«Además de vacunas, es importante encontrar un tratamiento para el coronavirus»

Bióloga e investigadora del Conicet, Chemes logró identificar en forma colaborativa cómo el Sars CoV-2 ingresa a las células del cuerpo humano. En diálogo con El Grito del Sur, habla de la investigación científica para luchar contra el coronavirus y reflexiona sobre el avance del feminismo en la ciencia.

Lucía Chemes siempre tuvo alma de investigadora y ya desde niña le interesaba entender cómo funcionaba el mundo que la rodeaba. “Eso me llevó a elegir una carrera con una parte creativa que tiene que ver con el diseño de experimentos y probar hipótesis”, cuenta a El Grito del Sur.  Gracias a su padre, médico patólogo e investigador del Conicet, Chemes pudo conocer el interior de un laboratorio a muy temprana edad.

Hoy Chemes, bióloga, docente e investigadora del Conicet, dirige el Laboratorio de Estructura, Función y Plasticidad de Proteínas en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín que trabaja junto al Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) radicado en Alemania y que dirige otro biólogo, Toby Gibson. Mediante el trabajo colaborativo de los grupos de investigación lograron identificar cómo el Sars CoV-2 ingresa a las células del cuerpo humano y su descubrimiento fue tapa de la revista científica ScienceSignaling.

La investigación

Los equipos de Chemes y Gibson -que trabajan en conjunto desde 2012- estudiaban motivos lineales. “Son señales que existen en las proteínas. Cuando esas señales se activan, desencadenan procesos en las células. En las fotos del coronavirus pudimos ver esta esfera con espículas, esas espículas son la proteína spike, que es la que le permite al virus reconocer la célula e interactuar con el receptor (moléculas específicas que habilitan el ingreso a la célula, en este caso es la ACE2). Después, la célula desencadena un proceso de señales mediante la cual forma una vesícula que incorpora al virus. Este es un mecanismo normal de la célula del que el virus se ‘aprovecha’”, explica. Una vez dentro de la célula, el virus comienza a liberar material genético para replicarse.

“Lo que conocíamos de antes eran los motivos lineales. Sabemos que estos motivos pueden transmitir señales que median el proceso de ingreso a la célula -agrega la investigadora-. Lo que hicimos fue aplicar este conocimiento para identificar estas señales en el receptor del virus (Sars CoV-2). Encontramos señales que conocemos y pudimos hacer hipótesis sobre el mecanismo del ingreso del virus. Para lograr inhibirlo, es necesario saber cómo ingresa”.

En otra entrevista explicaste que si se conoce cómo es ese mecanismo de ingreso del virus a la célula se pueden usar drogas ya existentes para inhibir que eso pase. ¿Por qué no desarrollar una nueva droga como pasó con las vacunas contra el coronavirus?

Ese no es el campo en el que somos expertos, nosotros hacemos ciencia básica y eso nos permite proponer candidatos de drogas que ya existen (para tratar cuadros de personas con Sars CoV-2). Por otro lado, crear un remedio de cero no es fácil, lleva mucho tiempo, incluso más que desarrollar una vacuna. Las enfermedades virales son muy difíciles de tratar con medicación, que es lo que pasa con el dengue, que todavía no se descubrió un medicamento para tratarlo. También puede pasar que una sola droga no alcance, como es el caso de los cócteles para HIV, pero llegar a la dosis adecuada lleva muchos ensayos clínicos. Por eso (en el caso del coronavirus) se desarrollan las vacunas, que son una herramienta preventiva y permiten que no haya enfermedad. Pero también hay que esforzarse para encontrar terapias con medicamentos para curar la enfermedad si ésta ocurre. Se trata de hacer estas propuestas para que después los investigadores clínicos puedan probar distintos candidatos. El interés tiene que estar tanto en lo preventivo como en lo terapéutico.

Durante la pandemia quedó evidenciado que la ciencia es un trabajo colaborativo. ¿Cómo fue la investigación conjunta entre los laboratorios que dirigen vos y Gibson?

Nosotros venimos trabajando juntos desde el 2012 en distintos temas, con viajes de intercambio entre los dos laboratorios, hemos obtenido financiamiento conjunto, tanto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación como de Alemania, que nos ayuda a sostener ese trabajo colaborativo. Al conocernos hace tanto tiempo, sabemos cómo trabaja el otro y eso también favorece mucho. El trabajo colaborativo es algo muy común en la ciencia. Uno puede contribuir en un nicho, pero para hacer esa contribución se toma el trabajo que hicieron antes otras personas y se genera algo nuevo que será usado por alguien que vendrá más adelante o por un contemporáneo. Y después tenemos los espacios en los que nos podemos encontrar, como los congresos y las publicaciones. Algo que venía como una tendencia en el campo de la investigación y creció durante el año pasado por esta necesidad de saber cosas (sobre el Covid-19) más rápido son los pre-prints. Para publicar en revistas científicas, el artículo tiene que ser revisado por pares y eso lleva mucho tiempo, meses. Con los pre-prints los científicos suben sus investigaciones a repositorios online a los que tienen acceso otros colegas, solo le falta la revisión por pares. Esto ayudó a difundir mucho más la información, incluso nuestro trabajo lo publicamos como pre-print antes de que saliera en la revista. También se ha difundido información científica por Twitter, pero lo importante en ese caso es saber de quién tomar la información. Todos estos procesos que se dieron con las publicaciones aceleraron mucho el intercambio de conocimiento.


Para Chemes, la inversión en ciencia es fundamental para lograr el desarrollo del campo a nivel local. Después de hacer la licenciatura en biología en la Universidad de Buenos Aires, la (entonces futura) investigadora viajó a Estados Unidos para hacer su maestría. “Cuando volví a hacer mi doctorado enganché una etapa en la Argentina, desde 2005 en adelante, donde la carrera científica se reactivó mucho, antes era muy difícil ingresar a la carrera de investigador. Eso favoreció a que una generación tenga más opciones para desarrollarse en el país”, recuerda.

Sin embargo, Chemes señala que todavía se necesita un mayor nivel de financiamiento. “La investigación en laboratorio es muy cara, necesitamos más recursos y es un gran desafío porque escasea. A veces hay que investigar con un nivel de recursos muy distinto al que hay en el exterior. Siempre es deseable que el financiamiento mejore y que se aumenten los sueldos”, recalca.

“La investigación es una tarea de muy largo término. Una semilla que plantás, da su fruto mucho más tarde. Esto tiene que ver con generaciones que elijan desarrollarse en el país y que tengan apoyo para hacerlo”, agrega.

El futuro (de la ciencia) es feminista

También pensando en las generaciones futuras de investigadores, Chemes reflexiona sobre el feminismo y recuerda que cuando ella cursó la carrera de grado, la mayoría de los autores que integraban los programas de las materias eran varones. “Creo que hay todo un movimiento donde se presta más atención al número de mujeres que participan en las tareas científicas y en otros ámbitos. Me parece que esto ayuda a que mejore la posición y el reconocimiento de las mujeres en el sistema científico”, opina.

“Siento que mi generación es como un intermedio, que el cambio más fuerte será para las generaciones de investigadores que vendrán después -afirma-. Hay muchas mujeres trabajando en el ámbito científico y creo que es muy positivo ese modelo a seguir para las generaciones que vienen. Es importante que puedan verse reflejadas en profesionales que están dentro de las carreras que quieren estudiar”.

Chemes señala, además, que en la comunidad científica cada vez hay menos lugar para el machismo. El año pasado, la prestigiosa revista Nature Communications publicó un paper que sostenía que tener una tutora mujer es perjudicial para la carrera de un científico. “La reacción de la comunidad científica fue manifestarse en contra de este artículo, se le pidió a la revista que se retractara. En Twitter hubo investigadores que empezaron a mencionar a sus tutoras. Era una investigación mal hecha, la conclusión estaba mal sacada y transmitía un mensaje muy erróneo”, manifiesta.

¿Lo bueno? “Hoy por hoy la comunidad científica rechaza este tipo de cosas. Eso marca un cambio en los tiempos, que hay ciertas cosas que ya no son aceptadas. Y esos cambios van generando un mejor terreno”, celebra Chemes.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.