Besos por celular

La cuarentena cambió nuestra forma de vincularnos y nos enfrentó a la pantalla como único medio de acercamiento. Durante el aislamiento, y después de semanas hablando de sexting y nudes, aparecieron las citas virtuales, que cada vez tienen más adeptes. ¿Se puede empezar una relación a través de internet? ¿Cómo será trasladar a la realidad esa no ficción del encierro? ¿Volveremos a aceptar besos y abrazos de parejas ocasionales sin sentirnos vulnerables?

Ponerse perfume, usar aros, maquillarse, afeitarse, usar camisa: esos hábitos desterrados durante la cuarentena -que nos abre el privilegio (o no) de nunca despegarnos las pantuflas de los pies-, reaparecen frente a la posibilidad de tener una cita online. Si bien obviamente las citas virtuales no son iguales a las presenciales, en las dos hay una búsqueda de compañía, conexión y acercamiento, además de -muchas veces- un deseo sexual. En este momento de lejanía y paranoia esas necesidades se acentúan aún más, por lo cual los encuentros online funcionan como un intento de burlar las distancias, como si se pudieran derribar las cientos de miles de puertas (todas cerradas) que nos separan a unos de los otros, como si el aislamiento no fuera una temporalidad que se dilata cada vez más postergando la posibilidad del encuentro. Así surgen dudas sobre las cuales ya está corriendo mucha tinta:  ¿Cómo vamos a reinventar nuestras lógicas amatorias luego de un presente casi apocalíptico? ¿Qué rol juega Internet en la manera de conocernos actualmente? ¿Qué implica conocerse online? ¿Cómo será trasladar a lo físico esa no ficción que es la virtualidad?

Catalina Distéfano

M. tiene 26 años; durante la cuarentena por casualidad se bajó OkCupid, una aplicación de citas que se basa en contestar preguntas -casi como un formulario laboral- para ver qué porcentaje de coincidencias se tiene con la otra persona y así elegir si empujar el perfil hacia la cruz o el corazón. En caso de que se haga match, se abrirá la posibilidad de comenzar un chat. “La verdad es que entablé una conversación solo con dos personas. La primera me invitó rápidamente a su casa pidiéndome que quiebre la cuarentena, cosa que yo no quería hacer. Después empecé a hablar con otro chico y me propuso tener una cita. Pensé que se refería otra vez a una cita presencial pero me aclaró que era por videollamada, entonces acepté. Coordinamos día y horario y como veníamos hablando de vino, arreglamos comprar el mismo. Terminamos charlando hasta las cuatro de la mañana”. M. y su partener pronto encontraron gustos en común que, para poder compartir, debieron adaptar a los vericuetos de la distancia. “Yo leo mucho y él lee novelas gráficas, cómics, etc.; un mundo que yo no tengo en mi radar. Entonces me propuso intercambiar libros y un vino que acompañe. Esa semana me mandó una moto con sus regalos y yo le envié los míos en la misma. La idea es ir haciéndonos devoluciones de lo que leemos. Por ahora ninguno abrió el vino, seguramente lo hagamos para la próxima videollamada”.

Fotos: Catalina Distéfano

La suerte de N. no fue la misma. De forma espontánea realizó una videollamada con un chico que conocía desde antes del aislamiento y con quien venía aplazando el encuentro. “Estaba tomando vino y él también y me propuso hacer una videollamada. Fue raro porque nunca antes había escuchado su voz y ahí me di cuenta que no me gustaba como hablaba. Yo creo que al encuentro le faltaba esa tensión que hay en una primera cita en la que no hace falta hablar porque con una mirada te entendés; también hubo silencios incómodos y no sabía qué hacer. Me costó mucho irme porque una cosa es en una cita real donde es más fácil, acá era incómodo y muy distinto. No quisiera verlo después de la cuarentena”.

