«La clave estará en cómo replegar el avance de las tecnologías de vigilancia»

Docente, investigadora, integrante de la Fundación Vía Libre y magister en Propiedad Intelectual, Beatriz Busaniche habla sobre ciberpatrullaje, sexo virtual y tecnologías de control social. "Lamentablemente, esta gestión ha optado por mantener el ciberpatrullaje a pesar de las advertencias que hemos hecho desde los organismos de Derechos Humanos", explica.

La pandemia de COVID-19 trajo a escena nuevamente los debates sobre tecnología, políticas públicas y vigilancia social. Estos elementos pusieron sobre la mesa el problema de la libertad, el rol del Estado y el control social. Mientras China diseña un complejo sistema de control de la pandemia a través de la geolocalización y el cruce de datos entre instituciones estatales y fuerzas de seguridad, en Argentina emerge el tema del ciberpatrullaje, el control del uso de datos y el sexo virtual. Por ello, desde El Grito del Sur nos comunicamos con la docente Beatriz Busaniche -integrante de la Fundación Vía Libre y magister en Propiedad Intelectual- para indagar a fondo en algunos de estos temas.

¿Qué pasa con la utilización de datos personales para ejecutar políticas públicas de salud, como sucede en China?

Acá hay una cuestión que es importante destacar y es que siempre a lo largo de la epidemiología moderna se realizaron controles y seguimiento, lo que se llama «vigilancia epidemiológica». Esto ha ocurrido en las epidemias de cólera, de VIH, y cuando se hace control epidemiológico la vigilancia es parte de las estrategias para frenar las cadenas de contagio. El «contact tracing» es un elemento fundamental para reconstruir las cadenas de contagio y poder contener la diseminación de una epidemia o pandemia. El tema es cuando estos datos dejan de cumplir la función para la cual han sido recolectados o las tecnologías que se implementan cumplen funciones diferentes de aquellas para las que fueron diseñadas. Shoshana Zuboff es una académica que trabaja estos temas y dice que toda tecnología que pueda ser usada para la vigilancia será, más tarde o más temprano, utilizada para la vigilancia. El punto es que China ya tenía un dispositivo de vigilancia muy invasivo de su ciudadanía, con los sistemas de crédito social, de reconocimiento facial, de control sobre las distintas plataformas y medios sociales. El punto tiene que ver con cómo vamos a lidiar las sociedades democráticas con la instalación de este tipo de tecnologías en una coyuntura como ésta y cómo vamos a hacer para replegar el despliegue de estas tecnologías invasivas. Me parece que ahí está la clave del futuro post pandemia.

«La pandemia terminará, pero estas formas policiales de vinculación con el otro quedarán»

¿Cómo opera el ciberpatrullaje en tanto dispositivo de control social?

El ciberpatrullaje es un dispositivo de control social que opera como toda norma de vigilancia: reduciendo los espacios de la esfera pública, limitando las capacidades en términos de libertad de expresión. ¿Por qué? Porque opera algo que es la autocensura: cuando uno se sabe vigilado se autocensura, y esto está documentado en múltiples estudios desde Foucault hacia delante, con datos y análisis pero también con estudios filosóficos. El control social y la vigilancia son dos elementos centrales de las sociedades de control. El ciberpatrullaje opera porque no sabemos quién nos vigila, dónde está y en qué momento estamos siendo vigilados. Eso contribuye a una normalización de las pautas de conducta y, en relación a la libertad de expresión, contribuye a la autocensura. Es un dispositivo más de control social y lamentablemente esta gestión ha optado por mantenerlo a pesar de las advertencias que hemos hecho desde los organismos de Derechos Humanos.

¿Qué opinión te merecen las recomendaciones oficiales en torno al cibersexo?

Hay varias cuestiones vinculadas con las relaciones humanas online. El sexo virtual, la intimidad virtual, la posibilidad de construir relaciones remotas es parte de lo que ocurre desde que empezamos a utilizar internet hace dos décadas. Ocurre, ocurrió y seguirá ocurriendo. Es parte de las relaciones humanas y, como parte de ellas, lo que debe primar es la libertad, la autonomía y la decisión de cada uno o cada una sobre su propio cuerpo e intimidad. Por supuesto, siempre con los recaudos de que las personas que estén del otro lado lo hagan por propia voluntad, siendo mayores de edad y en condiciones de tomar la decisión de estar allí.

En este sentido, ¿qué sucede con la vulnerabilidad de las plataformas utilizadas en cuarentena? (Zoom, Jitsi)

Otra es la historia cuando hablamos de la vulnerabilidad de las plataformas que estamos utilizando. Una plataforma como Zoom, de probada vulnerabilidad, de probada flaqueza en términos de seguridad, se convierte en un lugar donde ocurren cosas como la que ocurrió hace poco con una clase virtual de la Universidad de Flores, donde alguien mechó en la clase imágenes muy perversas de abuso contra la integridad sexual de una niña. Cuando uno expone su intimidad en una plataforma online, tiene que entender que es muy diferente de exponerla en la intimidad de un lugar físico. Cuando se digitaliza algo, se pierden ciertos grados de control sobre eso. La posibilidad de que sea reenviado, compartido o vulnerado por alguien que puede entrar en nuestros dispositivos, es uno de los múltiples riesgos que en el mundo analógico no corremos y que hay que considerar dentro de los riesgos a la intimidad. Por lo tanto, hay que empezar a tomar recaudos: primero, construir relaciones de confianza con quien está del otro lado. Dialogar, fijar pautas, qué se puede compartir, con quién y con quién no. Tomar algunos resguardos: si no tenemos confianza con la otra persona pero igual queremos aventurarnos a una relación, evitar que se vea nuestro rostro, jugar con disfraces o formas de esconder nuestra identidad. Más aún en un momento como éste, en el que hay que cuidar y ensanchar los grados de libertad sin poner en riesgo la salud pública y la integridad emocional de las personas involucradas.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.