«Detrás de los incendios hay intereses económicos con una misma matriz de maldesarrollo»

En una charla con El Grito del Sur, el abogado ambientalista analiza la tragedia ambiental que estamos viviendo, el vínculo entre la política y los lobbies empresariales, la inserción de la juventud en el activismo ambiental y la posibilidad de una Ley de Humedales. "Quienes defienden la destrucción de la naturaleza deben pagar un costo político y social", señala.

Arde América Latina. A lo largo de este año el foco de atención estaba puesto exclusivamente en la lucha contra la pandemia, pero de pronto densas cortinas de humo cubrieron el cielo y llamas al rojo vivo se esparcieron en forma inocultable por diferentes puntos del continente, desde Argentina hasta México. Un mapa satelital, que alertó a muchos distraídos y distraídas, mostró la cruda realidad e identificó los humedales más afectados: el Pantanal que cubre Brasil, Bolivia y Paraguay, pero también la zona argentina del Delta del Río Paraná y la Ensenada de Rionegro en Colombia, entre otros. Si algo le faltaba a este 2020 marcado por el desastre sanitario, era la propagación de incendios que operan en perjuicio de la biodiversidad, el ciclo hidrológico, el clima y la salud de la humanidad entera.

En Argentina, la fuerza imparable de la nueva camada juvenil que hoy denuncia el cambio climático y la destrucción del ambiente no puede explicarse sin hacer alusión a las y los referentes sociales que dieron la pelea en territorios afectados y pusieron sobre la mesa durante las últimas dos décadas las nefastas consecuencias de la matriz extractivista en la generación de conflictos socio-ambientales. Uno de ellos es Enrique Viale, miembro fundador de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas y co-autor junto a la socióloga Maristella Svampa de los libros «Maldesarrollo. La Argentina del extractivismo y el despojo» (2014) y «El colapso ecológico ya llegó. Una brújula para salir del (mal) desarrollo» (2020). Precisamente, éste último fue publicado dos semanas atrás dando cuenta de la crítica situación ambiental que se vive frente a la indiferencia de los gobiernos de distinto signo político.

«Si bien el título del último libro es bastante fuerte, tratamos de salir del pesimismo y rescatar las alternativas que existen para salir del maldesarrollo», cuenta en diálogo con El Grito del Sur. A lo largo de casi media hora de charla, Viale analiza la tragedia ambiental que estamos viviendo, el vínculo entre un sector de la política, la Justicia y los lobbies empresariales, la inserción de la juventud en el activismo ambiental y la presentación de iniciativas parlamentarias que alteran el ánimo de los impulsores del agronegocio en nuestro país.

¿Qué consecuencias trae en lo concreto una situación de colapso ecológico?

Hoy estamos viviendo una crisis sanitaria provocada por un virus zoonótico que salta de los animales a las personas como consecuencia de la degradación ambiental. Está íntimamente relacionada una cosa con otra. Los mapas de la pobreza siempre coinciden con los mapas de la degradación ambiental: a mayor degradación ambiental, mayor desigualdad social. La problemática de conseguir una tierra para vivir, o de quien reside en zonas inundables y más precarias, se acentúa a partir de un colapso ecológico. Por eso la justicia social está relacionada con la justicia ecológica.

¿Cuál es tu visión sobre la propagación de incendios a lo largo y ancho del continente?

Nuestra lectura es muy concreta. Tenemos que dejar de pensar en el grosor de la manguera de quienes van a apagar los incendios y abordar lo que estamos haciendo mal. Detrás de estos incendios existen grandes intereses económicos con una misma matriz de maldesarrollo: el agronegocio en el Delta del Paraná y la especulación inmobiliaria en Córdoba, por ejemplo.

¿Qué intereses están en contra de que salga una Ley de Humedales en nuestro país?

