La violencia contra los cuerpos disidentes en Chile

Un informe realizado por grupos y activistas feministas relevó las violencias de las Fuerzas Armadas chilenas sobre las identidades disidentes antes, durante y después del estado de emergencia que dictó el gobierno de Sebastián Piñera.

Un informe realizado por activistas, académicxs, organizaciones lésbicas, trans y feministas antirracistas chilenas relevó los casos de violencias hacia los cuerpos disidentes ejercidas pre, durante y post estado de emergencia del gobierno de Sebastián Piñera. El trabajo fue realizado mediante el método de muestreo “bola de nieve” a partir de la recopilación de datos en los medios de prensa y redes sociales, organizaciones de la sociedad civil, centros culturales y los relatos que compartieron en primera persona lxs propixs afectadxs.

El relevamiento explica en primer lugar que la violencia hacia los cuerpos disidentes comenzó antes del estado de emergencia, cuando -como forma de reclamo ante el aumento de las tarifas- lxs estudiantes evadieron el pago del boleto de metro. Fue en ese momento cuando dos mujeres lesbianas de 21 y 22 años fueron violentamente agredidas en Santiago, luego de que un hombre les realizara insinuaciones sexuales. La situación empeoró con el estado de emergencia y el toque de queda, que dio piedra libre para que los sectores armados de la seguridad del Estado desaten su odio fundamentalista, sexista, lesbotranshomofóbico, racista y clasista.

“La intención de difundir este reporte es aportar a la visibilidad y denuncia de estos hechos, sobre todo por la subordinación al imaginario heterosexual que poseen los datos existentes en torno a violencia en contextos de conflicto social”, explica el informe. Lxs activistas que lo realizaron también resaltan que, aunque las Fuerzas Armadas hablaron de casos aislados, la violencia contra las identidades disidentes se trata de un accionar colectivo histórico en Chile.

Foto: Ariel Olivares

El trabajo caracteriza una serie de violencias específicas que fueron perpetradas por las fuerzas de seguridad sobre los cuerpos e identidades disidentes: violencia selectiva -es decir que, en una manifestación masiva las fuerzas de seguridad se concentraron en lxs cuerpxs disidentes-; mención de un género que no corresponde; actos de humillación física y verbal que aluden a la orientación sexual e identidad de género; golpes excesivos justificados por su orientación sexual e identidad de género; amenazas que involucran violaciones con tintes correctivos y muerte por la orientación sexual o identidad de género; imposición de desnudarse frente a sus agresorxs; tortura sexual que incluye extorsiones, obligación a realizar actos sexuales; penetraciones con objetos y violaciones, entre otros. 

Realizado por cinco organizaciones con la colaboración de ABOFEM, el escrito describe 16 casos de situaciones violentas hacia disidencias sexuales. Entre éstos hay personas que recibieron perdigones en su cuerpo por llevar la bandera LGTB en una manifestación, lesbianas y trans abusadas por “pacos” y amenazas escritas con aerosol sobre los muros de un centro cultural queer. Sin embargo, se sabe que hay muchas más situaciones similares. Según quienes confeccionaron el relevamiento, por lo menos hay cinco casos más que ya se conocen y no llegaron a ser publicados porque no hubo autorización o seguimiento de los casos.

“Que los insultos anti-disidentes sexuales se hayan emitidos en todas las detenciones y golpizas, expone cómo las conductas lesbotranshomofóbicas son parte de una práctica transversal al interior de estos organismos (fuerzas de seguridad). De esta forma, la violencia aparece como una conducta naturalizada y, por lo mismo, validada colectivamente. Argumenta a favor que en todos los hechos de violencia no existe un accionar individual”, se lee.

Foto: Ariel Olivares

En todos los casos las personas afectadas no superan los 35 años y la mayoría no son de clases acomodadas: predominan los sectores más precarizados de la sociedad, residentes en comunas periféricas de la capital.

La naturalización e invisibilización de la violencia hacia las disidencias impide ver que, si bien las fuerzas de seguridad chilenas arremetieron contra la sociedad, en el caso de las identidades forjadas por una historia de discriminación y prejuicio ésta afecta de otra manera.

“Muchos de estos casos seguirán circulando por vías no formales y muchos otros no serán denunciados de ninguna manera por lo que nunca serán visibilizados, tal como ocurrió en la dictadura de Pinochet”, dicen quienes recalcan que las violencias hacia las disidencias tienen una matríz histórica en el país limítrofe.

Además recalcan la importancia de tener en cuenta la interseccionalidad de clase y las diferencias de posibilidades del acceso al trabajo según cada identidad. “Basta pensar en las consecuencias de la violencia que afecta a una travesti trabajadora sexual y que en toque de queda no alcanzó a llegar a casa, de la que afecta a un gay de clase media que participa de una manifestación. Es un proceso selectivo de violencia, sin duda, en que las causas y consecuencias de estos actos nunca atenidos a derecho, son distintas. Nos importa indicarlo, pues los procesos de visibilización, reparación y justicia lo demandan”.

Si bien en Chile existe la Ley Zamudio, normativa que establece medidas antidiscriminación, para que ésta pueda ser aplicada el hecho de violencia debe ocurrir, facilitando que no exista ninguna inversión en la prevención de la violencia. En la situación que atravesó Chile durante las últimas semanas es fundamental entender que, cuando la democracia pende de un hilo, la posibilidad de ampararse en la regulación estatal parece casi utópica. Además, estas herramientas legales simplifican la intersección de raza, clase y nacionalidad de las violencias, explicada previamente.

Foto: Ariel Olivares

Finalmente el informe subraya la necesidad de romper el silencio ante la especificidad de las violencias y la importancia de actuar en red para dar otras herramientas a aquellas personas que ni siquiera pueden hacer una denuncia. Para estos grupos feministas, Chile es la panacea del neoliberalismo latinoamericano y entienden que la única manera de romper la hegemonía es pensarse en coalición.

“La homonormatividad y el homonacionalismo, basados en la coherencia que identidades de diversidad sexual establecen con el régimen obligatorio de la heterosexualidad, así como con los imaginarios del Estado/Nación, excluyen la multiplicidad que las personas travestis, lesbianas, gays precarizadxs, representan y que habitan en el cruce de las experiencias que fusionan su género, raza y clase. Estas personas son cuerpxs que aún no importan, lo que contribuye a que acciones completamente desatendidas del Estado de Derecho, que los gobiernos dicen defender, sean naturalizadas, precedan los actos que en este reporte han sido denunciados”, concluyen.

Foto: Ariel Olivares
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