«Las grandes cosas siempre se empiezan soñando»

Luciana Martiarena tiene 18 años y juega al fútbol en la Asociación "La Nuestra" de la Villa 31 desde hace 10. En el día de la futbolista, escribe en primera persona unas líneas sobre el fútbol, la sororidad y el feminismo.

Mi nombre es Luciana Martiarena, tengo 18 años y estoy en ‘La Nuestra’ desde que tengo 10. Me gusta la idea de decir que me crié acá, y que cada vez que vengo a entrenar me siento completa, porque éste es mi grupo y el lugar en el que me siento identificada en todo momento.

Empecé a entrenar porque mi hermana, que está hace más tiempo que yo, me incentivó a venir, y, por sobre todo, porque me encantaba ver a las pibas jugar. En su momento no me importaba ser la única nena de 10 años queriendo jugar, porque eso es lo que hace ‘’La nuestra’’: te incluye, no importa quién seas, no importa qué ideales tengas o si jugás bien o no. Creo muchísimo en la sororidad en el grupo, que también está relacionada al cambio de nombre como asociación. Después de repreguntarnos y cuestionarnos diferentes cosas, nos dimos cuenta de que no hacíamos solamente ‘fútbol femenino’, sino que empezamos a hacer lo que aún nos cuesta describir con palabras pero no con acciones: ‘fútbol feminista’.

Fotos: Nicolás Cardello

Si hay algo que destaco de este grupo de chicas, es la lucha que venimos llevando desde siempre. Hace 12 años, pensar la idea de un grupo de pibas que tenían ganas de jugar al fútbol en una de las canchas más importantes de la Villa 31, un lugar donde estereotípicamente está la idea marcada muy fuerte de que la mujer se queda en casa con los chicos, limpiando o haciendo los quehaceres, era casi imposible.

Costó empezar a jugar porque mientras se entrenaba había varios grupos de varones, de cualquier edad, en medio de la cancha o pateando penales. Parecíamos invisibles. Luego de gritar, de hacernos ver, de pedir que se fueran o que nos dejaran jugar y usar la cancha dos horas, dos días a la semana, sentimos que valió la pena. Hoy, con 18 años, sigue habiendo algún grupo de pibes que siempre vienen, aunque siento que ahora nos escuchan más.

Fotos: Nicolás Cardello

Otro punto que destaco, es cómo nos empoderamos todas nosotras. La mayoría empezamos viniendo con miedo, algunas arreglándose para que el marido las dejara jugar, otras para que las mamás aceptaran esta idea de que la hija quería estar en la cancha y no tanto en la casa “como era su deber”. Ahora, vernos a todas, sabiendo que estos “mandatos sociales” son mentira, que vos podés jugar al fútbol, rugby, basket, cualquier deporte que quieras, y que no hay razón alguna para evitarlo. O que las más chicas ahora se paren de frente a situaciones de burlas o de cualquier cosa sabiendo que, mientras sean felices haciendo lo que les gusta, está bien.

Como Asociación, también destaco la idea de que pusimos nuestro granito de arena en la sociedad, porque así como nosotras empezamos a construir todo esto con nuestro entorno y dificultades particulares a nuestro lugar, otro grupo de chicas pueden llegar a hacer lo mismo en el suyo, esto se contagia, se transmite.

Para finalizar, me gustaría contar un sueño: nuestro sueño, el de formar un club, tener el espacio para poder disfrutarlo juntas, más que nada por todo lo que venimos trabajando desde siempre. Ya sé que esto puede sonar como algo utópico, principalmente por todo lo que conlleva, pero me atrevo a decir que las grandes cosas siempre se empiezan soñando.

Fotos: Nicolás Cardello
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