«Necesitamos que la sociedad nos reconozca»

María Castillo, directora nacional de Reciclado, y Natalia Zaracho, referenta del Frente Patria Grande, ambas cartoneras e integrantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), reflexionan acerca de los procesos que atravesó este sector de la economía popular y las deudas pendientes desde la crisis del 2001 hasta la actual pandemia.

Natalia Zaracho y María Castillo son cartoneras y militantes populares. Desde hace varios años forman parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), al que se acercaron tiempo después de conocer a Juan Grabois, principal referente del espacio. Ambas viven en Fiorito y su historia tiene varias coincidencias: desde jóvenes tuvieron que salir a cartonear, en medio de la mayor crisis económica y política de nuestro país, para tener garantizado todos los días un plato de comida en la mesa. «Las dos somos de acá de Lomas y nos conocimos militando, compartiendo espacios dentro del MTE. Desde nuestro lugar, siendo las dos cartoneras, el vínculo fue a través de la militancia y el barrio», cuenta Castillo, quien actualmente se encuentra al frente de la Dirección Nacional de Reciclado, dentro del Ministerio de Desarrollo Social.

María Castillo. Foto: Prensa MTE

Zaracho empezó a cartonear con tan solo 13 años cuando, en medio de la crisis del 2001, despidieron a su madre del trabajo. Durante un tiempo su familia cartoneaba y viajaba todos los días a Capital para rebuscársela, mientras que ella se encargaba de cuidar a sus hermanos y sus sobrinos. Pero la situación estaba muy difícil, abundaba el hambre y escaseaban los alimentos. Así fue como ella también salió a cartonear: «Fueron momentos muy difíciles, porque nosotros tuvimos que empezar a ir a trabajar no solamente por un tema de sostener la olla, sino también por la inseguridad que vivíamos en ese tiempo en el barrio». En el mismo año, pero casi una década más grande en edad, Castillo empezó a cartonear con su marido y sus suegros para darle de comer a sus hijos. Ambas señalan que fue difícil acostumbrarse de pronto a una nueva rutina y tener que salir a parar la olla desde tan jóvenes, pero reconocen que esa misma experiencia forjó sus liderazgos y fueron también un aporte a la construcción colectiva del grado de organización que tiene en la actualidad el sector de cartoneros y cartoneras. «Siempre la peleamos individualmente, hasta que un día nos organizamos, pudimos ser parte de una cooperativa y conseguir derechos», destacan.

Consultadas por alguna anécdota de todos estos años en los que vienen cartoneando, ambas relatan episodios que reflejan a la perfección dos aspectos de sus vidas: la lucha y la resistencia. Hace unos años María no tenía con quién dejar a su hijo, por lo que decidió retirarlo de la escuela y llevárselo con ella al trabajo. Gracias a la buena relación que había establecido en el lugar donde trabajaba en ese entonces, permitieron que su hijo se quedara a un costado haciendo la tarea. La armonía duró poco porque un patrullero se detuvo a pedirle explicaciones sobre por qué un nene con uniforme de colegio privado estaba junto a «una persona que revolvía la basura». Sus explicaciones no fueron necesarias porque sus propios compañeres, así como les vecines y comerciantes, se acercaron a explicarle a los agentes que ella era su madre. «A pesar de que haya pasado el tiempo y que muchos hayan dicho que la gente de la economía popular no va a llegar a la universidad, hoy podemos demostrar en los hechos que esto no es así y que nadie le va a arrebatar a ninguna persona el derecho a la educación», cuenta María.

Natalia Zaracho. Foto: Prensa MTE

El relato de Natalia, o Naty, como la llaman sus compañeres, se remonta unos años atrás cuando su madre le había avisado que no tenían plata para celebrar las fiestas. Ambas habían trabajado hasta el 23 de diciembre sin descanso para garantizar que no les faltara la comida al final del día y, sin embargo, no tenían nada para poner en la «mesa navideña». Pero ese día -cuenta su madre- un hombre detrás de un árbol le pidió que se acerque y le regaló 100 pesos -un monto considerablemente alto en aquel entonces-. Las compañeras de su mamá siempre la habían cargado por haber vuelto con $100 detrás de un árbol, y así fue como quedó la anécdota para Naty.

En medio de todo ese recorrido conocieron a Juan Grabois. María Castillo lo conoció en el 2002, cuando ella tenía 23 años, a través de una compañera suya. De todas formas, en ese momento lo único que pensaba la joven cartonera era poder conseguir el sostén económico para alimentar a sus hijos. Fue un tiempo más tarde que comprendió la importancia de organizarse colectivamente para luchar por sus derechos y decidió incorporarse al Movimiento de Trabajadores Excluidos. «Cada vez que lo escucho me quedo sorprendida, porque me enseña mucho y me guía», confiesa Castillo respecto a Grabois.

Algo similar le pasó a Natalia Zaracho: ella lo conoció cuando era muy chica y recuerda que él estaba siempre donde paraban los camiones en Capital para cargar los bolsones y volver a Provincia. «Había muchos compañeros que se reían, que no creían, él hablaba de derechos laborales, de organizarse, de cooperativas, de tener un sueldo, una obra social. Hubo mucha gente que no le creyó y otra que sí, y finalmente nos pudimos organizar y hacer esto tan lindo que es el movimiento», revela. Años más tarde, tuvo la oportunidad de hacer un curso de la Economía Popular en San Martín de los Andes, del que participaba Grabois, y allí -asegura- empezó a replantearse un montón de cosas que la llevaron a involucrarse cada vez más en la organización del sector. Ese mismo día Juan le firmó el libro con una frase que Naty recuerda hasta el día de hoy: «Por la lucha de los pobres de nuestra tierra».

Natalia Zaracho, Juan Grabois y María Castillo. Foto: Prensa MTE

Los cambios que se produjeron en la Argentina durante los últimos 20 años son innumerables, y los trabajadores y las trabajadoras de la economía popular lo saben bien. «En el 2001 éramos vistos como personas que robaban los residuos, no se nos veía como quienes queríamos la inclusión social y luchábamos por reconocimiento y trabajo digno. Lo que permitió cambiar esto fue la organización del sector, la lucha por los derechos arrebatados, por la dignidad», plantea la actual directora nacional de Reciclado. Pero en las últimas décadas, y fundamentalmente los últimos cuatro años, cambió también la capacidad organizativa del sector. «Es muy importante destacar el rol de las organizaciones sociales en este momento, que es diferente al momento que nos tocó atravesar a nosotras. En ese momento solamente sostenían, hoy también planteamos un proyecto de país a largo plazo, donde se incluya a todos y todas, donde se reconozca a las compañeras que realizan tareas de cuidado y el rol fundamental de la lucha del feminismo popular», suma Zaracho.

Sin embargo, hasta el día de hoy, sigue habiendo determinados sectores que tratan con desprecio a los trabajadores y las trabajadoras de la economía popular. «Necesitamos que la sociedad nos reconozca como trabajadoras y trabajadores, todavía cuesta un montón que no nos tilden como planeros», advierte Naty. Además, piden la puesta en marcha de un programa nacional de reciclado con inclusión social, algo en lo que ya está trabajando Castillo desde la Dirección Nacional de Reciclado bajo la idea de articular con les compañeres de las cooperativas, que son quienes están todos los días poniendo el cuerpo en esos lugares. «Hoy me toca estar en este lugar, llevando la voz de los compañeros y las compañeras, siendo una referenta en el lugar donde trabajo y milito, y la verdad que es una responsabilidad muy grande, pero es algo a lo que tenemos que acostumbrarnos, y dejar de decir «ay, ahí vienen los militantes», nosotros también somos militantes, militantes populares», concluye Zaracho.

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