Encontrar el deseo en cada esquina

"Ha llegado la hora de introducir al psicoanálisis en Villa Crespo, de hacerlo parte de su historia, vida cotidiana y horizonte", plantea el psicoanalista Julián Ferreyra en una serie de ensayos ficcioclínicos donde indaga en los modos de ejercer el oficio que se desprenden de la localización geográfica. Ficción freudiana sin sobreactuaciones ni tanta vuelta.

I.

Ha llegado la hora de introducir al psicoanálisis en Villa Crespo, de hacerlo parte de su historia, vida cotidiana y horizonte. Es a la vez un momento propicio para que en el interior del psicoanálisis [argentino] comience a existir un porvenir para Villa Crespo.

Para ello planteé un desafío: instituir al psicoanálisis como un género literario en sí mismo, rompiendo así la duda neurótica que alimenta algunas falsas dicotomías entre ficción y realidad, verídico o inventado, clínica o literatura, ensayo o teoría, etc. Prefiero metodologías tales como la construcción analítica propuesta por Freud, o la dramaturgia proveniente de las artes escénicas: desde ambos métodos lo que se escribe o produce no es ni verídico ni mentira, ni realidad ni fantasía. Prescindamos del psicoanálisis, pasemos por el ficcioanálisis y su reverso poético: contraficcioanálisis. Porque psicoanalizar(se) es abrazar la ficción real.

II.

Buenos Aires y el psicoanálisis no es un tópico novedoso ni tampoco demasiado interesante en sí mismo. Lejos de constituirse en un tabú, esta particular característica de nuestra ciudad ha sido mencionada y tematizada hasta el hartazgo. Abundan lecturas tomadas o bien por la idealización exagerada, como afirmar que en esta ciudad “se respira psicoanálisis”; o bien por la degradación que tiende a denostar: por ejemplo sobreactuar con “preocupantes estadísticas” que muestran la tasa de psicólogos/psicoanalistas por metro cuadrado o habitante, etc.

Una u otra posición, o sus respectivas lecturas críticas, no son temas del libro, al menos no directamente; sí por el contrario resulta interesante comenzar por una de las consecuencias de las mencionadas caracterizaciones del psicoanálisis en nuestra ciudad: la existencia de un barrio no oficial conocido como “Villa Freud”.

Villa Freud es también conocido como “Palermo sensible” o Barrio Guadalupe. Se emplaza geográficamente dentro del barrio porteño de Palermo, más específicamente en las inmediaciones de la plaza Güemes y del tradicional colegio Guadalupe. Desde los 60’s en adelante esta porción de Buenos Aires fue nombrándose así a raíz de la concentración de psicoanalistas ejerciendo allí su práctica, con consultorios, grupos de estudio, librerías y cafés “temáticos”. Esta iniciativa, sumada a otros muchos elementos que relacionan a la práctica liberal del psicoanálisis con este barrio ─y otros cercanos como Barrio Norte, Recoleta o Belgrano─ ha asociado nuestro quehacer con una zona más o menos delimitada de la ciudad. Se configura un centro y una periferia, una zona top, privilegiada para ir a psicoanalizarse. De más está decir que la circunscripción geográfica no es casual, respondiendo a las zonas más tradicionales y acomodadas de la Ciudad.

Ahora bien, más allá de las asociaciones estéticas, de clase e históricas entre esta parcela concreta y simbólica de la ciudad y el psicoanálisis, ¿existen, han existido, efectos a causa del dato geográfico, en las formas que adopta la práctica, transmisión y enseñanza del psicoanálisis? ¿Sería lícito hablar de un modo de hacer psicoanálisis en Villa Freud, al estilo de cierto condicionamiento clínico en función de una escena geográfica, arquitectónica o barrial?

