Infancias robadas por el mercado

Más de siete millones de niños y niñas trabajan en el campo y la ciudad a nivel nacional. Frente al reciente aumento de la pobreza producto de la pandemia, una docente porteña decidió explicar el trabajo infantil en el marco de sus clases virtuales a alumnos de sexto grado.

En una de las clases por Zoom de sexto grado, Gabriela, maestra de Ciencias Sociales, le propone a sus alumnos y alumnas hablar del trabajo infantil en el marco de la Segunda Revolución Industrial.

-¿Ustedes creen que los niños hoy trabajan?-, pregunta la docente.

Algunos dijeron que no, otros que sí.

-¿Y por qué hay algunos niños que hoy trabajan?-, invita a pensar Gabriela.

-…

-Bueno, seguro algún chico trabaja porque quiere-, aventura uno de los alumnos.

-No, ningún chico trabaja porque tiene ganas de trabajar-, dice tajante Santino.

Gabriela pide entonces a los niños y niñas que busquen un artículo periodístico que hable sobre trabajo infantil en la actualidad. También los manda a hacer un afiche sobre el tema que tendrían que exponer la semana siguiente en un encuentro de Zoom.


“Dentro de los contenidos de la currícula para sexto grado, en el área de las Ciencias Sociales, está la Segunda Revolución Industrial -explicó Gabriela a El Grito del Sur-. Ver este proceso permite hablar de cómo se organiza el Estado Nacional de la República Argentina. Pero tenés que arrancar de una manera para trabajar y hacer la bajada pedagógica para llevar a un niño a ese momento”.

En quinto grado, los alumnos vieron la Revolución de Mayo y este año abordan cómo Argentina se insertó en la división internacional del trabajo. “Y cuáles son los sujetos históricos que surgen: la burguesía y el proletariado. Los campesinos son expulsados de las tierras que trabajaban, son absorbidos por el proceso económico y pasan a ser proletarios”, detalló Gabriela.

En el caso de los niños, añadió la docente, “al no haber escuela y no estar en una clase privilegiada, también tienen que salir a laburar”. “Vimos que se trataba de familias pobres que, al estar inmersas en una situación en la que no se llega a fin de mes y padres con sueldos bajos o no dignos, los chicos tenían que incorporarse a la fuerza de trabajo”, subrayó Gabriela.

Según Santino, la maestra les enseñó que en la Inglaterra recientemente industrializada, “los niños trabajaban desde los seis años”. “También nos enseñó que en Argentina hoy se puede trabajar a partir de los 16 -dijo a este medio-. Y que los niños tenemos derechos: a comer, a estudiar, a jugar, a divertirse, a aprender, a ser amados y a tener una familia”.

Gabriela se valió de recursos audiovisuales para graficar los efectos que tuvo ese proceso histórico: la clásica escena de “Tiempos Modernos”, donde Charles Chaplin queda tan alienado de ajustar tuercas en la fábrica que continúa haciendo el mismo gesto incluso después del horario laboral, y “Oliver Twist”, la obra de Charles Dickens que narra la pobreza sufrida por un niño huérfano en la Londres industrial.

De acuerdo a la Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (EANNA) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), entre 2016 y 2017 -último dato conocido-  se registraron 7.648.231 niños y niñas de entre 5 y 15 años que trabajan tanto en el campo como en la ciudad a nivel nacional.

“Los niños no trabajan porque les gusta, los obligan a trabajar -afirmó Santino-. Eso está mal porque los niños merecen tener una educación decente y no trabajar como si fueran adultos o mayores”.

Enseñar este tema -y cualquier otro- durante la pandemia tiene sus dificultades. En esta escuela de gestión pública, ubicada en el barrio porteño de Caballito, en sexto grado hay 54 alumnos. “Dentro de esos, solo se conectan 30 a los Zoom y tenemos un universo de 10 niños que recién se animaron a hablar”, lamentó Gabriela.

Al haber tenido pocas clases presenciales antes del inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio, la maestra señaló que “los niños no pudieron conocernos bien y entrar en confianza”. Al principio, la tarea se mandaba a través de un blog y cuando empezaron con las videoconferencias, las docentes implementaron juegos y actividades para que los alumnos y las alumnas se animaran a participar en las clases.

“Muchos no pueden participar porque tienen a la madre al lado que trabaja en ventas y tiene que hacer silencio, otros tienen hermanitos que no los dejan escuchar o se asoman en la clase, no todos tienen una habitación donde hablar y comparten los espacios de la casa. Empezás a ver chicos, chicas, chiques con un universo, una historia. Detrás de cada una de esas caritas hay un quilombo grande”, describió Gabriela. De algunos de los niños y niñas que perdieron la conexión con la escuela, las docentes no saben nada.

“Teníamos que hacer un cartel que dijera: ‘No al trabajo infantil’, pero podías agregar lo que quisieras, como ‘no al trabajo infantil, sí a jugar y estudiar. En la pantalla expusimos los carteles y hablamos un poco de eso», contó Santino.

Para Gabriela, lo más importante es lograr generar en sus alumnos “empatía por los niños que están en la calle, que no se criminalice la pobreza”. “La empatía con ese niño que no tiene la posibilidad de ir a la escuela y tiene que salir a la calle. El trabajo del docente es multiplicar, sensibilizar y formar a niños que tengan y no pierdan la sensibilidad de importarles el otro”, aseguró.

Santino, por su parte, opinó que “sí sirve hablar de este tema en clase”. “Porque hay familias que no les interesa hablar de este tema. Somos grandes y tenemos la capacidad de comprender que ellos (los niños que trabajan) podrían estar en sus casas estudiando y merecen tener una educación completa al cien por cien”, concluyó.

 

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.