«La universidad tardó en reconocerse como homolesbotransbiodiante»

Licenciada y doctora en Ciencias de la Educación, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y militante feminista, Graciela Morgade conversó con El Grito del Sur sobre el proyecto de paridad de género presentado en el Consejo Superior y la relación entre la academia y el feminismo.

Graciela Morgade es licenciada y doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires y se desempeña como decana de la Facultad de Filosofía y Letras de dicha universidad desde el año 2013. Reconocida en el movimiento feminista por su ardua militancia en torno a la Educación Sexual Integral (ESI) y destacada también por ser una de las pocas autoridades universitarias que no pertenece al reformismo, fuerza que conduce la UBA desde hace muchísimos años, Morgade recibió a El Grito del Sur en su oficina del segundo piso del edificio ubicado en Puán 480. La decana de Filo habla en esta entrevista del proyecto de paridad presentado en el Consejo Superior por el rector Alberto Barbieri, del Foro «Universidad, Trabajo y Feminismo» que se realiza esta semana, de las violencias en la universidad y de la irrupción del feminismo en la academia.

Foto: Catalina Distefano

«El rector (Alberto) Barbieri está tomando un tema de agenda que los feminismos venimos planteando hace tiempo, que este año inclusive es un estreno en el Congreso porque las listas fueron organizadas a partir de la Ley de Paridad», opina la decana sobre el proyecto presentado hace poco más de una semana en el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, que propone establecer una linea de paridad de género en todos los espacios de Gobierno y representación universitaria. Además, revela que en el último tiempo ella misma venía trabajando junto a decanas y consejeras de distintos colores políticos en un proyecto que impulse esta iniciativa y agrega: «El rector de alguna manera se hace cargo de todos esos antecedentes y propone un proyecto para que definitivamente ya tenga tratamiento oficial en la universidad. Tiene que ver con una demanda y también con una constatación absolutamente empírica de la notable subrepresentación de las mujeres en los órganos de Gobierno en algunas facultades -no en otras- y la muy notable ausencia de mujeres en el Consejo Superior».

Actualmente son sólo 4 las mujeres que se encuentran al frente del decanato de sus facultades: Carolina Mera en la Facultad de Ciencias Sociales, Marcela Edith Gally en Agronomía, Cristina Arranz en Farmacia y Bioquímica y Graciela Morgade en Filosofía y Letras. En las otras nueve facultades de la UBA el decanato está en manos de un hombre, y sólo en dos de ellas hay mujeres en el cargo de vicedecana: Psicología y Veterinaria. Además, de les 15 consejeres que forman parte del Consejo Superior en representación del claustro de profesores (5), graduades (5) y estudiantes (5), apenas dos son mujeres.

De todas formas Morgade va más allá y se anima a esbozar una primera crítica al proyecto presentado en el Consejo Superior: «El límite es que el proyecto que presentó el rector no nombra, no se hace cargo y tampoco considera el debate sobre las identidades disidentes en la conformación de los Gobiernos y la vida universitaria». Al mismo tiempo, plantea la complejidad que existe para abordar este tema de manera institucional debido a trámites burocrático-administrativos que se remiten a la información expresada en el DNI, que no siempre se condice con el género, nombre y/o pronombre con el que se autoperciben las personas. «El gran desafío es qué hacemos para no forzar a las personas no binarias a identificarse, cambiar su DNI, porque estaríamos forzando una especie de ‘salida del closet’ y al mismo tiempo cómo nombrar la existencia, y dejar abierto -en mi opinión-, a que en los considerandos de esa resolución se nombre a la cuestión, se haga la crítica del binarismo de las estadísticas de los documentos, se considere que la igualdad es un camino y que en todo caso la paridad es una especie de escalón, porque la paridad históricamente está pensada entre hombres y mujeres».

Foto: Catalina Distefano

Las docentes y en particular las jóvenes estudiantes universitarias han sido protagonistas de la enorme marea verde que viene avanzando sin pausa llevándose por delante a todo y a todos. Sin embargo, ha transcurrido mucho tiempo para que recién hoy se pueda hablar de este tipo de proyectos en los órganos de Gobierno de la Universidad de Buenos Aires y aún quedan lugares en los que resulta impensable o muy difícil poder abordar estas problemáticas. Consultada sobre este tema, la decana de Filosofía y Letras explica: «Las universidades tardaron en aceptarse como un territorio patriarcal o un territorio de odio a las identidades trans. Nosotras decimos el patriarcado homolesbotransbiodiante y las universidades no se reconocieron desde esa lectura».

«Tardaron porque hay como un espejismo, incluso de muchas mujeres universitarias también. El espejismo de haber llegado se reproduce también en mujeres que están en la carrera científico-tecnológica, el espejismo es ‘si yo llegué es porque no hay limitaciones’ o no sintieron que hubiera limitaciones. Por eso no se trata solamente de que las mujeres lleguen, sino que desarrollen fundamentalmente una conciencia feminista», agrega.

Las problemáticas en la UBA son tan variadas y complejas como en el resto de los ámbitos de nuestra sociedad y transformar esa situación llevará muchísimo tiempo en el que se necesitará de la más amplia coordinación entre los distintos colectivos -tal como viene construyendo el feminismo- de manera interseccional, para poder llevar adelante un cambio cultural que rompa con la matriz patriarcal que está impregnada en el seno de nuestra sociedad. En este sentido la decana Morgade comenta que el martes último se votó un programa de actualización llamado «Universidades y Género. Hacia el diseño de políticas de igualdad». Éste plantea un abordaje integral de los distintos problemas que conviven en el ámbito educativo.

