«El aislamiento emocional es el principal riesgo»

Julieta Calmels, subsecretaria de Salud Mental de la Provincia de Buenos Aires, habla sobre las angustias, los consumos y los suicidios en cuarentena. ¿Cómo abordar las despedidas sin velorios? ¿Qué sucede con la salud mental de los aislados o los internados? La propuesta de un abordaje de consumos problemáticos basado en la reducción de daños y el avance hacia un horizonte de desmanicomialización.

Julieta Calmels es psicóloga, subsecretaria de Salud Mental de la Provincia de Buenos Aires y una de las voces calificadas para abordar la problemática de las angustias, los consumos y el encierro en el marco de la cuarentena. Abocada a fortalecer su área en el marco de una pandemia mundial, explica la situación de los hospitales neuropsiquiátricos, el acompañamiento a personas internadas y las iniciativas que impulsan desde la Provincia para acompañar a los familiares que perdieron a algún ser querido por coronavirus y no pudieron velarlo.

¿Qué sucede con el abordaje de los padecimientos de salud mental en un contexto marcado por el encierro y el aislamiento?

Estamos en una pandemia mundial que genera una situación de excepcionalidad en todas las dimensiones de la vida: la económica, el trabajo, la escuela, los circuitos usuales donde las personas transitan su vida. Hay una alteración global de todas las condiciones. A esta altura de la pandemia es muy claro que el aislamiento es la medida troncal de cuidado, junto con el desarrollo y fortalecimiento del sistema sanitario. Al calor de ese desarrollo, en el ámbito de la salud mental se buscó garantizar una serie de estrategias que tienen que ver con la continuidad de cuidados adaptados a las posibilidades de este momento (internaciones para casos agudos, asistencia ambulatoria en hospitales y en dispositivos externos como los CPA). Se incluyó la posibilidad de tratamientos por vía remota, de tele-recetas y las guardias de los hospitales continúan abiertas, así como los neuropsiquiátricos y consultorios generales. Por otro lado, también hay situaciones nuevas que se van despertando producto de la pandemia que a todos nos genera una alteración en nuestra vida anímica: desde ansiedad, angustia o un incremento de los consumos (sobre todo de alcohol) hasta algunas situaciones más agudas de angustia o depresión.

En este contexto, ¿cuál es la situación que se vive en los hospitales neuropsiquiátricos?

Los hospitales monovalentes son un tema muy importante para nosotros, incluso previo a la pandemia, porque desde hace mucho tiempo en la Argentina venimos trabajando en una transformación de estas instituciones por una exigencia de la Ley de Salud Mental pero también por un convencimiento del campo de la Salud Mental y los Derechos Humanos de que los monovalentes, neuropsiquiátricos y manicomios no son instituciones que aporten salud o bienestar sino que han producido daños agregados en las personas. Tienen que tener un proceso de transformación. Nosotros incluimos directores nuevos en todos los neuropsiquiátricos, comprometidos con los DDHH. Trabajamos por una Provincia de Buenos Aires libre de manicomios y es una dirección que, incluso en pandemia, no vamos a doblegar. Sucede que, producto de las lógicas manicomiales, hay una serie de pacientes internados en neuropsiquiátricos que son población de riesgo, por la edad que tienen y por las patologías asociadas. Desde muy temprano trabajamos con cuidados específicos: medidas de protección obligatorias, evitando circulación de personal entre distintos pabellones, con mucha capacitación y tratando de que continúen los vínculos con familiares y allegados.

Venimos de cuatro años donde las adicciones se abordaron dentro del paradigma de «guerra contra el narcotráfico», cuando la mayoría de las organizaciones que trabajan el tema hablan desde un paradigma de derechos basado en la «reducción de daños». ¿Qué sucede con el aumento en la ingesta de alcohol y otros consumos en cuarentena?

