Compartir el dolor: el Diego y los rituales de la muerte

La muerte de Diego Armando Maradona implicó un proceso de duelo popular y sus respectivos rituales colectivos para procesar la pérdida. En medio de una pandemia que convoca al aislamiento, una reflexión sobre los dolores comunes y los abrazos colectivos.

Fotos: Oswaldo Ramos

Los últimos días han bañado en lágrimas al mundo entero. Especialmente, podríamos decir, a nuestra querida Argentina. Es que sí: el máximo ídolo nacional y popular ha pasado a la inmortalidad. El dolor que desgarra un pueblo, no puede ser llorado de otra forma que no sea compartida…

Primero nos invadió un gran silencio, una tarde de quedarnos calladxs sin poder entender lo que había pasado. Bastaba salir a la calle a escuchar el silencio de un país que no podía simbolizar de manera alguna la muerte de quién pensamos inmortal.

Con el correr de las horas nos invadió la soledad, semejante dolor nunca se puede pasar solx. Fuimos varixs lxs que sentimos esa necesidad de estar en la calle, de estar con otrxs, de abrazarnos, de mirarnos, de sentir la circulación del dolor y la pasión.

Fotos: Oswaldo Ramos

Podemos pensar este episodio fuera de su contexto. La muerte de Maradona siempre hubiera sido un evento masivo y doloroso. Pues bien, nos vemos obligadxs a poner esta situación en el marco de una pandemia mundial, signada por el aislamiento como medida de cuidado y arma principal para combatir el COVID-19. Entonces, ¿cómo pensamos este hecho a luz de su contexto? Lloramos a Maradona, nos congregamos a recordarlo, pero ¿fue sólo eso?

Quizás este hecho tan significativo se convierta en un vehículo para movilizar diversos sentimientos de angustia, miedo e incertidumbre comprimidos en varixs de nosotrxs. La condición necesaria de aislamiento y la incertidumbre frente al futuro nos han generado todo tipo de malestares. Sumado a esto nos encontramos con una diversidad de sentimientos imposibles de ser tramitados con otrxs en cuerpo y palabra. Rituales significativos para nuestra sociedad (cumpleaños, bautismos, bodas, entierros) se han visto truncados en la realidad circundante.

Como seres del discurso nos hemos visto imposibilitadxs de existir en el intercambio y la acción junto a otrxs. Los encuentros virtuales sirven como muleta para el caminar del ser, pero de ninguna manera sustituyen nuestras interacciones cuerpo a cuerpo. Dejar de lado nuestros rituales y la despedida del mundo que acostumbrábamos conocer, no es otra cosa que una situación de pérdida y como tal implica un duelo. Por eso nos arriesgamos a decir que la muerte del Diez levantó el velo de muchos otros duelos que venimos atravesando como sociedad. Habilitándonos a vivenciar el dolor, la tristeza, la angustia que hace meses venimos acumulando.

Fotos: Oswaldo Ramos

Este duelo que atraviesa la humanidad entera tiene como característica paradójica la imposibilidad de ser tramitado junto a otrxs. De esta manera el duelo se presenta como encerrona trágica para el ser humanx, quien se encuentra en un constante ir y venir entre lo que fue, lo que no es y lo que ya no será y la imposibilidad de ubicarse en algún punto. El ritual de la muerte nos habilita un espacio colectivo donde poder expresar nuestros sentimientos de angustia, tristeza e incertidumbre. Esto no solo habilita una descarga sino la posibilidad de construcción de la nueva realidad en el encuentro con esxs otrxs que brindan contención y refuerzan lo que ocurre en la realidad inmediata: perdimos algo, eso ya no está… no quiero creerlo pero hay un otrx que me ayuda a comprobarlo.

Casi nueve meses después de la llegada del COVID-19 a la Argentina, la muerte de Diego Armando Maradona se abre como una herida por donde sangra el pueblo entero, herida que drena la tristeza de un ser querido pero que también, como toda pasión popular llevada por el deseo y el sentimiento, habilita un espacio de encuentro con otrxs, un abrazo no calculado, un arriesgar un poco más por la pasión que no conoce de razones o medidas necesarias.

Creemos que acá se abre una línea de sentido fundamental. Tanto la muerte como la pasión son inexplicables, la primera ocurre y no podemos ponerle palabras, la segunda es un sentimiento que a veces no sabemos bien de dónde proviene, ni a qué responde, pero está ahí. El miércoles que El Diego nos dejó físicamente, experimentamos su muerte con la misma pasión que vivimos su vida. Porque eso nos pasó con él, todxs vivimos un poco de su vida. Más de una vez nos hicimos la pregunta: ¿cómo va a ser el día que se muera El Diego? Y, así como pasa con esos familiares muy queridos, no había imágenes ni palabras para contestarlo.

El dolor y la angustia que nos generó su partida física se expresó en una explosión popular, en una plaza llena, donde el agite y la mística maradoniana fueron protagonistas.

Una vez más, como allá en México 86, “El Diego” hace un golazo y trae alegría al pueblo. Nos abre la posibilidad de encontrarnos, fundirnos en abrazo colectivo y poner en palabras la angustia acumulada ante la soledad y lo desconocido. Lo que ocurrió en estos días no sólo fue la manifestación colectiva de dolor por la partida de un ídolo popular. Fue una oportunidad para expresarnos, llorarnos y amalgamarnos. Quizás este “velorio” ha sido la posibilidad de comenzar un duelo, que solo es posible mediante la circulación de la palabra y el cuerpo.

 

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR:

Duelo de masas

Compartí

Comentarios