Foto: Catalina Distefano

«No es sólo la paridad, es también la visibilización y lucha contra la violencia, es la crítica epistemológica de los contenidos y los planes de estudio, es la crítica y la incorporación de la dimensión de las políticas de cuidado. Todos estos temas forman parte de la agenda feminista, no es solo la paridad, la paridad es para tener condiciones de trabajo, condiciones de promoción, condiciones académicas que se hagan cargo del protagonismo histórico de las mujeres y las disidencias. Confío en que este es un camino para que haya otra UBA», apunta.

Consultada también sobre la aplicación del Protocolo contra la violencia de género aprobado en el Consejo Superior de la UBA en 2015, cuenta que la aplicación de ésta y otras normativas han tenido grandes limitaciones debido a que la universidad y sus normas no están pensadas en clave de género y carece de políticas diseñadas para atender a estas demandas y urgencias. Al mismo tiempo describe el trabajo que vienen realizando las compañeras de las distintas unidades académicas para sistematizar las experiencias de cada una y repensar los mecanismos de abordaje de las distintas situaciones de violencia en la universidad.

«Empezar a hacer andar un protocolo con estas características tenía un primer nivel, que era que se reconociera que existían los procesos micropolíticos y no tan micropolíticos de violencia. Eso fue un tema que en algunas unidades académicas tenía más aceptación de movida, en otras fue la primera vez que alguien dijo ‘la universidad es un lugar donde hay violencia de género’. La aparición de diferentes denuncias fue lo que hizo que se viera que existían esos procesos», arroja a modo de balance de estos primeros cuatro años en los que las estudiantes e incluso muchas docentes también han denunciado una falta de aplicación del protocolo, así como de una partida presupuestaria acorde a las tareas que deben realizarse a partir del mismo.

Siguiendo en la misma línea, poco a poco Morgade se fue introduciendo en una de las polémicas desatadas hacia dentro del movimiento feminista: la utilización o no de prácticas punitivistas para atender a los casos de violencia que son denunciados. «Estamos más preparadas o preparades para asistir a las personas que de alguna forma fueron las víctimas que para el trabajo con los «ofensores», como los llaman en Uruguay, que son mayoritariamente varones cis», apunta como primera reflexión y sigue: «Una de las primeras respuestas que se tendió a dar fue lo que llamamos punitivismo, que busca simplemente sancionar, pero no tenemos todas las herramientas para sancionar y, en segundo lugar, no puede ser esa la única respuesta en instituciones que además son educativas y donde conviven el derecho a trabajar y el derecho a estudiar».

Foto: Catalina Distefano

De aquí vuelve a desprenderse el debate sobre la necesidad de reeducar a los denunciados o escrachados, y el debate también sobre si ésta debe ser una tarea de las compañeras. Todo esto lleva al tema de la educación y deriva nuevamente en poder pensar la importancia que tiene la aplicación y el dictado de la ESI desde los primeros años de enseñanza. «Mi militancia en torno a la educación sexual integral tiene que ver con pensar en un proyecto cultural que arranca mucho antes (que la universidad) y que tampoco tiene que ver meramente con la cuestión patriarcal y de odio a las identidades trans, también se vincula con un sistema de exclusión económico, capitalista, colonial», explica la doctora en Ciencias de la Educación. «La desigualdad y sus violencias tienen una gran complejidad que nosotras intentamos abordar de manera interdisciplinaria, pero a veces es difícil diferenciar lo patriarcal de lo capitalista en una estructura en donde se está reproduciendo la virilidad violenta», agrega.

Por otro lado, la decana habla también del foro «Universidad, Trabajo y Feminismo» que se desarrollará hoy en la Facultad de Filosofía y Letras y que reunirá por primera vez a docentes, investigadoras, científicas, estudiantes, graduadas y sindicalistas para repensar la forma de construir conocimiento en la universidad desde una perspectiva feminista. A las 17 hs estará el panel de apertura con la presencia de Dora Barrancos, candidata a senadora por el Frente de Todes, Carolina Mera, decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Gabriela Figueroa, secretaria de Política y coordinadora de DDHH de APUBA, Sandra Torlucci, rectora de la UNA y la anfitriona de la casa, Graciela Morgade.

Luego le sucederán distintos paneles en los que habrá representación tanto de los gremios docentes, no docentes y estudiantiles como también colectivos de profesoras y académicas. El objetivo será empezar a trazar un camino de trabajo conjunto que les permita desarrollar próximas actividades e idear iniciativas para transformar la universidad. «Tenemos un horizonte que se aceleró con la presentación del proyecto de paridad en el Rectorado y sería muy bueno que este año pueda salir. Pero no es solo eso; además, los planes de estudio tienen que estar atravesados por la epistemología feminista y por la crítica desde la perspectiva de géneros. Este encuentro es un paso adelante para pensar ya no en las ciencias humanas y sociales, que siempre tendemos a mirar, y para que pensemos qué se está enseñando de economía feminista en Economía, qué se está enseñando en Medicina y en Derecho», sintetiza.

Por último, en relación al casi confirmado cambio de gobierno en la esfera nacional, Graciela Morgade, de reconocido perfil kirchnerista, afirma que la nueva etapa que se viene permite soñar con un proyecto de universidad feminista «pero no solo porque hay un cambio de Gobierno que viene con otros aires y que tiene que ver con una mirada mucho más amplia sobre los derechos, sino porque creo también que hay un movimiento feminista que abonó a este cambio». De esta forma destaca el enorme proceso de politización de la lucha feminista en particular y de la vida cotidiana en general que provocó la marea verde el año pasado al grito unísono de «Aborto Legal Ya». Ésta despertó a miles de personas para ver con otros ojos muchas de las cosas que antes naturalizaban y resignificar aquella frase que plantea que lo personal es político.

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).