Quedate tranquilo, Quino te espera

El pasado 30 de septiembre, mirando la inmensidad de la Cordillera de los Andes desde su casa en Rincón de Araoz, falleció Quino, probablemente el humorista gráfico más importante de la historia de nuestro país. A un mes de su muerte, recordamos al historietista argentino con un texto sobre Quino sin Mafalda.

Con una carta fechada en marzo/abril de 2009, Quino anunciaba a los lectores de la Revista Viva la interrupción de su trabajo como historietista. Pese a la “asombrosa actualidad” que él mismo decía contener su trabajo, prefirió frenar y buscar nuevos enfoques. Esa promesa de sólo una “ausencia temporal” se tradujo en el retiro definitivo de uno de los más grandes artistas gráficos que el mundo ha podido disfrutar.

A partir del momento en que Quino deja de producir sus tiras e ilustraciones de humor, comienzan las retrospectivas, homenajes y reconocimiento. Paseando con Teresa Parodi por la multitudinaria Comicópolis, festejando los 50 años de Mafalda en el Museo del Humor o recibiendo el título honoris causa de la Universidad de Cuyo, los últimos años fueron para recibir una mínima parte de lo que durante más de cinco décadas se dedicó a regalar.

El pasado 30 de septiembre, mirando la inmensidad de la Cordillera de los Andes desde su casa en Rincón de Araoz, falleció Quino. Quien fue probablemente el humorista gráfico más importante de la historia de nuestro país, dejaba tras de sí millones de personas a lo largo de todo el mundo que lo despedían con tristeza y agradecimiento. La partida del hombre detrás de Mafalda, la tira con niñes más famosa de la historia universal luego de la estadounidense Peanuts, conmocionó a todes en todas partes. El adiós se materializó en emotivas despedidas de grandes artistas, homenajes en redes por millones y un emocionante altar florido creado por sus lectores en el banco de plaza donde se sienta Mafalda y que abre el Paseo de la Historieta, en el barrio porteño de San Telmo.

En los incontables mensajes de despedida primó una palabra por sobre el resto: vigencia. Y es que, más allá de Mafalda, en sus trabajos de humor gráfico podemos encontrar el pensamiento desde el que Quino imaginó un universo de significados y una comunicación inquebrantable con les que supimos estar del otro lado leyéndolo. Así que esto es, efectivamente, lo que parece ser: un texto sin hablar de Mafalda.

En sus primeros trabajos para Rico Tipo ya podíamos ver el germen de lo que luego sería una marca de identidad. Ilustraciones mudas, pequeños diálogos cotidianos y remates que son parte de conversaciones que habían comenzado antes de que lleguemos. A diferencia de Copi o Landrú, maestros que fueron sus contemporáneos, Quino no utilizaba la ridiculización desde lo físico. Los personajes son hombres, mujeres y niños de clase media como los que cualquier ciudad de mediados de los cincuenta podía exhibir. En la revista fundada y dirigida por Divito, Joaquín Salvador Lavado Tejón empezaba a formar una marca registrada.

El silencio acompaña gran parte de las ilustraciones de esa primera época y nos permite una intimidad con los personajes que las habitan. Estamos mirando lo mismo que ellos, pero desde otra perspectiva. Gracias a su trabajo como portadista, Quino consigue sintetizar en una mirada o un pequeño gesto las sensaciones, miedos y preocupaciones que sienten y sufren los protagonistas de sus tiras. La fuente de inspiración, como ya lo habían hecho sus mejores antecesores, fue buscada en la vida cotidiana de una sociedad fuertemente atravesada por la religión, el rol de las fuerzas armadas en la vida política y los ininterrumpidos conflictos bélicos de escala planetaria. Así, encuentra una pieza que completa ese rompecabezas que será la identidad de su arte: la vida liberal, democrática y capitalista como un producto absurdo del ser vivo mas estúpido que la Tierra ha conocido, el ser humano.

Estos tópicos se tornan recurrentes y se vuelven materia prima para su discurso. Quino comienza a representar al ser humano como una especie autodestructiva, interesada en mantener las apariencias hasta las últimas consecuencias y mostrando sus mayores bajezas en su camino ascendente hacia el “progreso”. Por estas cosas, algunos elementos como los soldados, las escaleras y los hombres de saco, corbata y media sonrisa inundan sus dibujos de mediados de las décadas de los 60´ y 70´.

Con respecto al campo de la política, en la obra de Quino nos enfrentamos a una narrativa cruda y desesperanzadora sobre el rol del Estado en nuestras vidas. Políticos mentirosos, individualistas y demagogos muestran un pensamiento que retrata un sentimiento de agotamiento en la relación con el gobierno y su accionar. Pero uno de sus legados que, lamentablemente, mejor han sobrevivido al paso del tiempo es el vinculado con el rol de las fuerzas de seguridad como entes represivos del Estado. Y es que para Quino, durante toda su obra, siempre estuvo claro qué intereses defienden estos poderes.

Es en el costumbrismo donde, quizás, su arte no envejeció bien. Fruto de otra época, es poca la discusión sobre los roles de género establecidos. Los matrimonios, una y otra vez, representan hombres tristes y mujeres demandantes. Pero se mantuvo actual en el carácter inagotable del consumismo sin freno de las clases medias urbanas, en la importancia del coche nuevo y la familia nuclear, en la camisa bien planchada y el rulito bien peinado. Quino reconoció en la sociedad de su tiempo la importancia de mantener las apariencias a cualquier costo, incluso con un mundo que el artista veía venido a bajo más allá de la lavada de cara.

Este desánimo por la humanidad toda se expresa con una potencia inigualable cuando Quino elige centrarse en la economía y las relaciones de trabajo pre-neoliberales que eligió retratar. Patrones explotadores, sueldos insuficientes, la competencia desleal entre trabajadores y una cada vez mayor desigualdad social en las calles. Con todo eso en el tintero, muchas veces desde lo silencioso de sus dibujos, supo denunciar los atropellos de empresas, gobiernos y modelos que ensanchaban el lugar dado a los excluidos. Viendo cómo crecían esos márgenes, el trabajo de Quino fue un reflejo fiel de ese desorden destructivo que significó la globalización de la nueva etapa del capitalismo que traían las últimas décadas del siglo pasado.

Para 2009, fecha de la famosa carta a sus lectores, Quino se vio repitiéndose. En tiempos de juicios a los responsables de los delitos cometidos por la última dictadura cívico-militar, de caída abrupta en los índices de pobreza y de fuerte denuncia sobre los resultados arrojados por la década neoliberal, el maestro decidía parar la pelota antes que patearla para cualquier parte. Desde esa decisión, los millones de este lado mantuvimos intacta la esperanza de verlo volver, aunque sea una vez más. Pero, como tantas otras veces, no se dio. Queda un legado infinito, miles de páginas, incontables recortes y ese librito que cada une de nosotres tiene guardado en la biblioteca esperando la revancha en la que pueda darnos nuevas medias sonrisas ante el reflejo de nuestras humanas tonterías.

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Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.