SOS: me enamoré de un macrista

La industria cultural ofrece historias en las que el amor vence cualquier obstáculo. ¿Esto sucede también cuando una pareja no pertenece o no simpatiza con el mismo partido político? Cuatro personas hablaron con El Grito del Sur para contar sus historias de amor con (ex)parejas de tendencia política opuesta a la propia.

“Los opuestos se atraen” es una creencia que aparece tanto en películas de animación como en las telenovelas de la tarde. La industria cultural ofrece historias en las que el amor vence cualquier obstáculo y no diferencia entre clases sociales, identidad de género o color de piel. Pero, ¿qué sucede cuando una pareja no pertenece o no simpatiza con el mismo partido político? Cuatro personas hablaron con El Grito del Sur para contar sus historias de amor con (ex)parejas de tendencia política opuesta a la propia.

I. conoció a N. en 2017 cuando ambos tenían 19 años. “Lo primero que le pregunté era qué pensaba sobre cuestiones LGBT -recuerda I.-. Mis dos mejores amigos son gays, entonces si me hubiese dicho ‘me parece que están enfermos’, seguramente no hubiéramos seguido juntos. Eso se lo pregunté la primera noche que salimos a ver si seguíamos o no”.

La semana pasada, la comunicadora Celeste Giardinelli reveló en su cuenta de Twitter una conversación que mantuvo con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner el año pasado, cuando la exmandataria presentó su libro “Sinceramente” en Chaco. “Me gusta un macrista. ¿Te puedo contar la historia?”, le dijo Giardinelli a Fernández.

La joven le mostró a CFK las fotos que “el macrista” había subido a su Instagram, muchas de ellas con políticos de Juntos por el Cambio. Finalmente, Giardinelli le preguntó a Fernández si debería importarle la política en la relación amorosa. “¡Pero no! Si hay amor, ¿qué importa la política?, ¡vos dale para adelante!”, contestó la vicepresidenta.

Estefanía no opina igual. Ella cuenta que tuvo “un novio gorila” desde 2008 hasta 2010 y que, de ahí en adelante, sus parejas siempre fueron peronistas. “Este chico era mi primer novio. En un primer momento no hablábamos de política en un sentido partidario, sino que hablábamos de cosas como la pobreza -relata Estefanía-. Entré a la facultad, me fui politizando y después murió Néstor (Kirchner), entonces lo que pasó es que yo empecé a no soportar que él hablara de ‘negros’”. La discriminación, motivada por el tema d la inseguridad, generó peleas entre ambos. “Después de ese novio, sólo salí con peronistas”, sentencia.

“Él votó a Macri, yo voté a Alberto, ¿por qué no se puede convivir con eso?”

N. y G. se conocieron a través de una amiga en común. “Él casi no me hablaba porque yo tenía en Facebook una foto de la despedida de Cristina -cuenta N. a El Grito del Sur-. Él tenía miedo por la grieta, hay gente que es muy cerrada en escuchar por qué el otro piensa de una manera. En nuestro caso hablamos, le dije ‘no soy muy extremista, entiendo tu postura, no comparto tu postura’, pero acordamos que ningún gobierno nos cierra, que hay cosas criticables en todos, (aunque) para mí de Macri muchísimo más”.

Para N. es importante entender “la postura y la vivencia del otro”. Ella, relata, es docente y se mueve en un ambiente artístico, mientras que G. es dueño de una empresa. “Se fija qué le conviene, qué pasa con la economía, el precio del dólar, si le conviene importar o exportar, tiene empleados”, enumera.

Según N., la clave para que la relación funcione “está en el respeto al otro y en poder debatir sin descalificar ninguna idea”. “Una cosa es convivir con un facho que no quiere a nadie, que discrimina -señala-. Pero él votó a Macri, yo voté a Alberto, ¿por qué no se puede convivir con eso?”.

“Mi pensamiento era erróneo”

En el caso de I., N. empezó a interesarse más en la política durante la relación. “Yo entendía que lo que él pensaba (en un principio) tenía que ver con que creció en el campo, fue a una escuela de campo y hoy trabaja en el campo. Teníamos 10, 11 años cuando fue la discusión por la ley 125, él creció con todo eso y la grieta de ‘Cristina versus el campo’ la tenía incorporada”, cuenta I.. Ambos nacieron en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, aunque ahora sólo van a visitar a sus respectivas familias.

Al principio de la relación, las diferencias políticas generaron discusiones. En diálogo con este medio, N. opina que, en ese momento, “mi pensamiento era erróneo”. “Compartir opiniones, observar y escuchar te hace ver otra realidad distinta, otras situaciones. Empecé a ver la situación de todos y no la mía en particular”, afirma.

Hoy I. y N. llevan tres años juntos y conversan sobre política. “Su postura no me hizo cambiar de punto de vista, pero la mía a él sí. No fue una misión”, explica I., aunque admite que el gobierno de Macri “fue de mucha ayuda porque hizo todo mal”.

“Se puede, requiere un esfuerzo extra”

F. nació en González Catán, toda su familia es peronista y empezó a salir con S. poco antes de las elecciones presidenciales de 2015. Ella votó por Daniel Scioli, él por Mauricio Macri. “No me acuerdo cuándo salió el tema (de la política), creo que a los tres meses de estar juntos, fue una charla picante pero quedó ahí. Al principio pensaba ‘dale, no podés ser tan estúpido’, aunque en algunas cosas coincidíamos. No era tanto la opinión como el modelo (político) del otro”, afirma F..

La relación terminó este año y F. asegura que la separación “no tuvo nada que ver con la política”. Los almuerzos con la familia de S. podían llegar a ser tensos: en la casa de la madre siempre estaba prendida la televisión en un canal de noticias con línea editorial antikirchnerista y F. hablaba de política en los viajes en auto con su suegro. “¡Divina persona! Hablábamos bien, él tenía argumentos y yo no tengo problema, yo contesto”, aclara.

Para F. fue importante llegar a un consenso en la pareja: evitar hablar de política. “No llegamos a tener familia, aunque teníamos edad para tener un pibe y éramos económicamente estables. Sí le decía ‘si tenemos un hijo, no le hables vos de política que le vas a quemar la cabeza’ -opina-. Nosotros consensuábamos mucho, entonces creo que si hubiera llegado el momento, habríamos llegado a un acuerdo”.

Sin embargo, F. agrega que todo depende “de qué tanto te afecta la política” y que entiende que otras personas no puedan estar en pareja con alguien de otra identificación partidaria porque “ven la vida desde otra perspectiva”. “Sería más lindo si coincidieras en la ideología, pero se puede, requiere un esfuerzo extra. Hay que llegar a un consenso y ver si el otro vale la pena para hacer ese esfuerzo”, concluye.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.