La sala de rezos se reacondiciona y la virtualidad ¿llegó para quedarse?

Desde hoy rige la actividad religiosa en grupos de hasta 20 personas dentro de la Ciudad de Buenos Aires. El Grito del Sur conversó con representantes del catolicismo, el judaísmo y el islam, que cuentan cómo llevaron adelante sus actividades sociales y religiosas durante la pandemia.

A partir de este lunes, el Gobierno de la Ciudad habilitó la actividad religiosa en grupos de hasta 20 personas. Aunque los templos e iglesias se cerraron a partir del 20 de marzo con el inicio de la cuarentena, su actividad y acompañamiento a la comunidad nunca cesó.

El Grito del Sur conversó con representantes religiosos del catolicismo, el judaísmo y el islam, que cuentan cómo llevaron adelante sus actividades sociales y religiosas durante la pandemia de coronavirus.

“Nos cuidamos entre todos”

“No hay nada más preciado para el creyente que la vida del creyente”, dijo a este medio Mohsen Alí. Hasta marzo, contó, antes de las celebraciones “ya había 50 personas trabajando para que esté todo preparado para darle de comer, mínimo, a 400 personas” y para acondicionar la sala de rezos. Alí es sheij de la mezquita At-Tauhid de Flores y director de la Casa para la Difusión del Islam. “Dentro del chiismo (una rama del islam), pertenecemos a la comunidad alawita. Al ser una minoría dentro de una minoría, nos consideramos familia”, afirmó.

A partir del 20 de marzo, el cese de las actividades en la mezquita fue total. “Yo pertenezco a un grupo de 10 sheijes de AMBA con los que hacemos reuniones mensuales. Decidimos adoptar y respetar muy estrictamente los protocolos por tres cosas: lo primero es que somos argentinos y seguimos la ley que dicta el país; en segundo lugar, el consejo de epidemiólogos recomendó que se hiciera cuarentena y, en tercer lugar, tenemos nuestro intelecto. Todo indicaba que había que respetar las normas para no contagiar ni ser contagiado”, explicó.

A finales de abril, llegó el mes más importante en el calendario litúrgico islámico: el Ramadán. “Es un mes de intensificación de nuestra relación con Dios porque ayunamos. Con nuestra hambre y nuestra sed experimentamos el hambre y la sed de quien nada tiene -señaló Alí-. Pero también experimentamos el placer de que el intelecto quede victorioso sobre el deseo de la carne. El cuerpo te va a pedir comer, fumar, pero prevalece tu fe sobre el deseo mundanal. Hay que recordar que de este mundo nos llevamos nuestras acciones y eso dura para toda la eternidad”.

Durante el Ramadán, el horario de la ruptura del ayuno es un momento en el que las familias se juntan a rezar y comer y el día en el que termina la festividad “nos juntamos cientos de personas a rezar juntos, a dar bendiciones”. Pero la decisión de la comunidad fue respetar el aislamiento a rajatabla y así “preservar la vida”.

El sheij transmitió por redes sociales los rezos encabezados por él, solo y en la mezquita. “Es un hecho histórico y es la primera vez que tenemos que pasar por algo así. Es la primera vez que tenemos la fiesta y no podemos estar juntos, abrazarnos, compartir con nuestras familias”, sostuvo Alí.

Hace 30 años que Alí tiene el programa de radio Al-Quiblah. Durante el Ramadán, el programa se transmitió -con una cantidad mínima de personas- durante el horario que iniciaba el ayuno. “Pudimos acompañar con imagen y sonido y, con el streaming, llegar a la feligresía islámica de Argentina y de todo el mundo. Nos llegaban mensajes de Perú, Bolivia, Venezuela, Brasil, Colombia, de Europa, Norteamérica, Asia, Siria, El Líbano…Nos daban fuerzas para seguir. Todos querían sentirse parte”, afirmó. La audiencia, que rondaba las 2 mil personas, llegó a 10 mil.

En la comunidad de At-Tauhid fallecieron tres personas por coronavirus. Según el islam -y también en el judaísmo-, el cuerpo de los difuntos debe ser lavado para que se purifique antes de amortajarlo para el entierro. “La vida del creyente vale más que cualquier cosa y, para no tener posibilidad de contagio alguno, a esos cuerpos no se los lavó -explicó Alí-. Al morir en esas circunstancias se lo considera mártir. A los mártires no se los lava y es Dios quien los purifica y recompensa. Simbólicamente lo que hicimos fue tirar agua sobre el cajón cerrado”.

