«Nuestro objetivo es reciclar más y en mejores condiciones»

La designación de María Castillo como directora nacional de Reciclado da cuenta del avance de la economía popular en materia institucional. En diálogo con El Grito del Sur cuenta su historia, habla sobre sus proyectos de gestión y los desafíos que surgen en plena pandemia.

La economía popular fue, sin lugar a dudas, uno de los principales actores políticos que enfrentó las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri. Con un largo recorrido y un acumulado que cobró otro valor a partir de la lucha y la resistencia de los últimos cuatro años, los trabajadores y las trabajadoras de la Economía Popular se posicionaron como un sujeto político clave y la nueva coalición de Gobierno ha tomado varias definiciones en reconocimiento de ello: desde la creación de la Secretaría de Economía Social, con Emilio Pérsico a la cabeza; siguiendo por la Dirección Nacional de Políticas Integradoras, con Rafael Klejzer al frente; la Dirección de Cuidados Integrales y Políticas Comunitarias, bajo la administración de Carolina Brandariz; la Subsecretaría de Políticas de Integración y Formación del Ministerio de Desarrollo Social, a cargo de Daniel Menéndez; hasta la creación de la Dirección Nacional de Reciclado, que lleva como directora a María Castillo.

María Castillo

Esta última designación representa a uno de los sectores más invisibilizados de la economía popular: los cartoneros y las cartoneras. María Castillo tiene 40 años, un hijo de 23 años, una hija de 20 y otro más chico de 5 años. Actualmente, gracias a una beca, se encuentra realizando una Diplomatura en Residuos, y en los próximos meses quiere empezar también la carrera de Gestión Urbana, que se dicta en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Empezó a cartonear a los 20, luego de que su marido perdiera el empleo. Las filas inmensas que brotaban por todos los rincones a principios de siglo en medio de la crisis del año 2001 para conseguir un trabajo que nunca llegaría la llevaron a empezar a cartonear junto a su marido y el resto de la familia. La referenta del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en Lomas de Zamora y flamante directora nacional de Reciclado empezó a militar cuando abrieron la primera cooperativa en dicha localidad y luego de conocer a Juan Grabois, con quien empezaron a diseñar una propuesta organizativa para el conjunto del sector.

Luego de largos años de sostener una militancia incansable por el reconocimiento de sus tareas, que aún al día de hoy siguen comprendidas bajo el paraguas de la «economía informal», la voz de los cartoneros y las cartoneras llegó al Estado. «No es un reconocimiento individual, sino que el Estado nos reconoce a todos los trabajadores a través de un referente. Fui yo como podría haber sido otro compañero, tuve la oportunidad de poder llegar a estar en este lugar y ahora tengo el gran desafío de estar ahí viendo cómo puedo resolver de la mejor forma la situación de  todos los compañeros», dice Castillo en diálogo con El Grito del Sur. «Es un orgullo estar en este lugar y espero hacer todo lo posible para que los cartoneros de todas las partes del país puedan trabajar mejor y que todos podamos entender que hay que armar más sistemas únicos de reciclado», agrega.

Aunque muchos dirán que es algo sencillo, se trata en verdad de un arduo trabajo que implica visitar las cooperativas, hablar con los trabajadores y las trabajadoras, reconocer las principales problemáticas, ver qué vínculos existen con los gobiernos provinciales o locales y cuál es la predisposición del inspector municipal, entre otras tareas -cuenta-. «Hacemos un montón de laburo que tiene que verse acompañado por otras medidas, como es la inversión del Estado. Y para todo eso hay que hacer un informe, saber la situación general de los distintos distritos, es una co-gestión entre todos los sectores», explica la directora nacional de Reciclado.