Nosotros estamos inscritos en este paradigma de reducción de daños, de hecho lanzamos la campaña de «No castigue, acompañe». Tenemos un convencimiento de que hay que ir separando la lucha contra el narcotráfico de las cuestiones de salud y los consumos problemáticos. Hay un trabajo de formación de los trabajadores de salud porque no es solo un paradigma de gobierno, sino una idea muy moral que tenemos como sociedad: que la droga es mala, que consumir te transforma en un narcotraficante, y a partir de esa lógica se construyeron tratamientos que aíslan a las personas de sus condiciones de vida, que son estigmatizantes. Por eso también trabajamos una línea vinculada a capacitación. Por otro lado, hay un aumento de los consumos, que es difícil de medir pero basta ir a un supermercado para ver que se consume más alcohol que antes. Y la circulación de drogas no paró. No estamos ante una oleada de abstinencia.

¿Cuál es el abordaje actual de la problemática?

Se están pudiendo mantener las internaciones en comunidades terapéuticas, el viejo esquema, pero tenemos una política con las comunidades terapéuticas que vamos a trabajar fuerte para adecuar los modelos de tratamiento, ya no pensando en internaciones hiper prolongadas y aisladas, en lugares donde nadie puede acceder, sino más insertas en las comunidades, con otras estrategias. Al mismo tiempo, circulamos un número de teléfono específico que recibió más de 4 mil llamados y que está las 24 horas disponible para recibir consultas de salud mental y donde se evalúan las distintas situaciones.

«Es una falacia que el encierro pueda ser un componente para el bienestar subjetivo»

¿Qué pasa con los casos de suicidio en cuarentena?

El primer factor de riesgo es la cuestión del aislamiento emocional. Nosotros en general transitamos nuestra vida en las relaciones con otros, eso lo supimos siempre, pero esta situación lo pone en evidencia. Esa idea de que uno se conoce a sí mismo en una introspección, o las recomendaciones de «pensar en nosotros mismos» o «reflexionar» son un poco banales porque uno se conoce en las relaciones con los demás. El aislamiento emocional es uno de los principales riesgos y como contraparte estamos tratando de promover el mantenimiento de los vínculos afectivos de las formas en que nos son posibles ahora. A veces es por el lado de los amigos, a veces por la familia, pero también estamos trabajando con el Ministerio de Educación para que, en la medida que las escuelas detecten situaciones con los jóvenes o niños, puedan articular para algún acompañamiento. Y sobre todo promoviendo que si se conocen situaciones de jóvenes y adultos con angustia profunda, que duerman demasiado o no puedan dormir, u otros indicadores que hacen a una situación de sufrimiento más profundo, se pongan en contacto con el sistema de salud para que también se pueda acompañar esa situación.

¿Qué abordajes se implementan en materia de salud mental para personas aisladas o contagiadas?

El sufrimiento en este contexto no se enmarca solo en cuestiones de diagnóstico, por lo que no hay que pensar las respuestas solo en términos de tratamiento. Nosotros creemos que desde la salud mental hay una línea más vinculada al acompañamiento de un padecimiento que muchas veces no se enmarca en diagnósticos. Y esta situación lo pone en claro. Trabajamos un conjunto de recomendaciones, reuniones sobre cómo acompañar en centros de aislamiento, con personas contagiadas y aisladas. En esos centros está el cuidado físico pero hay otro aspecto de la subjetividad que es importante poder acompañar. Y como son personas contagiadas hay que entrar con todos los elementos: antiparras, camisolín, guantes, son escenas muy extrañas. La gente se angustia, se preocupa por sus familias y hay una línea de trabajo con estos centros. Esta semana estamos impulsando el trabajo con la gente internada en hospitales: el vínculo con sus familiares, cómo están emocionalmente, cómo se los acompaña e incluso, llegado el caso de un fallecimiento, cómo se pueden construir condiciones más humanas para transitar ese momento, dado que también están alterados todos los rituales de entierro y velorio. ¿Cómo puede producirse un momento de encuentro, aunque sea virtual, entre la familia y la persona que está enterrada? No se trata de algo del orden de la patología sino de un sufrimiento y un acto muy humano, de acompañar a la persona que está internada. Creemos que hay que construir posibilidades para que algo de eso suceda.

Compartí

Comentarios

Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.