Hay un viejo dicho que dice: pegarle al chancho para que aparezca el dueño. Fijate quiénes fueron los que se quejaron con la posibilidad de una ley que proteja los humedales, que no prohíbe actividades ni nada sino que resguarda a estos ecosistemas tan frágiles. Uno de los sectores fue la Sociedad Rural Argentina a través de su propio presidente diciendo que esto era un ataque y cuestionando la ley. Pero tenés todo el abanico en contra de la Ley de Humedales: el agronegocio, la especulación inmobiliaria y la minería. Un triple lobby muy poderoso que tiene su propio ventrílocuo en la Cámara de Diputados y Senadores, que principalmente responden a ellos. En 2013 y 2016 la Ley de Humedales tuvo media sanción, pero ambas veces fue descartada en la Cámara de Diputados. Los diputados y senadores deben empezar a decir dónde están parados: si del lado de la destrucción de los humedales o de su conservación. Esa es la definición clave en este momento. En un momento de incendios generalizados, hay que poner las cosas en su lugar. Defender la destrucción de la naturaleza debe tener un costo político y social.

El diputado Máximo Kirchner presentó un proyecto de ley para proteger ecosistemas víctimas de incendios intencionales. ¿Sería un avance en caso de aprobarse?

Es un proyecto que está bien y ojalá pronto se apruebe, pero es insuficiente. El mismo día en que se presentó este proyecto de ley, el Gobierno le bajó tres puntos las retenciones al campo. Justamente a los sectores que están provocando estos incendios. Necesitamos una reflexión de fondo sobre qué está detrás de todo esto, que son los modelos de maldesarrollo. Queremos salir de esto, por supuesto de manera transicional, pero es algo muy importante.

¿Cómo observás este cambio generacional que muestra a cada vez más jóvenes como intolerantes a la depredación del ambiente?

Lo vemos con muchísimo entusiasmo. La irrupción de las y los jóvenes es algo esperanzador. Me parece que el movimiento ambientalista está en un tiempo bisagra, como lo estuvo en su momento el movimiento feminista que decidió salir a las calles y fueron cientos de miles, incluso millones. Aunque hoy estamos en pandemia y esa posibilidad es más difícil. Hoy el movimiento juvenil quiere tomar el futuro en sus manos y me parece muy bien.

¿Esto genera una nueva correlación de fuerzas para terminar con la alianza entre un sector de la política, la Justicia y los lobbies empresariales?

A mayor extractivismo, menos democracia. El extractivismo no es sólo un sinónimo de degradación ambiental, sino que te baja la democracia a una mínima intensidad. Confrontar contra esto es una tarea del movimiento ambiental, no es para nada sencillo pero en cuanto haya un mayor compromiso se va a saber si los diputados responden al pueblo o a las corporaciones.

¿Cómo se hace para terminar con la tensión entre ambiente y desarrollo?

No existe esta tensión, es una mentira al menos en Argentina. Todas las actividades extractivistas se llevan a cabo casi sin ningún tipo de límite ambiental. El agronegocio a partir de la soja transgénica se llevó puesto ocho millones de hectáreas de bosque nativo en los últimos años. El fracking avanza en la Patagonia, no hay límites en la Argentina. En la Cordillera la mega-minería se sigue llevando adelante. Es mentira lo de la tensión, tenemos a la mitad de los pibes bajo la línea de pobreza teniendo un modelo extractivista. No es que somos pobres porque hay regulaciones ambientales en Argentina, eso es un disparate. La solución no es acrecentar lo que nos trajo hasta esta situación.

¿Cuál es la salida al modelo extractivista?

Con Maristella venimos planteando la necesidad de firmar un nuevo pacto eco-social y económico, donde estén vinculadas la justicia social y la justicia ecológica. Tenemos que enfrentar la desigualdad en América Latina a partir del ingreso ciudadano y el impuesto a las grandes riquezas, pero a la vez hay que realizar una transición socio-ecológica radical. No se puede concebir la justicia social sin la justicia ecológica.

 

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.