«Burbuja» pinchada mata relato

🤨Mientras el Gobierno de la Ciudad intensifica su disputa con el Ejecutivo nacional, El Grito del Sur conversó con estudiantes, docentes y familias para conocer cómo funcionó la "presencialidad cuidada" que defienden Horacio Rodríguez Larreta y Soledad Acuña.

Luego del cuarto día de paro consecutivo en la Ciudad de Buenos Aires, docentes, estudiantes y familias continúan reclamando que se respete el DNU del presidente Alberto Fernández, que dispone la suspensión de la presencialidad en las escuelas del AMBA por dos semanas, y cuestionan la arbitrariedad con la que se viene manejando el Gobierno de la Ciudad para mantener abiertas las escuelas a cómo dé lugar. Aunque el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, y la ministra de Educación, Soledad Acuña, se encargaron de instalar en la opinión pública que la vuelta a la virtualidad traería innumerables consecuencias negativas para chicos, chicas, jóvenes y adolescentes de la Ciudad, miembros de la comunidad educativa cuentan en primera persona cómo venía funcionando la «presencialidad cuidada» que defiende la administración porteña.

«Yo trabajo en dos colegios de gestión privada y en estos dos meses de clases tuve en uno tres aislamientos y en el otro un aislamiento. En uno fue por contacto de estrecho, yo fui contacto estrecho de estudiantes, y en el otro fue por un caso sospechoso que luego no se confirmó», cuenta Aldana Sánchez a El Grito del Sur. Y agrega: «No creo en la dicotomía entre la virtualidad y la presencialidad porque lo que creo que no está en discusión es en definitiva qué modelo pedagógico se aplica. Por supuesto que la presencialidad brinda herramientas, sobre todo por la formación que les docentes recibimos, que tiene que ver con nuestras trayectorias y con nuestras prácticas más arraigadas, nadie se formó en virtualidad e incluso hasta ahora hay o había mucho desconocimiento de la TICs y de las herramientas con las que podíamos trabajar». Sánchez es docente en el Instituto Santa Cruz y en el Colegio Santa Rosa, y asegura que incluso en las escuelas en las que trabaja, que cuentan con herramientas y dispositivos para garantizar la virtualidad, fue muy difícil sostener la continuidad pedagógica en el marco de los protocolos definidos por la cartera educativa porteña.

Algo similar le ocurrió a Eugenio Aguirre en una escuela de gestión estatal. «Yo vengo de estar recuperándome de tener COVID. Estuve dos semanas sin ir a la escuela y, por ende, se vieron afectadas todas mis burbujas y otra profesora estuvo también en la misma situación», describe el docente de la Escuela de Educación Media Nº 1 DE 21, ubicada en el barrio de Lugano. «También en mi escuela todo el grupo de preceptores del turno tarde por contacto estrecho no pudo ir y se suspendían las clases en el turno tarde, con lo cual era una presencialidad muy a medias la que ya se estaba viviendo en la escuela porque un montón de burbujas no estaban yendo, además de que de por sí no van todos los días sino que van de manera alternada, y ya era evidente que los docentes tenían que empezar a pensar propuestas virtuales porque en las últimas semanas los contagios aumentaron y se empezó a ver en todas las escuelas una situación similar», suma Aguirre para graficar la situación de la escuela en la que trabaja, incluso antes de que el presidente Alberto Fernández decidiera suspender las clases presenciales por 15 días.

Y lo mismo venían notando las familias: C. envía a su hija de un año y medio a un jardín maternal y asegura que desde que empezaron las clases presenciales en la Ciudad la menor pasó más días en su casa que en la escuela. «En mi caso, y en el de muchos otros niños que conozco, las clases venían funcionando a media máquina porque permanentemente se pinchaban las burbujas. La semana que no había un caso estrecho en una burbuja había un niño o un padre con síntomas y así constantemente teníamos una situación que nos llevaba a tener que cortar con la asistencia y las clases presenciales», relata. Incluso hace algunas semanas su hija volvió de la escuela con mocos, motivo por el que no la mandaron los días siguientes. A los pocos días el padre empezó con fiebre y algunos síntomas, por lo que fue catalogado como contacto estrecho y debió aislarse. C. y su hija se aislaron por separado: C. nunca tuvo síntomas y la niña los perdió rápidamente.

Jazmín Brass asiste a la EEM Nº 2 DE 16 «Agustín Tosco» y desde su lugar de estudiante comenta también cómo atravesó estos dos meses de «presencialidad cuidada»: «En mi caso no tuve que aislarme, pero sí puedo contar que en mi colegio todo el turno tarde, es decir, la mitad del alumnado, debió dejar de concurrir de manera presencial desde el 13 de abril hasta el viernes de esa misma semana, por la aparición de varios casos de COVID». Además, cuenta que muches docentes no estaban asistiendo a la escuela por ser personas de riesgo, con lo cual el dictado de clases venía siendo algo dificultoso.