Debido a que las familias de los fallecidos se consideraban casos sospechosos, “fuimos representantes religiosos en un número mínimo al cementerio y nos encargamos del entierro”. “Se filmó la ceremonia y se la mandó a la familia. Y a los siete días se hace el rezo virtual del que participan la familia y los seres queridos”, afirmó el sheij. También se hace comida para repartir entre las personas necesitadas.

En las festividades islámicas es habitual distribuir comida a sectores vulnerables. “Eso es algo que no hemos cortado. Lo que cambió es la modalidad -señaló Alí-. Dios conoce nuestra fe, el rezo lo podemos hacer individual, pero no es creyente quien se acuesta a dormir con el estómago lleno mientras el vecino tiene hambre”.

Con la colaboración de la comunidad y del Ministerio de Acción Social de la provincia de Buenos Aires, crearon cajas que voluntarios distribuyen en sus autos. Los voluntarios tocan timbre, dejan la caja en la puerta y se alejan hasta que el destinatario lo retira. La comida también se reparte entre vecinos y personas en situación de calle.

Todas las actividades se mantienen a través de las redes sociales. “La devolución nos llega a través de mensajes de WhatsApp, comentarios en Facebook, Instagram -enumeró Alí-. Estamos en comunicación constante. Cuando alguien enferma por Covid, se arma cadena de oración instantáneamente. El musulmán islámico alawita tiene conciencia de grupo, nos cuidamos entre todos y vemos cómo podemos colaborar”.

La capacidad de adaptarse a los desafíos de la época

Cuando empezó el aislamiento social, preventivo y obligatorio, había cuatro familias que estaban organizando el bar/bat mitzvá de sus hijes en la sinagoga Ioná, ubicada en el barrio de Villa Crespo. “No sabíamos cuánto tiempo iba a durar la cuarentena, pero hay vivencias lindas, como el bar o el bat, que está bueno compartir con seres queridos porque tiene que ver con lo familiar, con el abrazo. Así que se empezaron a postergar muchas cosas”, dijo a este medio Uriel Aiskovich, director de sinagoga y de proyectos institucionales del templo.

Pero la virtualidad les dio “la oportunidad tremenda de hacer un montón de cosas por streaming”. “Si bien se venía haciendo, ahora había gente mucho más predispuesta”, señaló Aiskovich. Ioná ofrece, entre otras cosas, clases de cocina, talleres de escritura, entrevistas, ciclos de judaísmo y diversidad y entrenamientos físicos, además de los tradicionales servicios religiosos, como el del viernes a la noche que da inicio al Shabat.

“Con la nueva normativa que permite hasta diez personas pudimos hacer el kabalat Shabat mediante streaming desde la sinagoga sólo con músicos y coreutas, antes lo hacíamos desde nuestras casas. Es un poco más televisivo porque hay cámaras y uno tiene que imaginar a quienes están del otro lado -afirmó Aiskovich, quien oficia como rabino del templo-. Por un lado es una gran oportunidad para gente mayor, personas que tienen problemas de movilidad o que viven en otros países y que no tenían la posibilidad de acceder (a actividades y ceremonias). Hay mucha más participación desde que se empezó a hacer esto virtual”.

Foto: Cortesía lona

Esta comunidad tiene muchos adultos mayores, quienes tienen que respetar el aislamiento. Para ellos, la sinagoga dispuso un sistema de acompañamiento para garantizar que sus necesidades estén cubiertas y, además, se armaron kits de comida para aquellos que lo necesiten.

En el caso de las personas que fallecieron durante la pandemia, Aiskovich lamentó que no pudieran “tener una ceremonia de entierro” tradicional y que cambió “eso que para nosotros era tan marcado”: el abrazo. “Ahora empezamos a hacer ceremonias de recordación por Zoom y es algo cada vez más frecuente”, detalló.

El 18 de septiembre comenzó Rosh Hashaná (Año Nuevo), la primera de las Altas Fiestas (Iamim Noraim) del calendario hebreo. “No es lo mismo la cámara que tener a mil o dos mil personas ahí, conectando con una energía especial. Para Rosh Hashaná y Iom Kipur (Día del Perdón) hacemos streaming por Facebook y la gente se puede anotar para seguir el evento y los rezos de forma digital. No es lo mismo, pero poder hacer esto en vivo tiene algo de no renunciar y saber que estamos en el mismo momento conectando con la gente”, reflexionó Aiskovich.

