Una olla para cinco mil personas

En la sede de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) en pleno barrio de Constitución, miles de personas reciben todos los días un plato de comida. Cartoneros y militantes también facilitan trámites y brindan apoyo a las personas más golpeadas por la crisis de la pandemia.

Fotos: Oswald Ramos

Gente en situación de calle, personas con consumos problemáticos, migrantes, vendedores ambulantes, cartoneros y laburantes de la economía popular. Todos los días, incluso antes del aislamiento social y obligatorio decretado por la pandemia del coronavirus, miles de personas se acercan a la sede nacional de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), ubicada en el barrio de Constitución, para recibir un plato de comida. Ahora, al calor de la crisis, la olla popular de la calle Pedro Echague se convirtió, más que nunca, en un sostén imprescindible para la vida de muchas familias que se quedaron sin trabajo e inclusive sin acceso al alimento.

Constitución. Viernes al mediodía. Viniendo desde la Avenida San Juan con dirección a la estación de trenes es necesario atravesar el bajo autopista que divide el barrio en dos mitades. Herencia de la dictadura cívico-militar, fue el interventor de facto, Osvaldo Cacciatore, quien decidió proyectar siete autopistas urbanas en la Ciudad de Buenos Aires, de las cuales solamente una llegó a concretarse. Lo que fuera el sueño urbanístico del interventor militar es hoy el techo de cientos de personas sin hogar que encuentran refugio por las noches debajo del hormigón de la 25 de Mayo. Sobre la calle Santiago del Estero, cuatro muchachos se agolpan en tres colchones. En las manos tienen bandejas plásticas con un guiso humeante. Estamos a siete cuadras de la UTEP, pero el impacto de la olla trasciende fronteras.

En tiempos de pandemia, Constitución ofrece un paisaje atípico. La tradicional bulla urbana, el mercado popular a cielo abierto, las trabajadoras sexuales de las esquinas, el ruido y el ajetreo, se replegaron para dar lugar a un barrio más tranquilo pero igual de popular. Las calles cercanas a la estación están casi vacías. Sin embargo, a medida que nos acercamos a la sede de la UTEP, la tranquilidad se transforma en movimiento. Sobre Pedro Echague, en los trasfondos de la estación de Constitución, unas 80 personas se reúnen esperando su plato de comida. En su mayoría son varones de todas las edades, pero también hay mujeres con hijes en brazos, esperando por la ración de guiso del día.

Fotos: Oswald Ramos

Fila ordenada desde la puerta. Grupos de a tres o cuatro personas. Todas con su barbijo reglamentario, la gran mayoría con el mismo tapaboca corrido al cuello. Se escuchan risas. Un pastor vocifera en voz alta sobre las bondades del camino de la fe. Claudio, de unos 60 años, espera sentado su turno. No es del barrio ni viene siempre, pero esta vez tuvo que llegar hasta la Ciudad para terminar una diligencia y decidió pedir un plato de comida en UTEP. Como Claudio, son entre 4 y 5 mil las personas que se acercan a diario para comer de las ollas que pone la militancia popular en el barrio de Constitución. Afuera, la espera se mata entre paciencia y risas, saludos a los gritos, chicanas y algún intercambio de puchos.

Puertas adentro manda Sergio. Sergio Sánchez es presidente de la Federación de Cartoneros, referente del Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE) y el encargado de sostener la olla popular. Mientras habla, fuma un cigarrillo con las dificultades que supone la máscara de plástico transparente que le cubre el rostro. «Los que trabajamos en este lugar somos un promedio de 30 cartoneros y unos 7 u 8 militantes que vienen a ayudar a sostener este sistema», comenta. El comedor que organiza el MTE en la sede de la UTEP funciona los lunes, miércoles y viernes desde el mediodía hasta las seis de la tarde. Los jueves se trasladan a Congreso y el resto de los días acercan viandas a gente en situación de calle, a hombres y mujeres que viven debajo de la autopista.

Sánchez comenta que no solamente se entrega comida sino que «también tratamos de ayudar en la vida social de las personas que se acercan». Esto implica facilitar una computadora o un celular para el trámite del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), asesoría a la gente en situación de calle o simplemente poner a disposición algunas de las herramientas sanitarias que tiene la Mutual de la UTEP. «Hay muchos vendedores que vienen ahora y que antes tenían una changa y se la rebuscaban. Cada vez es más difícil para la gente que viene acá conseguir un plato de comida. Muchos perdieron el poco trabajo que tenían y esto es un problema y, por más que se levante hoy la cuarentena, va a seguir estando. Vamos a tener mucha gente comiendo en las ollas populares», anticipa Sergio.

Fotos: Oswald Ramos

Mucho se ha escuchado en la narrativa oficial sobre la importancia del Estado. La paliza argumentativa a los liberales es total: los principales empresarios que antes despotricaban contra el Estado ahora mendigan subsidios para poder pagar salarios. Pero poco se ha oído en la comunicación gubernamental sobre el rol de la militancia: miles de personas que salen a diario a poner el cuerpo para sostener ollas populares, resolver las necesidades esenciales de los barrios y sostener el tejido comunitario en los lugares donde el Estado aún no llega como debiera. «Este país sin militancia sería imposible. No funcionaría. Por eso yo soy tan autocrítico porque los militantes tenemos que saber que lo que estamos pisando es tierra», concluye Sergio.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.