Estar aislade, de alguna manera u otra, conlleva estar en constante diálogo con nosotres mismes, cambia nuestras realidades y tergiversa nuestros sentimientos. Esta detención en el tiempo -que cada vez se hace más chicloso- nos enfrenta a la soledad o, en otros casos, al aire viciado de la convivencia. Pero cuando hablamos de citas o relaciones virtuales queda un tema pendiente, ¿nos vamos a animar a juntarnos con personas desconocidas después de esto? ¿vamos a terminar buscando vínculos más estables por miedo a la exposición? ¿nos vamos a limitar a coger con gente que ya conocemos? ¿de ahora en más somos focos de contagio y paranoia? y en ese caso ¿volveremos a aceptar besos y abrazos de parejas ocasionales sin sentirnos vulnerables?

“Yo creo que las relaciones que nacen durante la pandemia corren el riesgo de estar viciadas por un estado emocional muy particular caracterizado por una sensibilidad especial que tenemos todos en mayor o menor medida. Desde este punto de vista todo es por la cuarentena hasta que se demuestre lo contrario, habrá que ver si cuando termine la pandemia la relación continúa. Dependerá de la prudencia y el miedo que tenga cada une de les que se quieren encontrar. Sin embargo, en algunos casos, la necesidad de contacto se impondrá por sobre la prudencia”, explica Sebastián Girona, psicólogo especialista en vínculos. “De ahora en más va a ser más valiosa y buscada la pareja estable y va a ser más complejo conocer a alguien. La primera seguirá sin mayores modificaciones, lo segundo será más raro y un poco más antinatural en los primeros encuentros hasta que se dé el momento íntimo;  ahí sí llegará el momento de arriesgar”, agrega Girona.

Fotos: Catalina Distéfano

Además de la distancia, todas las entrevistadas coinciden en que los vaivenes de las plataformas y la saturación de Internet juegan en contra del encuentro. Si bien hace ya más de un siglo Saussure explicaba que podía haber una interferencia en el mensaje entre emisor y receptor, difícilmente el lingüista estuviera pensando en encuentros románticos vía Zoom.“Empecé con un fail porque a mi no me funcionaba la salida de audio, así que le hacía señas para que me banque hasta que arregle la configuración. Yo tenía miedo de no poder concentrarme por verme a mi misma. Es super raro, una no sabe cómo se ve cuando está en una cita y la videollamada te pone a prueba. Finalmente paramos cuando se le apagó la compu porque se quedó sin batería”, agrega M.

F. tuvo tres citas online; la tercera -nada más y nada menos- que con un chico que la había invitado a salir un día antes de que se declare el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Respecto a las diferencias entre la manera de conocerse antes y después de la pandemia, cuenta: “Es raro porque ves a una persona por primera vez a través del celular. Muchas veces te terminás pisando y a los silencios incómodos de la cita se le suma que ahora puede ser una falla de Internet. Después hay diferencias más sutiles: las pausas, las miradas, lo que tiene que ver con lo gestual que, si bien te estás viendo, claramente no es lo mismo. A mi me encanta ver a la persona a los ojos, a la cara, los gestos y según eso saber como hablarle; sino es como un monólogo”.

Fotos: Catalina Distéfano

Por su parte, M. agrega: “Para empezar, por más que se pueda realizar una videollamada es obvio que es diferente a lo presencial. También está el tema de que ambos estamos más vulnerables por el contexto y necesitamos hablar más. La realidad de cada uno no es la misma, pero veo como algo positivo poder transitar este episodio distópico con una persona que uno no conoce porque te permitís mostrarle esa faceta que se fue gestando en cuarentena. Por ejemplo, yo antes de la cuarentena no tenía tiempo para nada porque estaba llena de actividades, ahora estoy encerrada y tengo más tiempo”.

Por ahora y con pocas esperanzas de que el aislamiento finalice pronto, las pantallas siguen trazando puentes, de lejanía o de cercanía, entre personas. Y aunque aún late la duda de si las caricias viajan a través de la fibra óptica, ésta solo podrá ser respondida en primera persona, por quien se anime.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios