Pañuelos verdes flamean en las villas

En las exposiciones a favor y en contra de la legalización del aborto volvió a ponerse sobre la mesa la posición de las personas gestantes en los barrios populares. Tras realizarse un pañuelazo villero en la Ciudad de Buenos Aires, El Grito del Sur habló con referentes y organizaciones sobre el tema.

Además de los barbijos, las cámaras pixeladas y los micrófonos con eco, el debate parlamentario por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo no presentó diferencias sustanciales a lo sucedido hace dos años. Durante los tres días de reuniones informativas se reprodujo una escena similar a la desplegada en 2018: mientras los verdes repitieron con aplomo fundamentos técnicos, científicos y penales para respaldar su postura, quienes están en contra de la ley recurrieron a principios filosóficos, religiosos e incluso fílmicos. Así, entre los argumentos esgrimidos volvieron a aparecer los dilemas que parecen insuperables en la grieta cromática: ¿existe vida desde la concepción? ¿es lo mismo un embrión que un bebé? ¿puede la fe puede interferir en las decisiones del Estado? Más allá de estos planteos a los que nunca se les encuentra una única respuesta, otro de los temas que se puso sobre la mesa gira en torno a la posición de las mujeres y personas gestantes de los sectores populares.

Las posturas son múltiples y las visiones divergentes. Si durante la presentación del proyecto Ginés González García enfatizó que se trataba de un tema de justicia social y que las personas pobres eran las que más sufrían las consecuencias de la clandestinidad, entre les expositores se escucharon voces como la del padre “Pepe” Di Paola, quien aseguró que “los lazos de amor que se generan entre los más pobres nos demuestran que toda vida vale” y que “parte de esta hipocresía es plantear que el aborto es de los pobres” instando a les funcionaries a gobernar para estos sectores y no para una selecta minoría ilustrada.

Sin embargo, bajo la idea de demostrar la presencia del movimiento feminista en los barrios populares, diferentes rede y organizaciones feministas realizaron el viernes pasado un pañuelazo villero en Villa Soldati, Villa 15, el Barrio Padre Mugica (Villa 31 y 31 bis), Villa 21-24 y Zavaleta y Villa 1-11-14.

Pañuelazo en Villa Soldati

“Quienes se arrogan la voz de las mujeres de los barrios tal vez desconozcan las cifras de las consultas que anualmente hacen las mujeres y adolescentes de barrios populares a la línea de socorristas, los centros de salud u otros espacios de escucha feminista para saber cómo acceder a una interrupción de sus embarazos. La expositora de las Socorristas en Red (Carolina Comaleras) dijo que la línea recibió 13 mil llamadas solo este año. Claramente ahí no llaman las mujeres con condiciones económicas para un aborto seguro, aunque clandestino. El otro dato a tener en cuenta son los casos de muertes por abortos clandestinos que llegan al sistema de salud para la atención post-aborto cuando hay complicaciones. Esos datos provienen únicamente del sistema público al que acuden principalmente las clases populares”, explican desde la Red de docentes, familiares y organizaciones del Bajo Flores.

Paxi es vecina del barrio Padre Mugica e integrante de la Asamblea Feminista de la Villa 31 y 31 bis, un espacio que nuclea diferentes organizaciones y comedores de uno de los barrios populares más poblados de la Ciudad. Ella explica que las resistencias surgen a partir de los mandatos que igualan ser mujer a ser madre, los estigmas y la fuerte presencia de las iglesias. Sin embargo, sabe que la discusión se está dando y que la repercusión del debate mediático generó espacio para hablar en voz alta sobre algo que sucede hace años. “La lucha por el aborto llegó a los barrios de manera mediática en el 2018 cuando empezó a salir por la tele y las vecinas se empezaron a interesar. Si bien sabíamos que era una lucha de larga data, este proceso se venía dando en los ámbitos técnicos, profesionales, académicos y no en los barrios. Acá el poder hablar y nombrarlo no solo es reciente, sino que tiene otro ritmo y es ese construir a través de tener las herramientas e información que hace que una tome un posicionamiento más claro y más libre”, sostiene.

