Lucy Patané, retrato de una rockstar

Se autopercibe como baterista, aunque la mayoría la conozca tocando la guitarra y haya subido por primera vez a un escenario con el bajo. Lucy Patané es música y una de las pocas mujeres productoras a tiempo completo en Argentina. Perfil de una rockstar feminista.

No hay mesa del bar La Orquídea en la que Lucy Patané no se haya sentado. Si para cualquiera que pase por el café de Almagro se trata sólo de unas cuantas mesas, para ella significan algo más. “Allá nos separamos con La Cosa Mostra”, señala, “y en aquella otra viví muchos momentos de amor”.

A los cinco años, Lucy comenzó a tocar la batería. Sus pies ni siquiera llegaban al bombo. Hija de músicos que en los ‘70 compartieron la banda Volar, creció rodeada de instrumentos que aprendió a tocar sola. Autodidacta hasta hoy, piensa a la guitarra como una batería que se divide en dos grupos de cuerdas: las tres primeras, el tambor, y las otras tres, el bombo.

Multiinstrumentista, aunque se “autopercibe” baterista y frente a la ironía de que la mayor parte de su público la conoce como guitarrista, la primera vez que tocó en vivo fue con un bajo entre las manos. Tenía apenas nueve años y debutó junto a la banda de su hermana en un estacionamiento de un supermercado en Quilmes, en donde nació y creció. Con esa misma banda llegó a tocar en el Samovar de Rasputín, mítico pub en el corazón de La Boca.

Fotos: Catalina Distefano

Lo recuerda vagamente. Entre el público se encontraban los integrantes del trío Manal, precursores del blues y rock cantados en castellano. “Yo tenía diez años o por ahí, y uno de los de Manal se acercó sin poder creer que yo tocara el bajo, por mi edad. Tiene sentido porque el bajo era más grande que yo, tenía que tocar sentada de hecho, y me acuerdo que el tipo se acercó y abrió su mano y me dijo ‘quiero que pongas tu mano acá’. Recuerdo mi mano chiquita y su mano que era enorme, y haber pensado por primera vez que los dos tocábamos el bajo”.

La primera vez que notó que recibía una mirada diferente a la de sus compañeros varones fue a sus 17 años. Por ese entonces formaba parte de una banda hardcore. “Se me exigía que tocara muy bien para estar ahí. No podía tocar simplemente bien o más o menos, como ocurría con un montón de pibes”.

Una noche, luego de un show, un chico se acercó a felicitarla. “Tocás re bien”, le dijo, “como un chabón”. La frase le quedó marcada. “Me lo dijo sin intención maliciosa, por la actitud que tenía en el escenario. Por esos años, yo tocaba acomodada a las reglas de lo que era ser una piba y tocar música punk entre varones. En ese momento no tenía las herramientas para entenderlo como lo entiendo ahora”.

Fotos: Catalina Distefano

De aquel primer concierto en Quilmes pasaron ya 25 años y una serie de bandas del indie: La Cosa Mostra, Las Taradas, Marina Fages y Chicas de Humo. La ficha de que integraba un grupo de músicas que representaba a la lucha lesbotransfeminista le cayó el día de la media sanción del proyecto de ley por la despenalización del aborto. “Con Las Taradas empezamos a tocar en el Congreso diez años atrás, cuando éramos cincuenta personas bancando el aborto, pero ese día había medio millón de personas. Ver ese cambio me dio mucha alegría por estar sosteniendo las ideas que defendemos, por acompañar algo tan fuerte, pero también me dio mucho miedo”.

Sí, miedo. Detrás del look rockero que le cargó encima el under, Lucy admite que jamás le gustó mostrar su cara en el escenario. Su primer ídolo fue Slash, un guitarrista con un montón de pelo tapándole el rostro. Muchas veces deseó que sus shows se cancelaran. “Es mucha exposición de tu cara y empezás a llegar a personas que no sabés cuál puede ser su intención. Hace poco vi que un tipo le mandó una carta con ácido a Bjork, esto es mucho más pequeño, pero con Las Taradas me sucedió darme cuenta de que estábamos representando y acompañando algo muy grande”.

Haciendo frente a su miedo, decidió que era hora de comenzar su propio proyecto. Pero las decisiones no son su fuerte. La idea de grabar su propio álbum dio vueltas en su cabeza durante dos años. Y quería hacerlo sola. Con la tarea titánica de grabar todos los instrumentos y al mismo tiempo oficiar de técnica de sonido y de productora de sí misma, el proceso fue doblemente duro. “Estaba sola en el estudio hasta la diez de la noche, me costaba conectarme con el disco, no me pasaba nada”.

Fotos: Catalina Distefano

Eso terminó cuando decidió que no iba a seguir ninguna estructura. Así comenzó a enamorarse de su obra y sumó a Tomás Campeone y Juanito El Cantor al equipo de grabación. Producto de todas esas ideas que se venía guardando en sus otros proyectos musicales, “para no invadir o no imponer”, su disco fue una hoja en blanco en la que por primera vez pudo depositar todo lo que le pasaba.

Un corazón roto y una beca de residencia artística que la llevó a viajar por Brasil fueron el coletazo final para que terminara de grabar el álbum. “Honestamente, estaba muy triste. Triste con la vida, con la música… no me estaba pasando nada con nada de lo que hacía, y fue un garrón”. Si se permite el desliz de pensarlo románticamente, su disco le habla de un reenamoramiento: “Conmigo misma y con la vida”. “Cuando se te rompe el corazón, de algún barquito te agarrás”.

Al principio tuvo miedo de que el disco no se entendiera. “Es un disco muy intenso, por momentos, que no responde a ningún modelo externo, no se fija en nada por afuera”. Decidió presentarlo en el Club Progresista, un bar de 1930 en Bernal. Volviendo a su lugar de origen como un gesto político de descentralización, la primera presentación le resultó la más emotiva. “A la gente le gusta no tener que venir siempre a Capital para ver una banda. Volver a donde naciste a presentar tu disco es algo muy romántico. Me encantó ver a un montón de pibas del conurbano haciendo pogo”.

Hasta el día de hoy, lo que más aterra a Lucy es cantar en vivo. “Digo, tu voz es tu voz, es terrorífico, no puede ser más que tu propio ser”. Con el peso de Las Taradas y La Cosa Mostra en los hombros, bandas que integró y de las cuales produjo los discos, sintió que era hora de superarse a sí misma y terminar de salir de su zona de confort.

Las presentaciones en Capital terminaron de confirmarle que todo estaba bien. Después de agotar las dos primeras fechas en el Centro Cultural Richards tuvo que agregar una tercera a pedido del público este jueves 1 de agosto. “La última, no habrá una cuarta”, sentencia. Nuevamente, las entradas están agotadas.

Fotos: Catalina Distefano

Una frase/una palabra con Lucy Patané: 

 

“Pintaré una casa con tus lágrimas y lágrimas”

Mi pecho.

“No hay salida en el cielo ni en el mar”

Horas de sexo.

“Y qué tal si me das tu clavícula para usarla de escarbadientes”

Hambre

“Y aunque no me escuchen yo grito como un animal desde la jaula”

Buen humor

“Si me acerco con mi rifle de cazador que está casado no se asusta ni se aflige” 

No a la monogamia.

Compartí

Comentarios

Alejandra Zani

Es licenciada en Comunicación Social UBA, docente en UNTREF Virtual y Universidad de Moreno. Cofundadora de La Primera Piedra, colabora con Agencia Presentes. Autora de "El cero es un número natural" de Concreto Editorial.
@alejandramzani