Castillo parte del cooperativismo, la igualdad y la solidaridad para explicar las tareas que realizan desde el sector y los valores que le imprimirán a las distintas medidas que impulsen desde la Dirección. «Queremos darle a todos los compañeros enfardadoras, vehículos, indumentaria y un montón de cosas, pero es imposible construyendo una línea de trabajo a través del individualismo», plantea. Su premisa de gestión es el diseño y la implementación de un sistema único de reciclado «donde todos participen de dicha tarea y que ésta permita trabajar en mejores condiciones, empezar a tener más derechos, hacer una serie de normativas y que eso vaya acompañado obviamente de recursos», provenientes de las carteras de Desarrollo Social (Daniel Arroyo) y Ambiente (Juan Cabandié).

La función pública es algo a lo que María se sigue acostumbrando y aún sigue descubriendo y reinventando en el día a día. «Es un lugar que de a poquito voy descubriendo y cada día me encanta mucho más. Cada día también vengo más cansada, pero cuando uno se sienta y ve todo en lo que estamos avanzando y ve también la predisposición de los compañeros de crecer y de organizarse, vale todo el tiempo que uno le invierte, no importa si es sabado, domingo o feriado. Lo que importa es saber que, el día que tengamos que hacer un informe de todo lo que pudimos construir, desde que asumimos la Dirección el 10 de diciembre hasta el momento que lo tengamos que hacer, alcanzamos todo esto y logramos tantas cosas», cuenta.

Si bien los reclamos varían dependiendo del sector, hoy la principal problemática de los cartoneros y las cartoneras es no poder salir a trabajar por la pandemia. «No es nada fácil decirle a los compañeros «quedate en casa». Te van a contestar «y bueno, quedate vos. Yo me cuidaré, me pondré un barbijo, guantes, me iré a juntar, llego, me higienizo y ese va a ser mi día», explica la militante cartonera. «Es muy difícil discutirle a ese compañero cuando te dice: «Yo no tengo ni para comprar un kilo de pan». Sobre todo porque yo la pasé, yo también me encontré en la situación de no tener ni para comprar una leche. Y volvía de cartonear, vendía y ahí tenía para comer», confiesa.

Muchos cartoneros y cartoneras se vieron obligadas a salir a trabajar de todas formas para poder tener un plato de comida. Por esto mismo, desde la Dirección Nacional de Reciclado están trabajando en un proyecto que provea una serie de protecciones para que los compañeros y las compañeras que necesiten salir a laburar puedan hacerlo sin poner en riesgo su salud y su vida. Pero esta no es una tarea fácil. Estamos hablando de aproximadamente un total de 150 mil cartoneros y cartoneras en todo el país.

«La realidad es que la única forma de que esta situación cambie es que se termine la pandemia y los compañeros puedan volver a trabajar, pero en el mientras tanto desde mi lugar me pone muy mal, me preocupa muchísimo y estoy tratando de hacer todo lo posible para ver cómo acompañar ese proceso», dice.

Retomando una vez más el valor de la construcción colectiva y colaborativa, la referenta del MTE Lomas de Zamora recuerda que al principio fue muy difícil salir del individualismo al que te lleva muchas veces la sociedad, porque cada cartonero iba por su lado y no había una conciencia organizativa del sector. «Lo que hizo que se arme un sistema y se empiecen a juntar los primeros referentes de los cartoneros que armaron la cooperativa más grande del país, que es «El amanecer de los cartoneros», fue que tuvieron la visión que quizás no teníamos los que eramos más jóvenes y estábamos más pendientes del día a día. Para mí fueron un tremendo ejemplo, como Sergio Sánchez y un montón de compañeros y compañeras que hicieron mucho para que tomemos conciencia de que había que empezar a organizarnos», relata.

«Y organizarse era quizás dejar de laburar un día y eso significaba que ese día no llevabas un mango a tu casa, pero ibas a ser parte de la construcción que es hoy el sistema de reciclado en la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo. Que tiene un reconocimiento, que hoy los compañeros tienen un incentivo y ya no venimos más arriba de un camión. Y digo venimos porque yo lo hice también hasta diciembre. Todo eso se terminó a través de la organización de los cartoneros», suma.

Y vinculando esto último con la tarea de concientización y cambio cultural que pretenden introducir a partir de distintas medidas que sirvan para rediscutir y reorganizar el sistema de reciclado en la Argentina, Castillo explica el proceso como una sucesión encadenada de hechos que conducen al objetivo final: «A través de la organización de los compañeros se genera trabajo. Una simple cooperativa genera trabajo, y el trabajo significar crear conciencia». Por ello plantea que es hora de asumir la responsabilidad que nos toca a cada uno y cada una en las tareas de reciclado, separación de residuos, entre otras. Y sobre ello apunta en particular contra las personas adultas, a quienes acusa de ser las más inconscientes, ya que incluso hasta los niños y las niñas aprenden y adoptan en las escuelas otros métodos de reciclaje y cuidado del medio ambiente.

«A partir de la toma de conciencia le vamos a dejar a nuestros hijos la herencia de la cultura del laburo, la cultura de la solidaridad, y sobre todo no vamos a contaminar el planeta», insiste. «No tenemos que pensar en el momento que estamos viviendo nosotros, sino en el futuro que le vamos a dejar a nuestros hijos», propone como medio para empezar a ver estas tareas no como una obligación, sino como parte de un cambio social y ambiental que repercute y repercutirá en el presente y futuro de todos y todas.

En relación al laburo cotidiano, visitando cooperativas y hablando con los compañeros y las compañeras que trabajan en ellas, Castillo observa que el trato y las conversaciones son distintas cuando se habla de igual a igual, como es su caso, ya que parten de la misma base y se genera un lazo mucho más estrecho y empático. «Cuando trabajaba en la cooperativa y venía alguien y me decía un montón de cosas yo desconfiaba. No entendía porqué me venían a decir a mí como se arma un sistema de reciclado si ya lo estábamos armando. Lo que necesitaba es que el Estado me acompañe con herramientas para que funcione», recuerda. «Pero cuando una propia compañera cartonera se sienta a la par y entiende lo que le pasa a ese compañero, es totalmente distinto el diálogo», contrasta. «Entiendo cuando un compañero me dice que necesita tal máquina, y si el compañero no entiende quizás cómo organizar el sistema de reciclado, uno le explica y ese compañero se da cuenta que estás hablando a la par y es mucho más fácil que el compañero empiece a organizarse», añade.

«No es solamente ir y bajar una enfardadora, sino entender que esa enfardadora es un primer paso y hay que avanzar a partir de ahí siguiendo ese proceso y acompañando, porque los compañeros son los que deciden cómo se hacen las cosas y el Estado es el que va viendo cómo eso realmente se hace sustentable en el tiempo», plantea.

La titular de la Dirección de Reciclado es muy sincera en relación al estado de situación en que se encuentra el sector y reconoce que no es nada fácil la tarea que tiene encomendada. «Tenemos que ser muy cuidadosos en cada proyecto que hagamos y en cómo se ejecuta, porque si esto fracasa los primeros golpeados van a ser los compañeros», advierte.

Sin embargo, con una mirada esperanzadora y con un compromiso muy claro, María Castillo se propone que los cartoneros y las cartoneras «tengan el mismo derecho que cualquier trabajador, de una industria por ejemplo, que tiene uniforme, que tiene normas de seguridad, que tiene un sector donde comer, que tiene baño, que terminó de trabajar, se bañó y volvió a su casa. Quiero que tengan las herramientas para vender sin ser explotados». «Quizás no logremos hacer esto para todo el país, pero si una gran parte de los compañeros tiene ese derecho ojalá que el que siga el camino una vez que nosotros no estemos tenga los mismos objetivos», expresa.

«Yo después voy a volver a mi casa, en Fiorito. Quizás vuelva a laburar en la cooperativa que estaba trabajando, mi vida va a ser la misma y seguiré empujando un carro, estudiando en la universidad, y acompañando a mis hijos, haciendo mi vida. A mí en eso no me va a cambiar nada, pero lo que sí me va a cambiar es saber que hice todo lo posible para que mis compañeros estén mejor», concluye.

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).