La prioridad de la comunidad, subrayó el director de la sinagoga de Ioná, es no movilizar a las personas ni “nada que implique un riesgo” porque aunque “se saben más cosas de la pandemia, la situación no está mejor”. “Nuestra prioridad es la salud -aseguró el director del templo-. El judaísmo ha sabido adaptarse a los desafíos de cada momento, a distintos países, a la diáspora y se puede adaptar a la pandemia, no es algo que está sólo en la sinagoga. La esencia del judaísmo está en sus valores y uno de ellos es el cuidado de la vida”.

“Lo que nunca se cortó fue la caridad”

Alejandro Vignale es párroco en el santuario de San Cayetano, en el barrio de Liniers. Todos los 7 de agosto, miles de fieles asisten al lugar a postrarse ante el santo del trabajo y llevan estampitas con espigas de trigo. Pero este último fue distinto y la misa fue virtual. “Le pedimos a los santuarios que nos mandaran saludos en video, le hicimos reportajes a curas y laicos que pasaron por casa y después hacíamos bendiciones y responsos para la gente que murió solita”, contó Vignale a este medio.

El párroco relató que, un mes antes de San Cayetano, empezaron a contactarse con medios de comunicación “para pedirle a la gente que no venga”. “Había que adaptarse y armar algo para la gente. Lo natural para uno es estar entre la gente, tener un escenario en la puerta, misas multitudinarias, que toquen el santo. Y tenía que ser todo al revés”, afirmó.

Con la ayuda de la Secretaría de Culto de la Ciudad lograron hacer una transmisión por streaming. “Si uno se fija en los números de Facebook, hubo mucha gente esos días y el 7 explotó. En Infobae, había 52 mil personas mirando la transmisión de (el arzobispo de Buenos Aires, Mario) Poli. Y la nuestra, que tenía un límite de 25 mil, colapsó”, aseguró el párroco.

“Lo que acá nunca se cortó fue la caridad -señaló Vignale-. San Cayetano es una referencia nacional de caridad con el comedor, la ayuda a otros barrios y villas. El comedor funciona de lunes a viernes y en seis meses pasamos de 200 a 700 personas que vienen a buscar sus viandas. También incluimos sábados y domingos, pero cortamos el domingo hace dos semanas y damos un refuerzo los sábados”.

Todas las actividades presenciales en San Cayetano se encuentran suspendidas, las puertas están cerradas y “sólo transmitimos (misa) por redes sociales”. “A alguna que otra persona viejita se le llevó la comunión o, si necesitaban la extremaunción, algún cura iba a la casa. Hasta de la curia eximen a la gente del precepto de asistir a misa el domingo. Al no ser un tiempo común, no corren esas cosas”, afirmó Vignale.

Uno de sus amigos trabaja como capellán en un hospital. “Me contaba que todo es muy doloroso porque mucha gente murió sola o sin la posibilidad de que los parientes estén cerca”, lamentó el párroco. La reglamentación de los cementerios cambió en estos seis meses. Ahora permiten que asista un sacerdote “con todos los recaudos, capilla cerrada y sin juntarse gente”.

A mediados de septiembre, el arzobispo Poli anunció que la peregrinación a la Basílica de Luján de este año (que iniciaba el 3 de octubre) se hará de forma virtual. “(El santuario) queda justo atrás de donde sale la peregrinación, entonces siempre nos piden el espacio para muchas cosas. La gente del interior sale desde acá y antes dejábamos abierto toda la noche con algún seminarista así se podía rezar en cualquier momento”, recordó Vignale. Para el próximo 3 de octubre, se filmará una “salida virtual con el templo cerrado”.

Las redes sociales sirvieron para mantener el vínculo con los fieles. Los seminaristas de San Cayetano hicieron un programa que se emite martes, jueves y sábado con contenido “de Biblia, de pastoral y de fe”, llamado La Puerta Entreabierta. “Porque estamos cerrados, pero comunicados y es otra manera de poder acompañar”, explicó el párroco. Además, responden comentarios y mensajes que les llegan.

“Todo esto ayuda a que llegue mucha gente, pero me queda la duda del que no tiene Internet y que hay gente que está sola a la que quizás no podés llegar. Es importante que uno te avise, que puedas llevarle una bolsa de alimentos, llamarlos, escucharlos. El dolor máximo es ese: que alguien esté solo y nadie se dé cuenta. Poder llegar a todos sería una corona de la caridad y creo que se intentó por varios lados”, concluyó Vignale.

 

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.