«La mujer migrante sufre y es emprendedora al mismo tiempo»

Verónica Jaramillo es colombiana, abogada y docente de la Especialización en Migración y Asilo en la UNLA. En el Día del Inmigrante, habló con El Grito del Sur sobre cómo afecta la desigualdad estructural a las mujeres migrantes y aseguró que el avance de las derechas xenófobas representa una pandemia dentro de otra pandemia.

La situación de les migrantes no sólo es crítica en el contexto de la pandemia, donde a muches se les puso trabas o se les negó la posibilidad de acceder a los subsidios estatales, sino que a esto se suma el acumulado de cuatro años de macrismo donde debieron enfrentarse al DNU 70/2017 que solo buscó perseguirles y estigmatizarles. En Argentina, el 54% de les 2,2 millones de migrantes son mujeres, y son ellas las que enfrentan las mayores desigualdades, sometidas a una pobreza estructural, mayor informalidad laboral y violencia de género. Verónica Jaramillo es colombiana, abogada, coordinadora académica de la Maestría en Políticas Públicas y DDHH de la UNLA y docente de la Especialización en Migración y Asilo. En el Día del Inmigrante, Jaramillo habló con El Grito del Sur sobre la feminización de la migración, la situación de la población trans migrante y la avanzada de los movimientos xenófobos.

¿Cómo es la situación de las mujeres migrantes hoy en nuestro país?

Al hablar de migrantes no se puede pensar en un solo término que nos encarne a todas. Las que están trabajando desde su casa deben estar pasándola mejor que las que no tienen nada. Las cifras en la Argentina muestran que hay una gran cantidad de mujeres migrantes jefas de hogar y que el 90% de ellas están atravesadas por una pobreza estructural, por lo que son las más golpeadas en este contexto. Después están las trabajadoras de casas particulares migrantes, de las cuales muchas se quedaron sin trabajo o se les dejó de pagar a pesar de estar registradas en algunos casos. Además hay que tener en cuenta que el 80% del trabajo doméstico es informal; por eso como no hay límites entre lo privado y lo público -que es el gran tema del feminismo- se vuelve mucho más difícil recibir las ayudas del Estado. De este cúmulo de mujeres hay nacionalidades que están más sobrerrepresentadas. En Argentina se calcula que hay un millón de mujeres trabajando en el sector de casas particulares, de éstas aproximadamente el 16% son migrantes y la mayoría son paraguayas, peruanas y bolivianas. Estas son las tres nacionalidades donde más va a impactar la crisis.

Esto además de la herencia que dejó el macrismo…

Si, a esto se suma la situación de irregularidad migratoria en la que muchos migrantes están desde los últimos cuatro años, donde se privilegió la criminalización por sobre la regularización. Entonces hay un grupo grande de gente que no tenía documentación y, cuando llegó la pandemia, no pudo tener acceso al IFE ni a ningún otro beneficio estatal. Hay muchas personas que cumplen con los requisitos que pide el IFE (al menos dos años de residencia), pero igual quedaron en los márgenes. Esta informalidad  estructural no es nueva pero ahora estalló en la cara de muchas personas, porque el darse cuenta de que un papel era tan importante develó toda una trama de exclusión de hace muchos años.

Muchas veces las mujeres encuentran en la migración una escapatoria de contextos que las oprimen, pero al mismo tiempo llegan a lugares hostiles. Esto tiene que ver con algo de lo que decís de la figura de la «mala madre» que abandona a sus hijos, pero al mismo tiempo estando afuera les hace llegar dinero. ¿Cómo es esto?

Las dos cosas pasan a la vez, no es una u otra. La mujer migrante sufre y es emprendedora al mismo tiempo. La migración tiene la potencialidad de empoderar a las mujeres y muchas veces les da autonomía económica por primera vez, especialmente a las que vienen de la ruralidad y el marido les manejaba el dinero. Por eso, cuando llegan al país siendo la primera generación de migrantes y empiezan a tener el manejo económico, hay una reconfiguración de los roles que tensiona la figura del macho proveedor y muchas veces desemboca en violencia por razones de género. Por otro lado, se las tilda de «malas madres», lo que es fatal porque parece como si los padres nunca se tuvieran que hacer cargo de sus hijos. Finalmente las abuelas son las que se terminan haciendo cargo, es decir, de nuevo hay una mujer cuidando en el origen y otra mujer peleando por dinero en el destino. La migración en Argentina está feminizada, hoy podemos decir -que de los 2,2 millones de migrantes que hay- un 54% son mujeres. Esto ya nos da un indicio de por qué eligen este país, qué están viendo y cuáles son sus posibilidades de pensarse en otros lugares donde sean capaces de llevar a cabo un proyecto propio, lo que no es nada fácil.

¿Cómo es la situación de las migrantes respecto a la violencia de género?

Las migrantes, como las nacionales, estamos en otra pandemia que es la de la violencia de género. Las cifras de femicidios entre los migrantes son muy altas: según el Ministerio Público Fiscal, sólo en la Ciudad de Buenos Aires, del total de 56 mujeres asesinadas entre 2015 y 2018, el 43% eran migrantes. De éstas, 18% eran de nacionalidad paraguaya, 5% boliviana, 4% italiana y 4% brasileña.

Sos profesora universitaria. ¿Cómo ves el acceso de las mujeres a la educación?

Es otro sector feminizado, por lo menos en la educación superior. Muchas mujeres vienen a estudiar a la Argentina, algunas se quedan y otras no. Como pasa con las argentinas, en casi todas las carreras hay mayoría de mujeres; respecto a las migrantes hay un 5% en las universidades. Pero lo que me parece muy importante destacar es que la riqueza de aprender de otras latitudes es inmensa y eso no se puede perder de vista. Salir de mirarse el ombligo y entender que pasan cosas en otros lugares es importante y enriquece mucho a la universidad. Cada migrante trae una valija llena de riquezas porque tiene otra forma de ver el mundo y otra cosmovisión. Creo que tiene que haber una política más activa para traer estudiantes al país.

¿Qué pasa con la población migrante trans?

Ese es el tema más complejo, criminalizado e invisibilizado de este momento. La población trans ahora más que nunca está en los márgenes, fuera de todas las normas. No tienen DNI desde hace muchos años porque su identidad autopercibida ha sido negada y, como están criminalizadas, no pueden hacerlo. En Argentina, si cometiste un delito no podés regularizarte, eso te lleva a estar en la clandestinidad toda tu vida y permite los abusos policiales. Es muy triste porque muchas están sin trabajo, sin comida, con enfermedades que necesitan ser atendidas y no tienen DNI para ir a un hospital. Hay situaciones donde el abandono es total. Además no sabemos cuántas hay, no hay un registro en el Estado que nos diga cuántas personas trans migrantes residen en el país; eso nos da cuenta de que no existen para ellos.

Nuestro mundo está cada vez más globalizado pero en los últimos años, con el avance de las nuevas derechas, también se recrudeció la xenofobia. ¿Cómo podemos leer este fenómeno?

Siento que, mientras vivimos una pandemia por temas médicos, hay una pandemia mundial de xenofobia. Hay muchos países en este momento que están viviendo tensiones y resurgimientos de grupos neonazis, nacionalistas y xenófobos. Es muy preocupante porque nosotros ya sabemos en qué termina esto, si algo nos enseñó el nazismo es que el origen de todos los males viene de esos nacionalismos y por eso es muy importante no perderlo de vista.

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El Grito del Sur es un medio popular de la Ciudad de Buenos Aires.
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