Cuando el macho dispara

Esta semana la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados, dio dictamen al proyecto para restringir el uso de armas de fuego a quienes registran denuncias por violencia de género o violencia intrafamiliar. ¿Se puede analizar la portación de armas de fuego en relación a la teoría feminista?

Esta semana, tras una escabrosa seguidilla de femicidios, la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados, dio dictamen al proyecto para restringir el uso de armas de fuego a quienes registran denuncias por violencia de género o violencia intrafamiliar. El proyecto impulsado por la diputada Vanesa Siley (Frente de Todos) se propone la modificación de dos leyes nacionales: la 20.429 y la 26.485.

«Restringir el acceso cuando el presunto agresor está denunciado por violencia de género es fundamental, pero no iba a alcanzar con un artículo que dijera que no portara armas porque hay algo muy importante que no se está regulando, y que busca regular este dictamen que es la articulación institucional. Con esta ley se estaría haciendo trabajar en conjunto al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, al Ministerio de Seguridad, a los jueces y juezas de la República Argentina y al INAM para que notifiquen al ANMAC cuando tomen conocimiento de cautelares o procesos en curso vinculados a violencia de género”, expresó la abogada mientras se discutía el proyecto en el recinto.

Además Siley aseguró que en el año 2017 -según los registros de la Corte Suprema de Justicia- se cometieron 251 femicidios: de estos, el 30,67% fueron cometidos con armas de fuego y casi el 80% fueron realizados con armas autorizadas por el Estado, es decir, un total de 60 femicidios bajo esta modalidad.

A estos datos se pueden sumar los del Observatorio de las Violencias de Género «Ahora que si nos ven», que indican que un 28% de 235 femicidios registrados hasta el 17 de septiembre fueron realizados con armas de fuego.

¿Por qué es fundamental pensar la relación entre armas de fuego y violencia de género? ¿Se puede analizar la portación de armas de fuego a través de la teoría feminista?

A principios de este mes, el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) lanzó su informe “Cuando el macho dispara”, que analiza la implicación de la portación de armas de fuego en los casos de violencia de género en Argentina. El documento de casi 90 páginas fue realizado en el marco del proyecto “Prevenir las violencias de género con armas de fuego en Argentina”, durante el cual se trabajó con entrevistas a organismos especializados, relevamientos de femicidios en los medios y experiencias de otros países en materia de control de armas de fuego con perspectiva de género.

Según recoge Inecip del informe que realizó en el 2017 Small Arms Surve, hay más de mil millones de armas de fuego en el mundo, de las cuales el 84% están en manos de civiles, un 13,1% en la milicia y un 2,2% en fuerzas de seguridad.

En nuestro país, si bien hay 1.618.877 armas de fuego registradas ante el ANMAC, se estima que el mercado ilegal al menos lo duplica, de modo tal que habría entre 3 y 4 millones de armas de fuego. La gran cantidad de armas de fuego ilegales resulta llamativo, ya que no hay casi fabricación ilegal. “Es difícil imaginar que una fábrica de armas de fuego pueda montarse sin que el Estado la detecte, y la incidencia de las “armas tumberas” es relativamente baja. El mercado ilegal, por lo tanto, se nutre mayormente de desvíos provenientes del mercado legal o de fábricas legales. De allí la importancia de fortalecer las capacidades de la ANMAC y de llevar adelante una política de control del mercado legal de armas de fuego”, explica Julián Alfie, miembro de Inecip y parte de la comisión que redactó el informe.