Tanto docentes, familias como estudiantes con los que pudo conversar El Grito del Sur aseguran que no se trata entonces de un debate educativo, sino que el Gobierno de la Ciudad busca sacar un rédito político-electoral a raíz del enfrentamiento orquestado con el Gobierno nacional. «Si realmente se preocupan por la educación como dicen, no tendrían que bajar el presupuesto educativo todos los años, tendrían que garantizar las vacantes que faltan y dejar de vapulear las condiciones laborales y salariales de los docentes como vienen haciendo. Es muy evidente cómo se acuerdan de la educación solamente para hacer un uso político y electoral de cara a sus votantes, queriendo convertirse en los paladines de la defensa de la educación y yendo en contra de un decreto nacional que trata de garantizar el cuidado y la salud de la población de todo el territorio del AMBA», cuestiona Aguirre.

En el mismo sentido opina Sánchez: «Sostener en este contexto la presencialidad en las escuelas es solo un capricho político. El sostenimiento de la presencialidad no implica la continuidad pedagógica y eso es lo que no está en debate. Lo que pasa es que la agenda que instalan tanto Juntos por el Cambio, como la gran cantidad de medios que tienen de su parte, es una falsa dicotomía. Pensar que Juntos por el Cambio, y que la figura que encarnan Larreta y Acuña, son los paladines de la defensa de la educación es casi tomarnos el pelo a quienes hace muchos años transitamos los ámbitos educativos de la Ciudad». Y critica: «Lo que no se pone de manifiesto es la voz de nosotros, los y las docentes. Se invalida absolutamente cuando nuestros referentes sindicales forman parte del debate público, y luego también a aquellos padres y aquellas madres que no forman ONGs, que no conforman asociaciones de padres, incluso los propios estudiantes. Yo no vi un solo medio de comunicación en el que se le pregunte a un estudiante cómo está viendo esta nueva normalidad o esta presencialidad».

Los y las docentes consultades aseguran, además, que se construido una narrativa que busca contraponer la presencialidad y la virtualidad en términos abstractos y superficiales, sin conocer la realidad de las escuelas, la forma en la que funcionan ambas modalidades y cargando un fuerte prejuicio sobre la enseñanza virtual. «Desde ya que la presencialidad nos implica otra situación, porque te da la ventaja de poder estar en el aula, en el día a día y ver de otra forma el proceso de aprendizaje y la trayectoria de los pibes y las pibas, pero hay que tener mucho cuidado con un discurso muy peligroso que busca instalarse de que si no estamos en la escuela los pibes y las pibas no aprenden. Es muy fácil decir que si los chicos y las chicas no están en la escuela no están aprendiendo nada y no hay clases, pero la realidad es que los y las docentes demostramos y dimos garantías de que es posible, obviamente a otros ritmos, sostener la trayectoria de los pibes y de las pibas de manera virtual», explica Esteban Frechtel, maestro de la Escuela Nº 5 DE 12.

Y lo que denuncian también es la utilización de estos discursos para seguir machacando en la opinión pública con una idea que desde Juntos por el Cambio han buscado instalar como una verdad absoluta frente a cada conflicto sindical que se les presentó: «los docentes no quieren trabajar». «Detrás de este falso debate, lo que se intenta instalar es una lógica mediante la cual los docentes supuestamente preferimos la virtualidad porque de esa manera no estamos trabajando o estamos trabajando mucho menos, es decir, hay una asociación muy directa a que no estar en la escuela presencialmente, con un horario, es sinónimo de no estar trabajando», problematiza Frechtel y retruca: «La realidad es que hasta te diría lo contrario: la virtualidad muchas veces termina trayendo una sobrecarga laboral, porque vos ahí tenés una pérdida de horarios y de referencias, trabajás desde tu casa, y como estás 24 horas por 7 días online y todo el tiempo pendiente, hay un desdibujamiento de la jornada laboral. Por ahí te llega un mail a las diez de la noche y lo respondés porque justo lo viste, o por ahí te entró la duda de un alumno un día sábado porque no entendió la tarea, entonces muchas veces la virtualidad en lugar de, como supuestamente dicen, generar que no vayamos a trabajar o que nos vayamos a descansar, terminamos dedicándole muchísimo más tiempo».

C. confiesa incluso que, aunque está de acuerdo con el DNU presidencial y decidió no mandar a su hija a la escuela esta semana, no le resulta cómodo ni fácil atravesar esta situación mediante la virtualidad. «Para mi es muy complejo tener que intentar teletrabajar desde mi casa con mi hija de un año y medio llorando a mi alrededor. Mi productividad es realmente la más baja de mi vida -dice entre risas- y es muy complicado porque tenés que cumplir o te sentís obligada a cumplir con muchas demandas en simultáneo y es muy estresante. Entonces, en lo personal te puedo decir que para mí es muy difícil que no haya clases presenciales y que tampoco haya las licencias que corresponden, porque en muchas empresas privadas como en la que trabajo, no dan licencias por cuidado ni las dieron en ningún momento de la pandemia. Pero creo que más allá de las situaciones individuales, sobre todo en un momento así hay que pensar en lo colectivo, entonces creo que no es tan importante cómo lo viva yo personalmente».

El de C. no es un caso aislado. Fueron muchas las familias porteñas que decidieron no enviar a sus hijos e hijas a la escuelas, e incluso fueron varias las escuelas que decidieron desentenderse de la orden dictada por el Gobierno de la Ciudad y cerraron sus puertas, de acuerdo con lo decretado por el presidente Alberto Fernández. Sumado a eso, los gremios cumplen hoy 96 horas consecutivas de paro, y desde la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), que nuclea a los centros de estudiantes de las escuelas porteñas, lanzaron desde este miércoles un «Paro Estudiantil» en apoyo a la medida de sus docentes, en reclamo de la vuelta a la virtualidad y exigiendo no solo una reunión con las autoridades del Ministerio de Educación porteño, sino también la renuncia de la ministra Soledad Acuña.

«El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está intentando abrir las escuelas sin importar los riesgos, para poder complacer a sus votantes. El problema es mayor, es una cuestión de salud pública y el Gobierno nacional está intentando frenar la segunda ola con la implementación de la vacuna. No digo que va a ser imposible durante todo el año, pero me parece que al menos estas semanas las clases deberían dictarse de manera virtual. Es una buena oportunidad para realmente pensar un protocolo junto a toda la comunidad educativa, que funcione y se pueda aplicar en los colegios. No niego que la virtualidad no es la forma ideal de cursada, pero lo principal es preservar la salud pública y que el sistema sanitario no colapse», refuerza la estudiante secundaria.

Aunque el fallo del Juzgado Federal en lo Contencioso Administrativo Nº 2 declaró este martes la incompetencia de la Sala IV de la Cámara de Apelaciones de la Ciudad y dejó sin efecto la cuatelar emitida este último domingo, sobre la cual se basó el Ejecutivo porteño para disponer la continuidad de las clases presenciales, la sensación de tranquilidad duró poco para la comunidad educativa. El Jefe de Gobierno, que dos días atrás afirmaba que los «fallos tienen que respetarse», decidió arbitrariamente una vez más desoír una orden de mayor rango y el desacato a la sentencia del fuero federal se suma ahora también al del DNU presidencial. Rodríguez Larreta confirmó así que no suspendería la presencialidad en las escuelas hasta tanto se expida la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto, les docentes continúan procesando aún el mal trago del domingo por la noche, cuando la incertidumbre se coló en los hogares de las familias porteñas que no sabían si debían mandar o no a sus hijos e hijas a la escuela al día siguiente.

Aldana Sánchez fue consultada por este tema y responde: «En lo personal fue una bofetada, una falta de respeto, un manoseo, la confirmación una vez más de que la Justicia no está a disposición de los ciudadanos y las ciudadanas de la Ciudad, sino para defender los intereses de la alianza gobernante, que está muy lejos además de los intereses de las grandes mayorías. No por reiterarse deja de doler, de generar bronca, y de hacernos sentir como actores inválidos en el debate. El macrismo una vez más confirma la decisión absoluta y completamente deliberada que tiene de negarnos, de anularnos». «Lamentablemente voy a tener que ir a trabajar, en contra de lo que desearía para preservar mi salud, la de mi familia, la de mis estudiantes, la de sus familias y las de mis compañeros y compañeras de trabajo», agrega luego para comentar que en las escuelas en las que trabaja la organización docente es muy incipiente y admite que muchas veces el temor a parar o tomar cualquier otra medida de fuerza tiene que ver con no saber si recibirán alguna reprimenda, como sucedió por ejemplo con el caso de las dos docentes de ORT que fueron despedidas tras plegarse al paro del miércoles 14 de abril.

«Por un lado tenemos la obligación de ir, pero por otro lado no queremos darle lugar a estas medidas del Gobierno de la Ciudad. Además del mamarracho jurídico de la Justicia de una jurisdicción frente a un decreto que es nacional, y que es sin lugar a dudas para ganar tiempo. Porque esto puede caerse la semana que viene, pero ya ganaron siete días más de clases y eso es lo que a ellos les sirve para mostrar en los medios», añade por su parte Eugenio Aguirre.

El último en expresarse fue Esteban Frechtel, quien arranca asegurando que en los 10 años que lleva en el ámbito educativo, no recuerda ninguna situación de estas características ni similares. «Sabemos que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, que gestiona hace 14 años en la Ciudad de Buenos Aires, claramente ya sabía todo y lo que hicieron el domingo fue montar un circo, porque el pedido de nulidad que hizo al Gobierno (nacional) la Ciudad de Buenos Aires fue ante la Justicia Federal. Entonces yo no entiendo cómo una justicia de menor rango -que tiene potestad sólo sobre la Ciudad- termina yendo para atrás con una medida que tiene alcance nacional», protesta indignado y revela que incluso hasta uno de sus estudiantes le preguntó cómo era posible que la Justicia porteña fuese en contra de un decreto nacional con fuerza de ley. «Me parece bochornoso, sienta un antecedente gravísimo y, por otro lado, no me sorprende que una de los integrantes del tribunal de justicia que falló en contra del DNU sea la hermana de uno de los ministros del Gobierno de la Ciudad. Se trata de una gran familia donde está todo comprado y donde lo que prima es el poder y no realmente una justicia democrática», remata.

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).