«Hay que desarmar las subjetividades cínicas que en lo privado siguen reproduciendo los mandatos hegemónicos»

Parte del desafío de avanzar hacia una sociedad más justa se vincula al abordaje de las masculinidades a partir de la construcción de diversos espacios para trabajar con varones y pensar cómo fuimos educados. Ariel Sánchez, titular de la Dirección de Promoción de Masculinidades en la Provincia de Buenos Aires, cuenta el trabajo que vienen realizando en esta perspectiva.

El cambio de administración en la Provincia de Buenos Aires, tras la victoria de Axel Kicillof y Verónica Magario en las últimas elecciones, trajo la creación del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual, y con ello también la creación de la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad. Ariel Sánchez, licenciado en Comunicación, docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social y actual titular de la Dirección, conversó con El Grito del Sur acerca del trabajo que vienen desarrollando, los objetivos que se fijaron y los desafíos que enfrentan. «Los varones, sobre todo los varones cis-género heterosexuales, no han tenido una trayectoria en repensarse en términos de género, qué de todo eso que hacen tiene que ver con los guiones y con esos mandatos normativos vinculados a la estructura de género», plantea.

La Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad trabaja en dos grandes líneas: una vinculada a la promoción y la prevención, y la otra relacionada al abordaje de la violencia por razones de género, sobre todo en lo que refiere a la creación y el fortalecimiento de los espacios que trabajan con varones que ejercen violencia de género. En relación a este último eje, Sánchez cuenta: «La línea que venimos trabajando desde el Ministerio tiene que ver con potenciar los abordajes integrales, tener una mirada integral en todos los procesos de abordaje de la violencia de género y nos parecía importante trabajar con quien fue denunciado, o no, también con el que ejerce violencia». «Nos parecía importante como medida no solo preventiva para futuras situaciones, sino también reparatoria, para pensar en la responsabilización por parte de esas personas», explica. Luego refuerza: «Involucrar a quienes ejercen violencia para que repiensen sus prácticas, o quienes tienen posiciones de privilegio en la estructura de desigualdad de género, tiene que ver con no cargar todo en quien ocupa una posición de inferioridad en esa estructura o en quien está pasando por una situación de violencia de género, sino poder implementar estrategias no punitivas».

Línea telefónica impulsada desde la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad, del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires.

También vienen desarrollando campañas comunicacionales y elaborando documentos para incluir las diversas miradas sobre las masculinidades en la Educación Sexual Integral, entre otras iniciativas. Actualmente están llevando adelante la campaña #SalimosDistintos, una propuesta que ya tenían diseñada hace unos meses y que reorientaron en función del aislamiento social, preventivo y obligatorio. «Son una serie de spot comunicacionales que se orientan a repensar algunos mandatos de la masculinidad, sobre todo aquellos que tienen que ver con la complicidad machista, con cierto rasgo de autosuficiencia o potencia permanente, también lo vinculado a huir de las tareas de cuidado, a la posibilidad de desarrollar ciertas emociones, y también en poder involucrarse ante el conocimiento de situaciones de violencia de género», cuenta Sánchez. Sobre este último punto agrega: «Consideramos que ahí hay un punto fundamental que tiene que ver con los silencios y pactos dentro de los grupos de varones cis-heterosexuales, que muchas veces no intervienen ante situaciones de violencia de género o ante la reproducción de ciertos mandatos de masculinidad para no quedar aislados de ese grupo de reconocimiento».

«Ir poniendo en evidencia eso a veces requiere de estrategias comunicacionales que implican hablar con cierta lengua, que es la que circula en esos grupos, para poder desarmarlos», plantea el docente y licenciado en Comunicación a modo de estrategia para salir de la lógica endogámica en que constantemente se hablan entre los convencidos. En esta misma línea sostiene: «Es fundamental que sea un mensaje que pueda circular en un grupo de WhatsApp de varones, que no tenga tanta complejidad, que apunte también a ciertas cosas que sabemos que están molestando e incomodando». Y para ello propone hacer el ejercicio de pensar cómo apuntamos a esa incomodidad y cómo estrategicamente pensamos en construir el mensaje desde los costos que implica la masculinidad, para después pensar en la responsabilidad que tienen los varones en las formas en que se ejerce violencia sobre las personas.

La Dirección viene realizando además capacitaciones en la administración pública provincial y municipal, enfocadas en la incorporación de esta mirada en las políticas públicas y en lo que respecta a los vínculos sexuales y afectivos. «Y estamos haciendo un laburo más centrado en lo que es la política de cuidado y empezar a pensar con espacios sindicales, laborales y deportivos la mirada de ciertas referencias o referentes varones que puedan ligarse no sólo a las tareas del hogar -que también se da en condiciones de completa desigualdad-, sino al cuidado entendido en términos generales: pensar el cuidado de las otras personas y con la mirada puesta en la emocionalidad, qué le pasa a la otra persona, la necesidad de hablar y no sólo ejercer constantemente esta idea del control, que a veces aparece como protección, pero no deja de ser control sobre el cuerpo de la otra persona», suma Ariel Sánchez.

Consultado por las resistencias que pueden presentarse en algunos ámbitos o con algunos varones al momento de trabajar estos temas, el director de Promoción de Masculinidades plantea que los propios avances del movimiento feminista allanaron el camino y hoy se registra una mayor predisposición para abordar estas temáticas. Si bien reconoce que los varones no han tenido hasta el momento espacios para repensar y cuestionar su género, su sexualidad y el modelo de masculinidad adoptado, éste es un primer paso para comenzar a avanzar en ese sentido. «No se piensa muchas veces en que los femicidios y la cantidad de situaciones de violencia de género están plenamente ligadas al trabajo con esos mandatos y esa posición que fue educada y formada para que ejerza violencia de género», sostiene.

Sánchez plantea que hay otra clase de resistencias, ligadas incluso a otros sectores, que tiene que ver con la discusión acerca de si es correcto o no trabajar con los varones en esta perspectiva. «Pero una vez que se entiende como un abordaje integral y que el trabajo con varones se vincula a medidas que son también de protección para las personas que están en situación de violencia de género, ahí se comprende un poco más», repara.

Foto: Eva Cabrera
Desaprender y reeducarse

Cuando se habla de masculinidades aparece, casi como algo obligatorio incluso, la tarea de deconstruirse, partiendo de la premisa de un otro adulto ya construido, pero ¿por qué no pensar también en intervenir en aquellos espacios de formación desde donde se educa y construye ese modelo de masculinidad hegemónica? Ariel Sánchez habla sobre la importancia de incluir esta perspectiva en las escuelas, pensar la forma en que los varones construyen su masculinidad, habilitar también la posibilidad de deconstruirla y transformarla en un modelo que no obligue a los varones a cumplir con determinados mandatos, prácticas y discursos como requisito para ser leídos como «varones». Para ello propone ir construyendo un camino que vaya «generando imágenes y formas de habitar masculinidades desde la escuela». Y, en paralelo, arroja algunos interrogantes: ¿cómo se trabajan emociones? ¿se trabajan emociones de manera diferencial entre los géneros? ¿cómo se desarrolla la empatía? ¿en qué momento empieza a construirse la idea de que los varones pueden hacer ciertas cosas, las mujeres otras, o que hay solo varones y mujeres en este mundo?

«Cuando se habla de emociones no se está hablando de algo esencial, que nace de las entrañas, sino que estamos hablando de respuestas educadas. Si toda la vida te enseñaron que para ser reconocido por las otras personas tenías que ejercer violencia, vulnerar y pasivizar a otras personas, eso es una emoción educada. ¿Esto le quita responsabilidad civil o penal? No, no les quita ningún tipo de responsabilidad, pero como Estado tenemos que desarmar esos procesos por los que se fueron formando esos modos de respuesta, esas formas de negación, esa desresponsabilización y minimización de las situaciones de violencia», ensaya a modo de respuesta sobre algunos de estos interrogantes.

«Incorporar esta mirada desde las infancias tiene que ver con desarrollar subjetividades relacionadas al cuidado, y esto no tiene que ver solo con enseñar las tareas domésticas, sino con formar sujetos y ciudadanías que desarrollen la empatía, la apertura a habitar diferentes formas, a la libertad de decidir ciertas situaciones, a generar posibilidades y no solamente restringir en términos de género qué le corresponde a una persona o qué le corresponde a otra», agrega Sánchez.

Éste no es un proceso sencillo, y menos aún cómodo. El miedo a perder privilegios, como el reconocimiento de sus pares, es uno de los obstáculos que aparecen y continúan sosteniendo la estructura de la masculinidad hegemónica. «Y ahí es donde hay que empezar a profundizar. Ese temor debe sortearse, si se quiere, generando cada vez más espacios y más personas que habiten esas otras formas de construirse y de pensarse en relación a otras personas, y que sean los menos quienes no se involucran en estas políticas», propone. También advierte que «el temor a perder el reconocimiento va a aparecer en principio porque lo tenemos introyectado como varones, puesto que nos han dicho toda la vida si estábamos de un lado u otro de la frontera, si estábamos siendo verdaderamente varones o si no lo estábamos siendo».

Esto explica también por qué las transformaciones de los últimos años no tienen un mismo correlato en el ámbito público y privado. «Todavía sigue habiendo una resistencia en lo privado que tiene que ver con seguir pensando en términos externos lo que son las políticas de género, sobre todo quienes podemos llegar a ocupar lugares de privilegio en las relaciones de género», afirma el funcionario. «En lo público hoy parece que no se pueden decir ciertas cosas, pero después en lo privado se reproducen un montón de esos mandatos. Creo que como varones tenemos una tarea fundamental en ir desarmando esos privilegios y lazos de complicidad que muchas veces los sostienen», agrega Sánchez.

En ese sentido, el director de Masculinidades asegura que «en algún punto, en lo privado sigue siendo posible porque hay una red que sostiene esas formas de violencia, de desigualdad, de jerarquía, que pueden ser esos grupos de pares, el grupo de trabajo, de amigos o de compañeros del club, que con ese silencio del grupo se sigue sosteniendo esa distinción entre lo que ya no se puede hacer y lo que en realidad somos». «Me parece que esto de a poco hay que ir desarmándolo para que no se transforme en un cinismo, para que la política transformadora que se da en lo público no se transforme en subjetividades cínicas que en realidad ya saben lo que no tienen que hacer, pero que en lo privado siguen reproduciendo», plantea como una de las tareas.

«Y obviamente tendrá castigos -advierte-, así como tiene castigos cotidianos para un montón de personas que jamás pudieron habitar ese reconocimiento. Estoy hablando de personas trans, mujeres, gays, lesbianas. Empezar a comprender que parte de ese reconocimiento es lo que genera la desigualdad, la jerarquía, la exclusión y las diferentes formas de violencia hace que uno se quiera o no involucrar». Atravesar entonces esos miedos, vencer los obstáculos que se presentan y habilitar la posibilidad de perder ciertos privilegios es un proceso necesario para «ir generando esos nuevos pactos de género y sexuales, que necesitan reescribirse sí o sí, porque claramente los pactos sexuales y de género existentes terminan con la vida de un montón de personas o con personas en situaciones de vulnerabilidad».

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).