«Varón feminista no es una identidad, sino una relación»

En medio del 34º Encuentro en La Plata y en el marco del panel "Nuevas Masculinidades para una Argentina de Todes", hablamos con Lucho Fabbri acerca del rol de los varones en el feminismo, la tarea de deconstruirse y reeducarse, el debate acerca de los aliaddines y el próximo Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales.

El pasado sábado, en medio del 34º Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No Binaries, tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires -más precisamente en el Circuito Cultural JJ- el panel «Nuevas Masculinidades para una Argentina de todes», que reunió a alrededor de 200 militantes varones del Frente de Todos. Allí expusieron Lucas Fauno, periodista y activista LGBTIQ+; Ezequiel Rabines, referente del Frente de Diversidad de La Cámpora y candidato a legislador porteño; y Lucho Fabbri, docente e investigador. Luego del panel de apertura, que contó con la moderación de Lucas Grimson (referente de Nueva Mayoría), los militantes se dividieron en talleres para seguir discutiendo acerca de las tareas de cuidado, la diversidad y la responsabilidad afectiva.

Lucho Fabbri. Foto: Julián Galán

Luciano «Lucho» Fabbri tiene 37 años, nació en Rosario y se autopercibe como un varon cis puto. Es licenciado en Ciencias Políticas, se doctoró en Ciencias Sociales, forma parte del Instituto de Masculinidades y Cambio Social y se desempeña actualmente en el área de género del rectorado de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y como docente de la Facultad de Ciencias Políticas de dicha universidad. En diálogo con El Grito del Sur, Fabbri responde a algunos de los principales interrogantes que rondan las mentes de los varones activistas y militantes por estos tiempos.

Hay un importante debate abierto acerca del lugar que deben ocupar o no los varones en el movimiento feminista. ¿Qué opinás al respecto?

Lo que genera mucho problema -y no uno muy productivo- es pensarlo en términos de ocupar un lugar; eso ya genera una reacción muy defensiva de un montón de compañeras y compañeres, con mucha razón, en el sentido de que ya ocupamos todos los lugares. Lo que sí me parece que hay y que debería haber sobre todo es una responsabilidad, un rol, una tarea de los varones cis respecto a los feminismos y que fundamentalmente tiene que ver -entre todas las tareas posibles- con la más importante que es llevar la mirada feminista a los espacios donde las compañeras no llegan, que son los espacios de socialización masculina. Eso tiene que ver con erosionar y traicionar la complicidad machista en aquellos espacios donde los varones cis se sienten con la licencia o impunidad de ejercer, que adelante de las compañeras saben que ya no pueden sin ningún tipo de costo.

¿Cuál es el rol de los varones en el feminismo?

No creo que los varonces cis tengamos que disputar un lugar, un reconocimiento o una credencial como feministas, sino hacer del feminismo una mirada para problematizar nuestras relaciones y nuestras prácticas. En este sentido planteo que varón feminista no es una identidad, sino una relación.

Foto: Julián Galán

¿Cómo se trabaja esto puertas adentro de las organizaciones? ¿Es mejor trabajarlo de manera mixta o es preferible crear espacios específicamente para varones?

No puedo responder por cómo se trabaja en todas las organizaciones. Conozco algunas experiencias, en muchos casos son experiencias de trabajo solo entre varones. Yo pongo el énfasis un poco en los varones y sobre todo en los varones cis porque creo que no habría que usarlo como sinónimo de masculinidades. Sí creo que hay que generar estrategias de trabajo con varones cis, entre varones cis, para problematizar los efectos y las consecuencias de nuestras prácticas sobre les otres y también para problematizar qué consecuencias tienen sobre nosotres mismes. Y poder ir circunstancialmente construyendo espacios de diálogo intergéneros que no sean revictimizantes para esos otres sujetes, que lleguemos a esos espacios con autocrítica, con voluntad de escucha y con la posibilidad de construir espacios que verdaderamente sean reparatorios de las violencias que ejercemos y no reproductores de esas violencias. Cuando llegamos a los espacios intergéneros sin reflexión crítica y sin una autocrítica previa, en general son revictimizantes para las compañeras porque llegamos negándonos, o resistiéndonos, o relativizando, o menospreciando, o ridiculizando exigiendo que nos expliquen.

Vos marcás una diferencia entre los varones y la masculinidad. ¿Por qué? ¿Qué es la masculinidad?

Después de mucho tiempo de ensayar, criticar y autocricarnos en las formas de plantear estos debates, tanto desde los activismos como desde los campos de investigación yo trabajo -al menos en este momento- con la distinción entre la masculinidad en singular y las masculinidades. La masculinidad en singular no es la masculinidad de uno u otro sujeto, sino una masculinidad como dispositivo de poder, como tecnología, como norma. Es decir, es como un conjunto de discursos y de prácticas que nos socializan a las personas para ser reconocidas socialmente como varones y disponer del tiempo, del cuerpo, de la energía, de la sexualidad de las mujeres y las feminidades, por eso hablo de la masculinidad como un proyecto político extractivista. Por otro lado, hablamos de las masculinidades en plural para referirnos a las expresiones y actuaciones de género de cada individualidad o singularidad que se presenta en el mundo desde la expresión de género de masculinidad y cómo eso se entrecruza con pertenencia de clase, étnico-racial, orientación sexual, generacional, discapacidad, etcétera.

Foto: Julián Galán

¿De qué hablamos entonces cuando se plantea construir nuevas masculinidades?

A mí el concepto de nueva masculinidad o nuevas masculinidades, sea en singular o en plural, no me cierra. Me parece que es un concepto eficaz entre comillas para poder comunicar de manera amplia y masiva que nos referimos a los procesos de crítica de la masculinidad tradicional, dominante, hegemónica y la apertura a otros sentidos y prácticas, pero me parece que el énfasis puesto en la novedad de la masculinidad puede ser como muy lavado, leído o interpretado de una manera superficial y eso puede llevar a la despolitización de este debate. Entonces me parece que está bien nombrarlo así, siempre y cuando lo discutamos y cada vez que se crea un panel, un taller o un espacio donde se lo llama de esta manera aprovechemos para arrancarlo poniendo en discusión el término.

¿De quién es la tarea de reeducar a los varones?

Es una tarea cultural y política. El desafío es enorme, implica no solo trabajar con los varones sino apostar a transformar las estructuras de poder y la organización social, por lo que no es de alguien en particular, es la tarea de todas las instituciones: es la tarea del Estado, es la tarea del sistema educativo, es la tarea del sistema de salud, es una tarea comunitaria, colectiva y de las organizaciones. Entre todos esos actores, quienes no pueden faltar son los varones con la responsabilidad principal de reeducarnos y acompañar a otros en ese proceso. Me parece que, así como no existe un patriarcado sin sujeto, también esos varones tienen que ser sujetos de la transformación de ese problema. También es cierto que la mayoría de los varones que algo hemos empezado a trabajar sobre esto lo hicimos porque hubo compañeras, sobre todo mujeres feministas, que nos han facilitado las herramientas para poder hacerlo. La cuestión es no exigírselo y no delegárselo, sino en todo caso escucharlas y formarnos con todo lo que vienen construyendo para poder replicarlo de alguna forma en los espacios de masculinidades.

¿Cómo se trabaja con aquellos varones que hoy no ven con buenos ojos al feminismo? ¿Cómo se los interpela?

Interpelados están, por eso están enojados, de algún u otro modo están incómodos y desorientados. En todo caso, de lo que se trata es de ver cómo hacemos para que no se vayan del otro lado o para que no reafirmen su lugar desde una política antifeminista. Hay que pensar de manera amplia y estratégica dispositivos de políticas públicas y comunitarias que busquen hacer de esa interpelación y esa incomodidad en la que nos colocan los feminismos algo productivo y políticamente capitalizable para un proyecto liberador y no para ampliar las filas de los fundamentalistas y los antiderechos, ni los sectores conservadores. Ahí la educación sexual integral es una línea estratégica porque el sistema educativo es un lugar por el que pasan la gran mayoría de los varones, pero hay que pensar otras complementarias para aquellos que no pasan por ahí o aquellos que ya pasaron y ya no tienen esa posibilidad.

Foto: Julián Galán

¿Alcanza solamente con políticas públicas o se necesitan medidas complementarias para trabajar en este objetivo?

Tenemos el desafío de pensar la política pública como algo no estrictamente estatal: política pública pueden hacer las organizaciones, los colectivos y sobre todo se tiene que hacer a nivel comunitario porque el Estado sigue siendo un Estado patriarcal y lo va a seguir siendo. No podemos depender de quien esté en el Gobierno para tener una política pública que desde arriba interpele a los varones y las masculinidades, sino que tenemos que poder ir prefigurando desde nuestras organizaciones las herramientas para que cirscunstancialmente el Estado tome y multiplique con los recursos que tiene y que efectivamente no tenemos las organizaciones. Además no hay que ser ingenuos: el Estado siempre va a presentar límites en la radicalidad de su interpelación a las relaciones de poder porque son las relaciones de poder que le permiten seguir siendo un Estado patriarcal con una democracia burguesa, representativa y muy limitada en el marco de un sistema capitalista, racista y colonial.

Hay tanto debate como consumo irónico de memes acerca de los feministos y los aliados. ¿Quién define y quién no a un varón como feminista o como aliado?

Cuando te decía esto de que varon feminista no es identidad sino relación, tiene que ver con intentar limitar y problematizar la búsqueda permanente por traducir nuestras espasmódicas prácticas de transformación en una identidad, en una forma de nominarlo y que se nos reconozca públicamente desde esa identidad, que muchas veces no está acompañada del cambio cotidiano de nuestras prácticas. De algún modo yo comprendo y comparto cuando la crítica, la sospecha, la ironía, el humor y la gastada vienen a señalar esa distancia, es decir, esto que vos estás diciendo que sos no se condice con tu práctica. Genial que estés a favor de la lucha por el derecho al aborto, todo bien con que uses el pañuelo y te pongas el marco de la Campaña en la foto de perfil de Facebook pero el fin de semana pasado me costó un ovario que te pongas el forro. Me parece que las compañeras vienen a señalar justamente eso, la distancia que hay entre las nominaciones y las prácticas.

¿Es esto lo central del debate? ¿Cómo se trabaja este tema con los límites que se presentan cotidianamente en nuestro día a día?

Lo que planteo entonces es inhibir un poco esa necesidad de decretar lo poco que estamos haciendo y focalizarnos en poner nuestras energías en la transformación de nuestras relaciones. Sí creo que como organizaciones, como activistas y como militantes tenemos que pensar cuáles son los efectos de los discursos que reproducimos. Para mí el efecto de la ironización constante sobre la posibilidad de que los varones seamos aliados o feministas es contraproducente, no está alimentando tanto la mirada sobre nuestra práctica cotidiana sino el distanciamiento de los feminismos y eso está de algún modo fortaleciendo en muchos casos que los varones reafirmen que sobre el feminismo no tienen nada que hacer, que es algo con lo que no se tienen que vincular porque genera resistencia en compañeras y en compañeres. Y así como están estos discursos y es cierto, también hay otras compañeras que nos están planteando hace muchísimo tiempo que los varones tenemos que hacernos cargo de la lucha feminista como una lucha que nos compete en términos de transformación de nuestras prácticas, que el feminismo tiene que ser popular, tiene que ser masivo, tiene que ser una propuesta universal en términos de que todos los cuerpos, todas las identidades, todas las subjetividades somos socializadas en el patriarcado y necesitamos de los feminismos para transformar esa socialización y revertirla.

Foto: Julián Galán

Por último, Lucho Fabbri habló sobre el próximo Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales (ELVA), que tendrá su octava edición en Uruguay los días 8, 9 y 10 de noviembre. Fabbri no sólo asistirá como todos los años, sino que se encuentra trabajando en la conformación de una delegación de representantes estudiantiles de la Universidad Nacional de Rosario con la que espera viajar en algunas semanas rumbo al país hermano.

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).