El pasado 17 de noviembre, junto con el proyecto de ley de IVE, el Presidente presentó el Plan de los Mil Días con el fin de contener y acompañar a las personas de bajos recursos que desean maternar. Basado en una política vigente en San Juan, el plan consta de la creación de una Asignación por Cuidado de Salud Integral, que equivale al pago de una Asignación Universal por Hijo (AUH) una vez al año por los primeros tres años de vida, la extensión de la Asignación por Nacimiento y por Adopción a les titulares de AUH y Asignación Universal por Embarazo (AUE), la prórroga por tres meses de la AUE para protección social y la eliminación del requisito de antigüedad para acceder a la asignación por nacimiento y adopción. Además suma programas de contención, provee medicamentos gratuitos y crea el Sistema de Alerta Temprana de Nacimientos dentro del Registro Nacional de las Personas (Renaper). Esta iniciativa del Gobierno, que intenta equilibrar el reclamo celeste y demuestra la apertura a diferentes opiniones, debe complementarse con la legalización del aborto para que ninguna se convierta en un condicionante a la hora de decidir sobre el proyecto de vida de la persona gestante.

“Es difícil para una piba que tiene siete u ocho hermanos, que vio cómo su mamá la peleó y decidió tenerlos a todos a pesar de no tener los recursos económicos a la mano, ir en contra de ese mandato. Es una lucha constante frente a lo que nos atribuyen como mujeres desde lo religioso, lo moral o lo físico. Nos hacen creer que la interrupción del embarazo es muerte y en los barrios vivimos en cercanía con la muerte, entonces uno no quiere estar ligado a eso. Hay un montón de factores y determinantes que hacen que ahora en los barrios no haya tanta recepción de la lucha por el aborto, pero también estamos saliendo y visibilizando que no queremos más clandestinidad para nosotras, para nuestras vecinas, nuestras hermanas y eso es algo muy potente”, agrega la integrante de la Asamblea Feminista de la Villa 31 y 31 bis.

Pañuelazo Ciudad Oculta

En Argentina, la tasa de desocupación de las mujeres residentes en barrios populares es del 22%. Sólo el 10% de ellas declara tener trabajo registrado, mientras que la cifra asciende al 24% en el caso de los varones. Por eso, como subrayó Ginés González García, el precio actual de la caja de misoprostol en las farmacias ($2.800 pesos) “es una barrera de acceso para muchas de las argentinas”.

“Existe más estigmatización para las mujeres de barrios populares que se realizan abortos. Se oyen barbaridades como que ‘se embarazan para recibir planes’ y también se dejan entrever argumentos tales como que ‘no se cuidan total después van y abortan’. Las decisiones de las personas gestantes pobres pasan por un escrutinio público que las avergüenza y las aleja de las estrategias de cuidado y prevención. Esta respuesta estatal, lejos de prevenir los abortos, los multiplica”, dicen desde Bajo Flores y aseguran que la clandestinidad no sólo agrava las consecuencias físicas sino que refuerza la discriminación para un sector que ya carga con mayores complejidades para el sistema de salud.

“No es lo mismo llegar a un hospital en el medio de un aborto y vestir como una viste, portar la dirección que una tiene, los rasgos, el color de piel. El trato no es el mismo, la persecución y el ensañamiento que nuestros cuerpos vivencian no es el mismo. Hemos acompañado a vecinas que han sido criminalizadas por decidir no parir, es moneda corriente y ese es uno de los miedos a los que las mujeres se enfrentan a la hora de decidir si hacer un aborto o no”, continúa Paxsi. “Para nosotras la importancia de que el aborto sea legal es salir de la clandestinidad que nuestros cuerpos estaban obligados a recorrer, pero no solo en lo físico sino en lo psicológico, porque cuando uno realiza una IVE el embarazo termina pero queda la carga emocional y llevar esa carga, más en soledad, es algo muy jodido. Saber que podemos contar con otras y realizar el aborto en un ambiente seguro, tiene la potencia de poder sanar», agrega.

El feminismo popular existe y va creciendo cada vez más. Un feminismo que se expande tejiendo redes entre las mujeres, lesbianas, travestis y trans que paran la olla y se arreglan para manejar merenderos, cuidar a les pibis propios y ajenos y mantener a las familias. Un feminismo que se planta y alza la voz para que no hablen en su nombre. Ese feminismo villero, que ahora acompaña abortos en la clandestinidad y contiene las violencias, demuestra que en los barrios ya se extendieron los pañuelos verdes y que, como conocen las consecuencias, desean, necesitan y exigen que el aborto sea ley.

Pañuelazo en Bajo Flores

 

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR:

«El proyecto del Ejecutivo impide judicializar la objeción de conciencia»

Compartí

Comentarios

Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios