo abordar las inquietudes y problemáticas de lxs adolescentes. Sin embargo, la ley sancionada en 2006 todavía no se ejecuta correctamente en las escuelas. “La no aplicación de la ESI genera un tabú ante estas vivencias que no son tratadas, y genera que se sigan reproduciendo. Por eso somos nosotrxs lxs que decimos basta y generamos nuestras propias herramientas, sabiendo que hay un sistema que no nos escucha”, suma Ana.

La ESI aportaría, por ejemplo, una mirada crítica sobre las configuraciones de los roles de varones y mujeres; uno de los principales problemas que disparan las violencias intraescuela. El mandato del varón winner y de la piba que levanta, por ejemplo. Pero no se queda ahí. La ESI también habla de educar a lxs pibxs en el respeto mutuo de su intimidad, y en el aprender a decir que no y también escucharlo. No es sólo aprender a poner un forro en una banana: es aprender a abrir la escucha, el principal problema sobre el consentimiento que afecta, incluso, a las generaciones más grandes.

Fotos: Catalina Distefano

Cuando las y los H.I.J.O.S. gritaban a mediados de los 90 que si no había justicia iba a haber escrache, posiblemente no anticiparon que hoy la referencia al escrache sería esta: feminista. Que sería caótica, desordenada, dispersa. Que presentaría críticas, ganas de castigar, que ocuparía paneles a los gritos en la televisión. Que abriría nuevas preguntas sobre la victimización y sobre el punitivismo. La democracia avanzó y con ella las demandas se complejizaron: no alcanza con la ley contra la violencia de género, ni con fiscalías especializadas, ni con un instituto nacional que destina once pesos por mujer al año, ni con un sistema penal que ralentiza todo proceso y va por detrás de cualquier avance de hecho. A las adolescentes tampoco les alcanza con las clases básicas de protección con preservativo o con cartulinas simpáticas.

Fotos: Catalina Distefano

Las adolescentes también merecen respuestas. Si la resistencia a los escraches se funda en que se ha llegado demasiado lejos cuando se instauraron en las escuelas, entonces la salida es una sola: no continuar dejando más generaciones de varones y mujeres sin estas herramientas. Hasta entonces, las y lxs pibxs seguirán esgrimiendo las herramientas que mejor les parezcan para tapar esos baches que el Estado sigue produciendo. Porque ya lo decidieron: son el presente, además del futuro.

Fotos: Catalina Distefano
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Lucia Cholakian Herrera

Comunicación UBA // Periodismo Narrativo UNSAM+Anfibia. Escribe en Vice, Cosecha Roja y Nodal.am // En redes es @queendelqueso