«Tenemos que asumir el desafío de reflexionar sobre masculinidades con todos los varones»

Lucas Grimson es militante de Nueva Mayoría e integrante del espacio de masculinidades “Desarmarnos”, pero fundamentalmente un ejemplo de que la política joven pisa cada vez más fuerte y disputa sentido en la sociedad. En un diálogo con El Grito del Sur habla de la deconstrucción de los varones militantes, el rol de la juventud en la política y los ataques en redes sociales.

¿Juventud mata rosca? Con la pregunta se escuchan risas detrás del teléfono, porque Lucas -más conocido como Luki Grimson- es un ejemplo de que hay una nueva generación que viene a disputar la definición tradicional de política como negociaciones a puertas cerradas, especulaciones de unos pocos y luchas de ego. Este joven es uno de los referentes de la marea que si bien tomó el impulso con el voto a los 16, terminó de forjarse años después, teñida de verde y levantando reclamos como la educación sexual integral, el derecho al aborto y el cuestionamiento al adultocentrismo.

Quien comenzó militando en el centro de estudiantes del ILSE ahora tiene 19 años, estudia Ciencias Políticas en la UBA, integra Nueva Mayoría en el Frente Patria Grande y participa del espacio de masculinidades “Desarmarnos”, desde donde intenta responder preguntas incómodas como las que vendrán a continuación. En un diálogo cómplice con El Grito del Sur, Luki hablará sobre si la deconstrucción de los varones militantes es realidad o pose, de la juventud en política y de los ataques en redes sociales que sufrió luego de utilizar el lenguaje inclusivo en el reporte diario de casos de COVID-19 en televisión.

¿Qué significa para la juventud entrar en política?

Primero que nada significa un desafío porque implica dedicarte a hacer un recorrido que muchas veces no está predeterminado, pero que también está predeterminado y hay que romper esos mandatos internos. Dedicarse a la política y la militancia es hacer un camino y trabajar para construir un significado individual y colectivo a la vez.

¿Y para la política tradicional que ingrese la juventud?

Para la política tradicional, la entrada de nuevas generaciones necesariamente trae transformaciones y cuestionamientos porque se rompen ciertas estructuras y se profundizan muchas discusiones. Yo creo que la molestia se da porque nuestro planteo implica para esas personas cambios o discusiones sobre lo que la política tradicional quiere reproducir. Sin embargo, hay muchos jóvenes que también son parte de esa política tradicional y no consideran que haya que terminar con las formas establecidas.

¿La rosca murió con la política joven?

No, y sinceramente me costaría afirmar que la rosca se transformó. Hoy nos proponemos generar una política diferente, pero es un desafío del día a día y quedan muchas estructuras estáticas. Está bien la pregunta para pensar si la nueva política implica que no va a existir la rosca o si la rosca es algo necesario y podemos transformarla. También sirve para pensar en nuestras estrategias políticas y cómo configurarlas.

Formás parte de “Desarmarnos”, la plataforma de masculinidades de Nueva Mayoría. ¿Creés que los espacios de masculinidades logran deconstruir el machismo entre y de los militantes varones (específicamente los que no están involucrados en estos espacios) o solo responden a un parámetro de lo que es políticamente correcto?

(Jajaja, que pregunta) Una autocrítica que nos planteamos muchas veces desde los espacios de masculinidades es que quienes estamos interesados y nos juntamos a charlar, muy fácilmente caemos en cerrarnos entre nosotros mismos. Tenemos que asumir el desafío de reflexionar con todos los varones, no porque haya un grupo de interesados que sepan más y tengan que educar a los otros, sino porque queremos cambiar las cosas y eso no vamos a lograrlo solo entre nosotros. Ahí lo colectivo es fundamental y por eso es necesario pensarlo desde lo concreto y lo cotidiano. Creo que desarmar muchísimas cuestiones de lo que significa el macho varón militante implica pensar qué cosas de este mandato todavía reproducimos cada uno de nosotros en nuestras militancias y buscar cambiarlas. Si encontramos que para algunos es más difícil hablarlo por ciertas barreras, es necesario desarmar esas barreras y ver qué cosas inciden.

Siempre se habla de EL LUGAR de los varones en el feminismo y de si nos están robando protagonismo, pero no se puntualiza en cuestiones concretas. En por qué todavía un chabón se sigue sacando el forro, en qué responsabilidad tienen ellos cuando sucede un aborto. Se siguen naturalizando microviolencias e invirtiendo tiempo en hablar de si en la lucha son protagonistas o víctimas…

Para sumar otro ejemplo se puede hablar de las licencias por paternidad, donde hay muy poco activismo por parte de los varones para empujar políticas en ese sentido. Creo que de alguna manera algo de la pregunta del lugar de los varones en el feminismo nos mete en debates que no permiten trabajar en cuestiones concretas de las que nos tenemos que hacer cargo. Cuando lanzamos “Desarmarnos” nos propusimos como desafío invertir la pregunta y, en vez de plantear cuál el lugar de los varones en el feminismo, cuestionar cuál es el lugar del feminismo en los varones.

Entonces, ¿qué repercusión generó la entrada de tantas pibas en la política?

Hay dos cuestiones que yo pienso un tanto desde adentro y un tanto desde afuera. Creo que es muy distinto en cada organización, pero sin duda hay algo más general de que durante estos últimos años en los espacios de conducción -que históricamente estaban ocupados por varones- ahora están las pibas. Tenemos que hacernos cargo de que esos ingresos implican un retraimiento para muchos varones y el desafío de pensar cómo seguimos militando sin las lógicas machistas y violentas. La otra cuestión es que esta transformación fue dirigida por las pibas y es interesante escuchar eso de la voz de ellas.

Por otro lado, sufriste un ataque en redes cuando usaste el término “les pibis” en el reporte diario de los casos de COVID-19. No vamos a contestarle a los trolls, pero si me interesa pensarlo en relación al fenómeno de los escraches en los colegios…

Con los escraches me surgió hablando con compañeras es que, más allá de los casos específicos, hay que pensar que éstos están enmarcados en el suceso de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, es decir que tienen que ver con una exigencia de justicia frente a la falta de respuesta institucional. Creo que los escraches en colegios secundarios también surgen por eso, por la falta o la deficiencia de espacios institucionales para abordar las violencias de género. Ahí, y en conexión con lo otro, hay una necesidad de pensar la potencia de las redes sociales y lo que implica el mundo virtual en nuestras vidas. Respecto al lenguaje inclusivo, creo que la respuesta reaccionaria viene por el lado de que a mucha gente le incomoda porque quieren ponernos un límite de hasta dónde podemos llegar con las transformaciones a las que apuntamos. Es como que todos y todas se puede aceptar, la x está bien, pero la E termina molestando porque quieren marcar que nos estamos pasando de la raya y de alguna manera es verdad, queremos profundizar muchas cuestiones y -como dijo una vez Vicky Freire- correr el límite posible. También hay que pensar que la respuesta reaccionaria en contra de la juventud viene en parte desde la juventud y ahí hay una disputa por el sentido en las mismas redes que también tenemos que dar.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios