Donde viven los Monstruos

Erigido como uno de los mayores referentes de la nueva historieta argentina que surgió de las cenizas de la década de los noventa en Argentina, Salvador Sanz reaparece en la escena editorial con su nuevo libro editado por Ovni Press: Mega.

Combinando la tradición monstruosa japonesa, el horror cósmico lovecraftiano y espacios reconocibles como el montevideano Palacio Salvo, Salvador Sanz se anima a experimentar en los límites de estos subgéneros hasta lograr su propia versión. De esa mixtura nace Mega, un gigante devastador y oscuro que viene a hacer temblar el asfalto rioplatense. El Grito del Sur habló con el autor para saber más sobre el lanzamiento del libro y la mixtura entre acción, historieta, criaturas monstruosas y las ciudades del Río de la Plata como telón de fondo.

Tu nuevo libro, Mega, se lanzó el pasado 4 de septiembre, declarado en Argentina como el Día de la Historieta. La fecha conmemora el lanzamiento del primer número de El Eternauta, obra que pone en el centro de la escena la posibilidad de ubicar la acción en lugares de nuestro cotidiano. En varios de tus libros recuperás esa tradición y jugás con espacios reconocibles. ¿Qué te permite como artista tomar esa decisión?

Yo necesito, a la hora de abordar el género fantástico, un ambiente familiar. Entonces, sigo usando lugares que conozco. Cuando aparece el elemento de lo fantástico, se vuelve muy importante, muy central, y por eso suelo escatimar y mostrarlo poco. Necesito ese background reconocible que funcione como una referencia a lo real. La mayoría de mis libros transcurren en Argentina, y Mega no es la excepción. Sucede en nuestro país, tiene personajes argentinos que habitan en Buenos Aires, Rosario y esta vez también le tocó a Montevideo, en Uruguay. Quería que la acción se sintiera cercana, pero no sucediendo acá. No quería que los personajes humanos interactuasen directamente ni convivieran con las criaturas, como suele suceder en estos relatos. Me interesaba construir la sensación de un gran show televisivo, donde las personas son testigos a través de la pantalla. Al mismo tiempo, lograr que se sintiera la cercanía de todo lo que está pasando. Por eso la elección de ubicarlo al otro lado del Río de la Plata.

En Mega te animás a jugar con un subgénero poco trabajado en nuestras latitudes, como es el de los kaijus. ¿Cómo ingresaste a ese mundo y cómo fuiste moldeándolo hasta construir tu propia versión?

Hace unos diez años empecé a obsesionarme con el género. Cuando trabajé dibujando relatos de Lovecraft, dentro del género del horror cósmico, estos me llevaron a ilustrar el gigantismo, lo enorme. Con “El llamado de Cthulhu”, quería transmitir esa sensación de enormidad y ahí profundicé en el cine de Godzilla. Seguí con Gamera, Mothra y descubrí todo ese mundillo y ese subgénero que tiene sus propias reglas y códigos. Por momentos es muy limitado, primitivo, hasta infantil. Me empezó a germinar en la cabeza la idea de hacer una versión propia de todo eso y traerlo a Sudamérica, para poder contar una historia de kaijus desde mi lugar. Llevó mucho tiempo, muchos borradores y muchos cambios drásticos de guión. Me costó muchísimo encontrar eso que quería transmitir, la historia se fue depurando al hacerla. Porque, en el fondo, en estos relatos no sabemos qué tan inteligentes son las criaturas, no podemos comunicarnos con ellas y esa limitación para contar me interesó. Esos pocos elementos y esos humanos que acompañan lo que pasa, pero que no son los protagonistas, resultaron en Mega. Quedará a criterio de los lectores decidir qué tanto responde al género o si se fue a otro género al combinarlos con muchos elementos del horror y el misterio que no siempre están en estas obras.

Al igual que en otras obras, mezclás la acción con elementos filosóficos, científicos y esotéricos, que terminan decantando en dilemas éticos sobre lo humano, lo bello y los vínculos familiares. ¿Cómo concibieron esas inquietudes en esta nueva historia?

Mega es una historia de género fantástico, muy virada hacia lo esotérico y lo mágico. Es un relato bastante irracional y con poca presencia de la ciencia. Siempre está la intención de llevarlo hacia lo científico y distanciarlo de lo fantástico, pero termina en una confrontación de los dos elementos. Por un lado, están los humanos y lo que pasa por la sensibilidad del mundo infantil de una nena de seis años. Por el otro, estas criaturas misteriosas y sombrías que son casi dioses inexpresivos. Para eso, intenté alejarme de ciertos estereotipos del género, donde los niños a veces se comportan como adultos superinteligentes y los adultos como idiotas. Si bien la niña es importante en Mega, tiene seis años, sus miedos y su inocencia. No sé hasta qué punto termina de comprender todo lo que está pasando a su alrededor. Es, quizás, una de mis obras más visuales y en la que con las imágenes intento transmitir una profundidad. Como estos personajes monstruosos no hablan y no son muy expresivos, no sabemos bien qué se les está pasando por la cabeza. Con los paisajes cósmicos intenté retratar sus pensamientos y su mundo interior. Eso surgió de modo intuitivo, sin reflexionar ni razonar demasiado en eso. El aspecto filosófico, el metamensaje de la obra, pasa por la contemplación, por los silencios y las escenas mudas que se entremezclan con la acción.

Libro a libro, los lectores encontramos una constante en tu trabajo, el pasaje de claros a oscuros y finales nunca del todo felices. ¿Cómo fuiste forjando este estilo tan característico y qué podemos esperar en Mega?

Mega tiene mucho de mi estilo, ese que fui forjando en todos estos años. Se repiten algunos elementos, como los finales oscuros y las atmósferas sombrías. Pero creo que tiene otro registro, una sensibilidad diferente. Considero que este libro es el lugar en el que convergen cosas que ya estaban sucediendo en todos los anteriores. Estoy muy conforme con el resultado porque el libro resume toda mi obra al tener los elementos en los que venía trabajando. En Mega hay una evolución, además de una posibilidad de desarrollar y ampliar, porque la intención es hacer un libro más con este universo y ver hasta dónde se puede trabajar sin repetirse.

Compartí

Comentarios

Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.