Históricamente, la portación de armas de fuego tiene una fuerte carga genérica como refuerzo de la idea de poder y protección que encarna la masculinidad hegemónica. Tanto en Argentina como en el mundo, la proporción de varones portadores de armas de fuego es mucho mayor a la de mujeres y feminidades. Tanto que 99 de cada 100 personas que portan armas en nuestro país son varones. “La proliferación de armas de fuego en la sociedad está asociada a la imposición de estereotipos propios de una masculinidad hegemónica. La (errada) idea del arma de fuego como un medio de protección frente a ‘la delincuencia’ está estrechamente vinculada a las representaciones hegemónicas de la masculinidad asociadas al hombre como “proveedor del sustento familiar” y responsable de la “protección del hogar”. Pero ese poder de “proteger” frente a los supuestos peligros del exterior se convierte también en un poder para “dominar” hacia el interior del hogar. En ese sentido, el arma vuelve a ser un vehículo de esa dominación, con el agravante de potenciar los riesgos de lesión y muerte que su presencia implica”, explica Alfie.

Según se desprende del relevamiento de noticias de femicidios del período 2013-2018 en base al Registro de femicidios y homicidios agravados por el género del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, durante ese lapso las armas de fuego fueron el principal método utilizado en los asesinatos, con una proporción del 23% al igual que los acuchillamientos, es decir que casi un cuarto de los femicidios es efectuado con un arma. Cabe subrayar que, del total de femicidios realizados con armas de fuego, 1 de cada 4 atacantes era un miembro de la fuerza de seguridad y en 16% de los casos había una denuncia previa. Además, según los informes de la línea 144 del INAM, el 26% de las denunciantes de violencia de género reportaron que el agresor dispone de un arma de fuego e incluso que habiendo ya una medida de protección vigente, en 6 de cada 10 casos el agresor sigue teniendo acceso a un arma de fuego.

“Las armas de fuego extienden el poder de quien las posee, y eso, en contextos de relaciones asimétricas de poder, con desigualdades y violencias en razón de género, se traduce en diversas formas de victimización, letal o no letal. Si bien las violencias de género se ejercen a través de distintos mecanismos, las armas de fuego conllevan mayores riesgos, ya que son un objeto ideado para matar. De allí la obligación del Estado de controlar sus usos y prevenir sus consecuencias”, agrega Alfie.

Ana Gallardo
Serie Crímenes

Para revertir esta situación, desde Inecip plantean la necesidad de que el Estado cumpla con la ley de creación de la ANMAC (ex-Renar), sancionada hace 4 años pero aún no implementada en su plenitud. Teniendo en cuenta el relevamiento de políticas internacionales, plantean la implementación de tres políticas que han resultado eficaces en otros países y que aún no se han implementado en nuestro país. La primera medida sería restringir el acceso a las armas de fuego -exigiendo una investigación profunda de los antecedentes de quien recibe la licencia -, limitar su uso – regulando las condiciones de guarda y almacenamiento y controlando que las armas reglamentarias de los miembros de las fuerzas de seguridad queden acotadas a su trabajo- e intervenir en casos de violencia de género – sistematizando en las denuncias de violencia de género el uso de armas de fuego en las situaciones-. Este último resulta central, ya que -como explica el informe- si bien la Ley de Protección Integral a las Mujeres establece que durante cualquier etapa del proceso el/la juez/a podrá prohibir al presunto agresor de la compra y tenencia de armas, esta medida es facultativa y depende del criterio de intervención del magistrado.

“La falta de identificación del problema, como en tantos otros casos, responde a una concepción androcéntrica en la producción de conocimiento y en la formulación de políticas públicas. Pese a la avanzada del movimiento feminista, la transversalización de la perspectiva de género sigue siendo en muchas áreas una tarea pendiente. Una primera mirada sobre la violencia con armas de fuego, reducida a una visión meramente cuantitativa sobre cantidad de víctimas fatales, daba como primer resultado que la mayoría de las muertes producidas con armas de fuego eran varones (y jóvenes). Pero superando esas simplificaciones a través de una metodología feminista en el análisis de la información, podemos llegar a la conclusión de que las armas de fuego tienen una incidencia directa sobre las violencias de género”.

Imagen de portada: Ana Gallardo, Serie Crímenes

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios