Cómo trabajar en un abordaje antipunitivista de la violencia machista

En respuesta a uno de los grandes interrogantes que atraviesa al feminismo y a los distintos colectivos de masculinidades que trabajan en su deconstrucción, el ELVA propuso un conversatorio para debatir acerca del abordaje no punitivista de las violencias machistas.

Una buena parte del debate acerca de las nuevas masculinidades y el trabajo con varones ronda alrededor de la dicotomía entre el abordaje o el aislamiento de aquellos agresores que son escrachados o incluso denunciados penalmente. El ELVA 2018 fue un primer detonante en un espacio colectivo de varones que -salteándose el programa previsto- se propuso abrir la puerta a la discusión y el intercambio al respecto.

Ignacio Rodríguez es psicoanalista rosarino y fue el encargado de coordinar el conversatorio “Abordajes no punitivistas de la violencia machista: trabajar con agresores”. A partir de tres viñetas clínicas, Rodríguez introdujo distintas variables de intervención con varones denunciados por violencia de género. Su caso es realmente paradigmático: pasó de cuestionarse si atender o no a un agresor -en la primera consulta que tuvo con uno de éstos- a proponerle a la Municipalidad de Rosario la creación de dispositivos grupales que tiendan a abordar este tipo de casos.

Los desafíos en este espacio son un montón, ya que se parte de la base de trabajar con personas que son obligadas en lugar de elegir la asistencia a esos espacios. “El desafío es convertir el mandato en una demanda del sujeto”, dice. Las primeras reacciones y respuestas que surgen a partir de esto -relata- están signadas por el enojo, la bronca con la persona que denuncia y distintas expresiones que siguen reflejando la violencia machista que los llevó hasta ese lugar.

Es importante poder reconocer la violencia que reproducimos incluso en situaciones que no están vinculadas a la violencia de género. F, por ejemplo, a partir de la marca de su hijo sobre sus actitudes cuando iba a jugar al fútbol con sus amigos, pudo reconocer toda una serie de acciones sistemáticas que responden a un mismo patrón de violencia. Por eso resulta fundamental transformar los actos en palabras y rever nuestro accionar cotidiano. Dialogando con uno, dialogando con otres.

¿Cómo se pasa de la culpabilidad a la responsabilidad? ¿De qué sirve separar a los denunciados si no se hace un trabajo con esas personas? ¿Por qué elegimos pensar dispositivos asistenciales en lugar de diseñar políticas públicas preventivas? ¿Hay lugar para pensarse también cómo varón oprimido en algún punto? ¿Qué entendemos por punitivismo? ¿Quién ocupa el lugar de lo no punitivo? Son algunos de los interrogantes que fueron surgiendo a medida que avanzaba el conversatorio.

Muches de les presentes son militantes políticos o activistas de distintos espacios y sus principales dudas rondaron en torno al tratamiento de las denuncias y escraches sobre las situaciones de violencia que conviven dentro de las organizaciones. Preguntas acerca de los protocolos, críticas a los protocolos. ¿Para qué sirven? ¿Cómo son elaborados? ¿Están diseñados para cuidar a los denunciados, a las denunciantes o a la organización? ¿Cómo se rompe con la idea de “someterse” al protocolo?

La importancia que cobran los tiempos de abordaje y resolución de estas situaciones, independientemente del ámbito en que sucedan, compite con la justificación de la violencia, con un Estado ausente y un Poder Judicial que no investiga o tarda meses en realizarlo, llegando incluso en algunos casos a judicializar a las víctimas.

No hay recetas mágicas ni una fórmula universal que sirva para tratar los distintos casos que se nos presentan cotidianamente, pero sí algunas recomendaciones útiles para tener en cuenta y poder tener un mejor tratamiento. Entender la diferencia entre la complicidad y el acompañamiento, romper con el mandato de la masculinidad hegemónica, repensar y desarmar los círculos de varones en los que nos movemos, problematizar las identidades, conocer y conocerse, salir un poco del tradicional esquema de asado y fútbol con amigos para dar lugar al intercambio y la charla sincera sobre los problemas, emociones y sentimientos de cada une.

El camino aún se está trazando, con mejores y peores esbozos de cómo debiera ser, pero con la convicción de que sólo involucrándose y asumiendo el rol que como varones les toca podrán construirlo, moldearlo y perfeccionarlo.

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