La represión en los comics: tres formas de vernos en el espejo de la ficción

Mientras las calles de Estados Unidos arden luego del asesinato de George Floyd, en los foros y grupos se repite la misma leyenda: “Joker predijo Minneapolis”. ¿Pueden los comics predecir el futuro?

Alguien en Facebook postea “estoy hipnotizado con este montaje”. El video dura exactamente 57 segundos, tiempo ideal para poder viralizarse en todas las redes sociales. Juega con el encuentro entre la realidad y la ficción, el golpe rápido de sentido. La pantalla se divide en dos. Arriba, una cámara dentro de un auto filma las movilizaciones en Minneapolis de mayo de 2020. Abajo, una de las escenas finales de la película Joker de 2019, con un Joaquin Phoenix chorreante de maquillaje y feliz de ver el caos que se genera cuando el pueblo de Ciudad Gótica se levanta contra la represión institucional y los privilegios de las clases acomodadas de la gran urbe.

En foros y grupos se repite la misma leyenda: “Joker predijo Minneapolis”. La frase me hizo pensar en si una predicción a futuro puede haberse filmado apenas dos años antes de los levantamientos en el medio oeste de los Estados Unidos de América como respuesta al asesinato en manos de la policía de George Floyd. Mientras la revista Variety la acusaba de ser una película que “coqueteaba con el peligro” y Time de “irresponsable”, el cineasta Michael Moore se volvía tendencia al postear en Facebook: “sí, en ese espejo hay un payaso perturbado, pero no está solo, nosotros estamos justo al lado de él”. En el mundo de los cómics, detrás de la capa roja de Superman que sostiene los últimos peldaños del sueño americano, se pueden leer obras que se atrevieron a trabajar sobre la represión, el odio racial y la violencia institucional e institucionalizada. Sobre todo, hablaron de resistencia.

En el verano de 1990, Frank Miller y Dave Gibbons crearían “Give Me Liberty”. El título parafrasea la icónica línea del héroe de la revolución estadounidense, Patrick Henry, que se convirtió en todo un símbolo de la democracia liberal moderna. Ubicada en un hipotético año 1995, con las corporaciones multinacionales moviendo los hilos de la sociedad y un payasesco Howard Nissen en la Casa Blanca (parodia de Nixon), tiene como protagonista a una joven afrodescendiente llamada Martha Washington, mismo nombre de la primera dama original estadounidense. Martha fue criada en “The Green”, una referencia a Cabrini Green -un fallido intento de urbanización y aglomeración de Chicago para migrantes y negros del sur del país y que fue demolido por completo en 2011-. Martha es sobreviviente de la violencia de las pandillas que controlan el lugar, de los proxenetas y de las fuerzas de seguridad que conviven en un mismo espacio. A diferencia de su padre, asesinado por la policía, ella logra seguir con vida. Al tercer número de la serie, y luego de salvar al mundo, por más que le pese al presidente no queda otra opción más que reconocerla como una heroína nacional. Ganadora del premio Eisner, “Give Me Liberty” narra la gradual destrucción del mito liberal-democrático sobre el que se sostuvo Estados Unidos durante todo el siglo XX y la cada vez mayor utilización de las fuerzas represivas para sostener gobiernos en el poder, sin perder de vista qué símbolos conviene mostrar en la foto en cada época para nublar la vista de las personas.

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La metáfora del mutante como le perseguide por ser distinte a manos de una sociedad odiante es un tópico que X-Men ha explotado a lo largo de sus más de cinco décadas de publicación ininterrumpida. Pero existe un comic que supo resaltar entre todos los demás: “Días del Futuro Pasado”. Guionado por Chris Claremont -a mi entender el escritor mainstream más comprometido con la representación de identidades disidentes en el comic- y dibujado por John Byrne -hoy un ser nefasto que pulula por las redes escupiendo su transodio-, el relato sucede entre los números 141 y 142 de Uncanny X-Men de 1988. En un 2013 post apocalíptico, el gobierno decide encerrar a les mutantes que aún se encuentran con vida en campos de concentración. Allí son vigilades por los Centinelas, robots gigantes cuya memoria guarda información acerca de las habilidades especiales y datos personales de cada une de elles para con eso saber cómo combatirlos. El miedo a que estes superdotades puedan utilizar sus capacidades para controlar a los seres sin poderes y el odio hacia toda diferencia con respecto a los valores capitalistas occidentales son el motor para la persecución y el exterminio. El 2 de junio pasado, familiares y compañeres de Luis Espinoza marcharon en pedido de justicia por el asesinato en manos de las fuerzas de seguridad del trabajador de Simoca que estuvo una semana desaparecido. En las puertas de la Casa de Gobierno de Tucumán, dos uniformados fotografiaron a quienes se movilizaron para sembrar el miedo entre los presentes. En las recomendaciones para marchar de Correpi de 2018, big data e información biométrica todavía no tenían su propio apartado. Hoy son un mecanismo más para intentar anular nuestro derecho al descontento.

Las movilizaciones que más han alarmado a la prensa de derecha en los últimos años son las vinculadas con las luchas de género. La preocupación por las paredes del Cabildo superan en relevancia a los alarmantes datos. En nuestro país, desde que comenzó la cuarentena el último 20 de marzo, una niña o una mujer son asesinadas cada 27 horas. Es uno de los pocos delitos que con el aislamiento social, preventivo y obligatorio no ha visto decrecer sus índices. Incluso los ha incrementado: 2020 es el año con mayores casos registrados de la última década. Kelly Sue Deconnick presentó en diciembre de 2014 el aclamado cómic “Bitch Planet”, donde toda mujer que no se adecúe a los estándares y roles heteropatriarcales impuestos por “los padres” es enviada al Planeta de las Zorras por “no complaciente”. Un mundo prisión llamado oficialmente “Puesto de conformidad auxiliar” es el lugar donde la escritora expone sin medias tintas las violencias que día a día sufren las mujeres y las disidencias en la sociedad patriarcal de la que formamos parte. Cualquier resistencia encuentra su respuesta directa a manos del personal penitenciario, que no duda en usar la fuerza como forma de adoctrinamiento. Cualquier hombre puede denunciar a su pareja para que sea enviada a la prisión. Desde una perspectiva que trabaja a partir del feminismo la cuestión racial y la desigualdad de clase, “Bitch Planet” logró transformar en bandera y tendencia la sigla “NC” -non compliant- y mostrar en un futuro distópico una realidad presente que nos escupe la cara sin endulzar el relato.

Toda obra es, indefectiblemente, creada en un presente presencial. Desde la comedia romántica más cursi hasta las más psicodélica aventura de ciencia ficción, nadie puede evitar construir desde el lugar en el que se para. Y ese lugar es acá y ahora. En tiempos donde crítiques y comunicadores se asombran a la hora de ver la gran correspondencia entre las películas y la realidad, deberíamos preguntarnos qué cosas pierden vigencia y cuáles no, en el corto y en el largo plazo. Si las historias se ubican en pasados pisados o en futuros incomprobables y, aún así, nos logran interpelar con la potencia con la que lo hacen, entonces la teoría de la predicción pierde todo sentido. Será, entonces, que para muches la ficción es el espacio donde vernos reflejades, donde soñar por un rato con ser poderoses y vencer nuestros miedos, donde las fuerzas de seguridad son, antes que nada, fuerzas represivas y donde nos debatimos acerca de nuestros privilegios, si es que somos tan privilegiades como para tenerlos. La ficción es un recorte y un reflejo de lo que pasa en la materialidad de nuestras vidas, sólo que acá las vidas se pierden para siempre.

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Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.