La perspectiva ambiental ya no se puede ignorar

El modelo productivo vigente está conduciendo a una gran catástrofe planetaria y humana. Sin el peso del ambientalismo sobre la mesa de debate, el potencial acuerdo con China no hubiera sido cuestionado. Una conciencia contrahegemónica da cuenta que no hay desarrollo posible dentro de un ambiente devastado.

“La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con desarrollo (…) también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo”, dice Eduardo Galeano en su libro “Úselo y Tírelo”.

Con una tonalidad metafórica, en este párrafo el autor transmite la idea de que en el imaginario colectivo se considera a la naturaleza como escindida de la cuestión social. Sin embargo, la humanidad no es inmune a las alteraciones que se producen en el ambiente.

El modelo productivo vigente está conduciendo a una gran catástrofe planetaria y humana. Sin ir más lejos, el Covid-19 podría ser un ejemplo de ello, ya que gran parte de la comunidad científica afirma que su origen está vinculado a un virus de transmisión zoonótica. Por lo cual, habría una profunda interrelación entre el avance indiscriminado sobre los ecosistemas y la pandemia que estamos viviendo.

Foto: Julián Galán

En este contexto, parte del colectivo social comenzó a ser consciente de que la problemática ambiental está íntimamente articulada con lo sanitario y lo social. Esta cuestión se pudo ver materializada en lo viralizable que se volvió el hashtag #BastaDeFalsasSoluciones. La repercusión que tuvo la noticia sobre el eventual acuerdo con China, que conllevaría a la instalación de mega granjas de cerdos en Argentina, evidencia el hecho de que está emergiendo una conciencia contrahegemónica que, a diferencia de lo que planteaba Galeano, empieza a dar cuenta que la ecodependencia es intrínseca a la condición humana y que no hay desarrollo posible dentro de un ambiente degradado y devastado.

Los ejes a analizar dentro del acuerdo con China

“No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias”, es la consigna que acompaña al reclamo de #BastaDeFalsasSoluciones. Este lema merece ser analizado no únicamente como una contraofensiva hacia las implicancias del acuerdo, sino como una toma de conciencia acerca de los daños que puede causar el modelo productivo vigente dentro del ambiente y la salud humana.

Sin el peso del ambientalismo sobre la mesa de debate, el potencial acuerdo con China no hubiera sido cuestionado. Éste promete inversiones que podrían superar los u$s3.500 millones en los próximos 6 años y, en un contexto de crisis económica y de restricción externa, no se hubiese puesto en discusión el hecho de que significa una interesante oportunidad para que Argentina se consolide como un actor relevante en uno de los principales mercados de carne a nivel mundial.

Sin embargo, los asuntos ambientales están interpelando a cierta parte de la ciudadanía, lo que provoca que el acuerdo no sea visto en términos específicamente positivos. Los argumentos en contra son variados y van desde los daños ambientales que produciría hasta el potencial riesgo del surgimiento de nuevos virus.

El acuerdo del gigante asiático con Argentina surge después de dos años de que la producción de cerdos de China haya sufrido el brote de peste porcina africana, lo cual implicó el sacrificio de miles de cerdos. Esto generó una caída enorme en la producción de dicho país y lo obligó a buscar alimento por fuera de sus fronteras.

Lo que sucedió en China no fue una desgracia, sino la consecuencia directa de un modo de producción basado en el confinamiento porcino. La comunidad científica viene alertando acerca del riesgo que implica tener miles de cerdos hacinados. Este hecho produce que los animales estén estresados e inmunodeprimidos, lo cual muchas veces requiere que los mismos ingieran una gran cantidad de fármacos. Esto produce un alto contagio de bacterias o virus, con resistencia a los antibióticos y antivirales, los que podrían eventualmente (a causa de mutaciones) ocasionar un “salto zoonótico” e infectar a las personas. Bajo este argumento, surge la consigna “no queremos convertirnos en una fábrica de nuevas pandemias”.

Las enfermedades zoonóticas en la mira

En términos ambientales y de riesgos ante un eventual salto zoonótico, el acuerdo con China viene a ser una gota más en un vaso ya rebalsado. El 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, entre ellas se encuentran el SARS, el MERS, el ébola, la gripe aviar y la porcina.

Si bien todavía hay ciertas dudas sobre el origen de la pandemia actual, la gran mayoría de las hipótesis científicas indican que hay una estrecha relación entre el surgimiento del Covid-19 y la irrupción humana sobre los hábitats en donde viven especies animales.

El nuevo coronavirus tuvo su primera manifestación en un mercado húmedo de la ciudad de Wuhan, en el cual se vendían animales silvestres y domésticos para el consumo humano. Se sospecha que, al estar en contacto distintas especies, se produjo un salto zoonótico entre el murciélago (portador del SARS-Cov-2) hacia otro animal (el cual se cree que fue el pangolín) que a su vez trasladó el virus, proveniente del murciélago, al humano.

Los mercados húmedos son simplemente la punta del iceberg de un problema mucho mayor: el tráfico de especies, la industrialización animal y un modelo productivo a escala global que crece dándole la espalda a los bienes naturales comunes y a la biodiversidad del planeta. En palabras de Galeano, la cuestión se asocia a un modelo que confunde a la naturaleza con el paisaje y que no da cuenta de que la humanidad no es inmune ante el avasallamiento sobre los ecosistemas.

Al dimensionar la problemática de fondo que posiblemente esté detrás de la pandemia, se produce cierta sensación de alerta en lo que podría implicar el eventual acuerdo porcino con China. El mismo viene a traer al debate público que la cuestión ambiental es un eje que ya no se puede ignorar, no únicamente por la resistencia social que se comienza a generar alrededor de estos temas, sino por las consecuencias humanas y sanitarias que acarrea.

El desafío de construir alternativas 

Así como resulta necesario analizar el acuerdo en sus implicancias ambientales y sanitarias, también es fundamental contextualizarlo dentro del complejo escenario económico en el que se encuentra Argentina: con casi la mitad de la población bajo la línea de pobreza y con una imperiosa necesidad de divisas para el pago de la deuda. Ante esta situación, el acuerdo parece ser una respuesta para la obtención de divisas mediante la exportación de commodities.

Foto: Julián Galán

Sin embargo, al profundizar el modelo productivo dependiente que viene arrastrando Argentina (que aún no ha solucionado la problemática estructural de la desigualdad social) y al no adecuarse a las situaciones críticas que se avecinan en materia climática, desde el ambientalismo se levanta la bandera de #BastaDeFalsasSoluciones.

De todas maneras, el verdadero desafío de este movimiento no debe ser únicamente el de presentar resistencias sino el de construir propuestas que sean acordes a las necesidades socioeconómicas y ambientales. El proceso es complejo, pero se tiene que empezar a delinear para poder disputar modelos productivos y sentidos intersubjetivos, no solamente en un enclave crítico sino también propositivo.

En esta lucha de largo aliento se tienen que proyectar alternativas concretas situadas dentro del contexto argentino. Aún no se sabe con exactitud rigurosa cuáles serán las propuestas superadoras, pero en una escala de lo general, se tiene que abordar el hecho de incluir a la perspectiva ambiental como transversal en los diversos órganos en los que se toman decisiones.

Lo ambiental ya no puede ser considerado como un factor aislado. La naturaleza no es meramente un paisaje, sino que depende de ella nuestra misma subsistencia.

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