«Sentimos que Natalia Oreiro es de acá»

Antes del estreno de “Nasha Natasha”, el documental de Netflix sobre la cantante rioplatense, El Grito del Sur conversó con fanátiques ruses sobre la popularidad de Natalia Oreiro en Rusia. De "Muñeca Brava" a la actualidad, ¿por qué les fans la reciben con alegría cuando ella pisa suelo ruso?

Natalia Oreiro está en el centro de un escenario circular, tiene puesto un body plateado con flecos brillantes que acompañan los pasos de baile de la cantante cuando suenan los primeros acordes del hit que enloquece al público de Rusia. “Juraría que no sé bien lo que quiero pero sé que moriría si me quedo en la mitad”, empieza a cantar la uruguaya en uno de los recitales que dio en su gira de 2014 “Nasha Natasha” (“Nuestra Natalia”, en ruso), que la llevó por 16 ciudades en 45 días y la hizo recorrer 45.000 kilómetros a bordo del Tren Transiberiano. Este jueves, la plataforma Netflix estrena el documental de la gira, dirigido por el uruguayo Martín Sastre, que intenta explicar el fenómeno Oreiro en Rusia y cuenta la vida de la cantante y actriz.

Una muñeca muy brava

María tiene 28 años y es oriunda de Klin, una ciudad al norte de Moscú, y no sabe bien cuántos años tenía cuando vio “Muñeca Brava” por primera vez, pero sí se acuerda del casete que tenía con las canciones de Oreiro – “las de la telenovela de un lado y otras del otro lado”, recuerda- y de las “tarjetas, calendarios y stickers que coleccionaba en mi cuaderno”.

En Argentina, la telenovela se emitió en Telefe a lo largo de los años 1998 y 1999 y al poco tiempo se vendieron las latas al exterior. En Rusia, “Muñeca Brava” se llama (traducción mediante) “Ángel Salvaje”. “Fue una novedad en esos días, no era una historia típica en un contexto post-soviético. Estaba muy a la moda y había muchos actores hermosos -cuenta María a El Grito del Sur-. El papel (de Oreiro) no era el rol típico de la protagonista (de una telenovela)”.

“Muñeca Brava” cuenta la historia de Milagros “la Cholito” Espósito (Oreiro), una empleada doméstica que empieza a trabajar en la casa de una familia adinerada. Ella es buena y bella, pero también malhablada y juega a la pelota con los pibes del orfanato en el que creció. El personaje ponía así en tensión el estereotipo de femineidad que solía haber en los protagónicos de las telenovelas. Milagros se enamora de Ivo, el hijo de sus jefes, encarnado por Facundo Arana, que, por su comportamiento “masculino”, la apoda “Carlitos”.

A continuación, los spoilers: después de idas y vueltas, parejas maquiavélicas, malentendidos e identidades que se revelan (Milagros resulta ser hija de su jefe que, a su vez, resulta no ser el padre de Ivo), los protagonistas tienen su final feliz. Ivo y Mili se casan y, en la escena final, justo cuando se bajan del carruaje que los llevó de su festejo al hotel donde van a pasar la noche de bodas, a ella le cae la pelota de unos chicos que la invitan a jugar un picadito. Mili (con el visto bueno de su flamante esposo) entra a la cancha con tacos, velo y vestido blanco y hace un gol que grita desaforada. Él la mira embelesado y dice: “Te amo, Carlitos”. Fin.

Natalia Oreiro y Facundo Arana en «Muñeca Brava» (1998-1999)

“Era una heroína que planteaba todo un tema de transgénero: ella era una chica que por un momento parecía una princesa salida de un cuento, y de repente se ponía el gorrito y salía a jugar al fútbol – reflexiona Martín Sastre, que dirigió a Oreiro en la película Miss Tacuarembó, en una entrevista que dio al suplemento SOY-. Lo que pasaba con este personaje que jugaba al fútbol y que era contestatario nunca lo habían visto en la Rusia post-comunista, siendo una sociedad hasta el día de hoy muy patriarcal”.

Nuestra Natalia

La emisión de “Muñeca Brava” coincidió con una crisis económica rusa, denominada “la Crisis del Vodka”. Muches niñes se quedaban solos en sus casas viendo la telenovela mientras sus padres debían salir a trabajar. “La serie la pasaban en el canal principal de la televisión, entonces el rating era altísimo. Todos la conocíamos y crecimos junto a ella. Por eso sentimos que es de acá. Fue una parte fundamental en el crecimiento de muchas generaciones”, explica María.

Y así mismo lo afirma Oreiro cuando la entrevistan: quienes miraban la telenovela (mujeres y varones) van a verla ahora a sus shows -que rompen récord de ventas-, incluso con sus hijes. Les fans la reciben con alegría cuando ella pisa suelo ruso o viajan desde el país de Vladimir Putin hasta Argentina para llevarle regalos de todo tipo.

De la mano de la popularidad de la novela, también estaba el éxito musical: “Muñeca Brava” estaba musicalizada con las canciones del primer disco de la artista, llamado “Natalia Oreiro” y el tema principal era “Cambio dolor”. “Es mi canción preferida -admite Ekaterina (27) a este medio-. En mi primer día de escuela (primaria) la clase estaba dividida entre los que amábamos a Natalia Oreiro y los que escuchaban Britney Spears”.

Oreiro viaja a Rusia con frecuencia desde sus 20 años e incluso en 2005 vivió un tiempo allá para grabar la miniserie «Al ritmo del tango». La artista uruguaya aprendió a hablar el idioma, se pueden ver entrevistas en la televisión en las que conversa en ruso con los periodistas y escribe en cirílico en su cuenta de Instagram (que abrió durante la pandemia).

“Es casi mi segunda casa -dijo Oreiro en una entrevista-. Cuando viajé la primera vez me sentí muy sorprendida por el parecido físico que yo tenía con las mujeres rusas”. Y Katia opina igual: Natalia se ve como una rusa. “Estatura media, pelo castaño oscuro, quizás los ojos celestes o azules…es un rostro típico ruso. Ah, y la cara redonda”, describe la joven de 27 años que vive en San Petersburgo.

Oreiro honra ese parecido físico siempre que puede. En sus atuendos para recitales y videos es frecuente ver a la cantante usando distintas versiones de la kakóshnik, una tiara típica de Rusia que usaban las mujeres casadas. Pero su vestuario también le hace un guiño a su personaje en “Muñeca Brava”: remera rayada, short de jean, camisa a cuadros atada en la cintura y una gorra roja con la visera para atrás. La única diferencia con el atuendo de “la Cholito” es que esta vez la remera y la gorra están cubiertas de lentejuelas.

“Ella quiere mucho a nuestro país y acá todo el mundo la conoce y la quiere -asegura Katia- No sé cómo explicarlo, hay personas que inmediatamente te caen bien y las sentís cercanas. Y acá yo siento que ella es de mi familia”.

 

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.