Antes de ensayar algunas respuestas hacemos notar que quizás estas preguntas no habían sido formuladas con anterioridad. Esto quizás no ocurrió por falta de imaginación, sino por una conveniencia con aires elitistas. Quizás responde a cierta intencionalidad de homologar al psicoanálisis con un lugar —empresa claramente desafortunada, en tanto cualquier intento de circunscripción limitante que se efectúa en torno al psicoanálisis tiende a producir su cerrazón, prácticas endogámicas y cierta domesticación que lo empobrecen discursiva y éticamente—; o más brutalmente cercano a la realidad, aseverar que “hay psicoanálisis si es en Villa Freud”. Desde esta última posición, habría El psicoanálisis si y sólo si se trata de practicantes, analistas y analizantes, con el derecho de piso en determinado locus. ¡Curioso! Ese “EL” psicoanálisis es el que suele presentarse como extraterritorial, problema central en el libro, ya que nos conduce a la cuestión de lo político.

III.

A contramano de cierta abstracción o dislocación que suele caracterizar a nuestro oficio, hay un estilo en los modos de ejercer el psicoanálisis que se desprende de la localización geográfica. Si un/a psicoanalista lo elige puede existir un estilo que provenga del anclaje comunitario, territorial, barrial. He aquí la propuesta o tesis que reúne y atraviesa estos ensayos ficcioclínicos. Por ello una advertencia: no es un libro de psicoanálisis, es un libro donde este deambula hacia un porvenir. Nuestra práctica puede tomar ciertos rasgos del lugar en donde nos encontremos trabajando, estemos literalmente allí emplazados, o aludiéndolo como lugar simbólico o literario.

De hecho, encontramos las más obvias identificaciones, que permiten pensar con pleno derecho que hay psicoanalistas identificados a un rasgo de su barrio, zona o lugar. Ahora bien, el paso siguiente es precisar si más allá de la apariencia, modismos o semblantes ─un tono de voz, un modo de vestir, patrones culturales─ existe también un(os) modo(s) de conducir nuestra práctica clínica que parta de allí. Esto último ha sido invisibilizado como problema ético y clínico.

Por ello, se representa un territorio y su circunscripción, un lugar concreto y a la vez mítico: el barrio de Villa Crespo. No se trata de ubicar patrones o modos de hacer clínica de Villa Crespo, tal como si se tratara de cierta esencia. Más bien, el interés clínico lleva a recortar un estilo —que representa fallidamente a quien escribe— de hacer psicoanálisis en Villa Crespo. Esto es una hipótesis de trabajo, un recurso contraliterario y al mismo tiempo la excusa elegida que ordena esta construcción. Para Freud la escritura clínica es una construcción que requiere de ciertas ficciones que el psicoanalista, intentando parecerse a un creador literario, emplea.

Villa Crespo, aquí, será al mismo tiempo ficción y realidad.

Psicoanálisis: encontrar, ser encontrado, y así sucesivamente, el deseo en cada esquina.

IV.

#PsicoanálisisEnVillaCrespo es una consigna: creer en un Freud en Villa Crespo. Ha sido también, y ante todo espero que siga siendo, un modo de escribir, entendiendo a la escritura como lo que anuda creación y soledad. O desde Roland Barthes, una demarcación de la realidad ambigua de la escritura: “por una parte nace de una confrontación del escritor y de su sociedad [o su barrio]; por otra, remite al escritor, por una suerte de transferencia trágica”.

Escribir es por tanto un compromiso, cual síntoma, entre la libertad y el recuerdo, al tiempo que “como libertad, la escritura es sólo un momento”. Villa Crespo y Freud aquí: un momento. Ese instante que me permite, por suerte, abandonarme a una escucha que flota con los pies sobre el suelo, que deambula por estas calles, paisajes y mitologías.

La ficción freudiana es así, suceden cosas fantásticas sin forzamientos estrambóticos, sin sobreactuaciones, sin tanta vuelta. Lo extraordinario está ahí nomás, doblando la esquina.

Escuchar en psicoanálisis es para mí pasear por mi barrio.

 

#PsicoanálisisEnVillaCrespo y otros ensayos
Julián Ferreyra
Editorial La Docta Ignorancia, 2020
268 páginas


Para adquirirlo:

www.hacerclinicapsicoanalisis.com/envillacrespo

 

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR:

La mucama negra, chorra y bruta

Compartí

Comentarios