Memorias disidentes bien al sur

Memorias Disidentes Sudacas es un grupo autogestivo que se formó con el fin de visibilizar a las disidencias sexuales durante las dictaduras del Plan Cóndor. Cristian Prieto, uno de sus integrantes, habla de la necesidad de reconstruir las memorias LGBT.

“No es mi intención polemizar con los pañuelos blancos que han simbolizado la lucha de las Abuelas y las Madres, pero no puedo dejar de pensar que las historias que han mantenido la memoria activa debieron ser blanquizadas, heteronormadas y dignas de ser contadas. Dignas y desprovistas de cualquier anormalidad y de cualquier amoralidad. ¿Cómo será la memoria LGBT entonces?”, arranca la voz en off de Cristian Prieto en un video donde pasan imágenes repletas de color de las Marchas del Orgullo. Es esa voz, esa cadencia suave y constante, la que deja en claro que la resignificación de la palabra «orgullo» también es una estrategia política para revisar el pasado.

Memorias Disidentes Sudacas es un grupo autogestivo y espontáneo que se gestó a partir de la segunda edición del curso “Memorias Marikas en el culo del mundo”. Éste fue dirigido por el periodista e investigador Cristian Prieto, autor de «Fichados, crónicas de amores clandestinos». El grupo surgió con la idea de generar una campaña para el día del detenide desaparecide -30 de agosto- donde se visibilice a la comunidad LGBTQ+ de los 60’s y los 70’s. Sin embargo, teniendo en cuenta la deuda histórica al respecto, decidieron darle continuidad con el fin de recolectar registros, buscar testimonios y crear archivos.

La figura del militante de esa época fue concebida como un varón blanco, cis, heterosexual y masculinizado. Además, bajo los grandes relatos revolucionarios quedaron ocultas las microhistorias de discriminación y castigo que sufrieron las disidencias dentro y fuera de las organizaciones. Este fenómeno de borramiento tiene su contracara en la ruptura de lazos filiales, ya que al haber sido muches de elles rechazades por sus familias, no entraron en esa red de contención que las madres y las abuelas tejieron para buscar a sus hijos, hijas, nietos y nietas detenides desaparecides. “Es urgente e importante visibilizar estas vidas porque es algo de la historia en lo que no se ha profundizado hasta el momento. El año que viene van a ser 45 años de la dictadura cívico-militar en la Argentina y todavía no sabemos qué pasó con homosexuales, lesbianas, travestis y trans. Por ahora, en las reconstrucciones de las memorias el sujeto identitario por excelencia es el militante político con «o». Recién hace muy poco se ha empezado a investigar sobre la violencia hacia las mujeres, y en lo que respecta a la Justicia, a partir del 2012 se empezó a hablar de las violaciones a las compañeras”.

La primera campaña del grupo, lanzada el día del detenidx desaparecido a través de su cuenta de Instagram, consistió en la difusión de una serie de videos donde diferentes personas leían fragmentos de testimonios de desaparecides LGBT. Ahora, aunque aún es una idea incipiente, planean realizar un mapa regional de todos los países que estuvieron bajo la órbita del Plan Cóndor que acopie desde documentos, testimonios, archivos policiales y legajos hasta producciones artísticas que quedaron ocultas por la falta de registros históricos.

Si bien en nuestro país se instituyó desde hace algunos años la cifra de 30400 como gesto político, aún resulta complejo establecer un número exacto de detenides desaparecides LGBT. “En Argentina tenemos la cifra icónica de que son 400 surgida de una entrevista que le hace Carlos Jáuregui al rabino Marshall Meyer, integrante de la comisión de la CONADEP, donde explica que por presión de la Iglesia Católica se tuvieron que retirar esos legajos. Ese es el número icónico que después Jáuregui publica en el libro ‘La Homosexualidad Argentina’, pero no sabemos si esos 400 están incluidos dentro de los 30.000”, agrega Prieto, que trabajó diez años en la Comisión Provincial por la Memoria relevando el archivo de inteligencia de la Policía Bonaerense entre los años 1956 y 1998.

Si al día de hoy los cuerpos de marikas, lesbianas, travestis y trans siguen siendo los más castigados, durante la dictadura cívico-militar estas violencias hacia las identidades disidentes se volvieron mucho más encarnizadas, siendo también blancos de violaciones correctivas por su elección sexual e identidad de género.  “A través de los testimonios de travestis y trans que fuimos recolectando, sabemos que las levantaban cuando realizaban trabajo sexual y las llevaban días o semanas a los centros o comisarias donde las tenían como festines sexuales. Ellas mismas cuentan que cuando las violaban, era el momento en que descansaban los detenidos políticos. Lo mismo pasaba con los homosexuales varones, donde la tortura sexual se imprimía fuertemente en sus cuerpos dentro de los CCD”. Las travestis y trans no solo eran criminalizadas en cautiverio, sino también en las calles, donde los edictos policiales, que estuvieron vigentes hasta la década del 90, permitían reprimir a las personas por “escándalo público, incitación al acto carnal y vestir prendas contrarias al género”.

Este año, Valeria del Mar Ramírez, quien estuvo detenida en el Pozo de Banfield, será la primera travesti en dar testimonio como víctima de un centro de detención clandestina, es decir en un juicio de lesa humanidad. Hasta ahora el de Valeria es el único testimonio registrado, por lo cual este paso marca un antecedente para abrir la posibilidad de encontrar a otras de sus compañeras sobrevivientes para que den testimonio. En una entrevista, Del Mar Ramírez contó: “Me metieron en el Pozo por ser también brava con la policía. No me podían agarrar: corría, les pegaba, me tiraba entre los rosedales y los tipos decían “por acá tiene que estar el puto”. Cuando me agarraban, me daban primero que nada por puto. En esa época teníamos que ser bien machos para salir con un par de tetas y una pollera”.

Sin embargo, las violencias homofóbicas no sólo sucedían por parte de los represores sino también dentro de las organizaciones políticas, donde muchas veces expulsaron, discriminaron o intentaron ‘rectificar’ a las disidencias sexuales. Algo de esto ya queda asentado en esa época en el poema ‘Manifiesto. Hablo por mi diferencia’, del artista chileno Pedro Lemebel:

“Mi hombría no la recibí del partido/ Porque me rechazaron con risitas

Muchas veces/ Mi hombría la aprendí participando/ En la dura de esos años/ Y se rieron de mi voz amariconada/ Gritando: Y va a caer, y va a caer/ Y aunque usted grita como hombre

No ha conseguido que se vaya/ Mi hombría fue la mordaza/No fue ir al estadio”

“Se sabe que Montoneros tenía una manera de ‘reorientar’ a las personas que tenían un ‘desviación’ de tipo sexual. A veces se les pedía que entablara una relación heterosexual, que se fueran o se mudaran de localidad. En ese momento había una gran influencia de la Revolución Cubana, que consideraba que los homosexuales eran una desviación burguesa. El propio Fidel (Castro) dijo la frase: ‘La revolución no necesita de peluqueros’ y ellos fueron una vanguardia en ese tipo de política. Yo creo que es una autocrítica que tienen que hacer ahora desde la actualidad», suma el activista.

“Cómo reclamar las cuerpas de la mariconización, cómo reclamar las cuerpas en medio de los peores contextos, en medio de una sociedad donde no solo estábamos invisibles sino que eso hacía que la dictadura sea aún más cruenta hacia nosotras”, sigue el video, y en su letra retumban muchas otras voces.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios