«El Monteagudo fue nuestra pequeña gran revolución»

✊El centro Monteagudo para personas en situación de calle está de festejo: cumplen 10 años de autogestión. De ese aniversario y de la situación de pobreza en el país habló Horacio Ávila con El Grito del Sur.

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El Centro de Integración Monteagudo, donde “te abrazan con el corazón”, como dice la letra de Fito Páez, cumple diez años de autogestión. En Parque Patricios, a pocas cuadras de la sede del Gobierno porteño, unos 200 varones comparten a diario mucho más que un techo en común: se organizan para mantener el espacio, debaten en asamblea cómo hacerlo, se ocupan de asistir a quienes llegan por primera vez y muchas veces salen de vuelta a la calle, pero sosteniendo una bandera. Esa que dice que “la calle no es un lugar para vivir”, una frase que recorrió el mundo: todos los años llegan colectivos y organizaciones vinculadas a la problemática desde Estados Unidos, Brasil, Chile, México o España para conocer esta experiencia única, y replicarla.

“El Monteagudo fue y es nuestra pequeña gran revolución”, dice Horacio Ávila, referente de Proyecto 7, la organización compuesta por personas en situación de calle que autogestiona el centro. En diálogo con El Grito del Sur, Ávila repasa una década “de contradicciones” en la que se cruzan la organización popular y su relación con los distintos gobiernos, y exige que el Congreso sancione el proyecto de ley nacional para la protección de los sin techo, que comenzó a discutirse en comisiones la semana pasada.

¿Qué balance haces de los primeros diez años del Monteagudo?

En principio siento una alegría un tanto contradictoria. El Monteagudo no debería existir, cada compañero debería tener su vivienda y sus condiciones de vida resueltas, pero por otro lado estos centros existen y es una realidad, y siempre va a ser mejor que los manejen nuestros compañeros que vienen de la calle.

¿Qué cosas cambiaron desde que les dieron las llaves?

Creo que abrimos un camino, que demostramos que las personas en situación de calle podíamos refundar un espacio como el Monteagudo y llevarlo adelante mejor que el Estado. Al principio nos decían que estábamos locos; ahora cada vez que viene una autoridad se queda asombrada del respeto con el que se los trata. Fundamentalmente el cambio se dio en la actitud de la gente: cuando llegamos había como miedo a que te dejasen afuera, ahora las reglas de convivencia las construimos entre todos. En las primeras asambleas nadie entendía nada (risas), creían que se armaban para cagarnos a pedos. Pero con el tiempo, con años de compartir comidas, mates y experiencias, conseguimos que la gente en calle quiera venir al Monteagudo, lo contrario a lo que sucede con muchos otros “paradores”.

Horacio Ávila

Se podría pensar que el proceso surgió de un repollo, como se dice, pero Proyecto 7 había nacido en 2008, varios años antes. ¿Autogestionar espacios como el Monteagudo fue parte de una estrategia?

Bueno, nosotros veníamos de haber ganado la ley para personas en situación de calle de la Ciudad en 2010, de organizarnos más fuertemente y de hacer un “frazadazo” masivo que unió banderas políticas que nunca se habían unido. Pero cuando aparece la posibilidad del Monteagudo estábamos solos. Creo que a partir de esos años logramos que muchas organizaciones que antes no le prestaban atención a la gente en calle finalmente entendieran que teníamos la capacidad de organizarnos y hacer lo que hicimos, obvio que con nuestras fallas o errores, pero siempre luchando. Por eso siempre digo, como tituló la Revista 23 en una nota sobre Monteagudo hace unos años, que fue nuestra pequeña gran revolución. Nadie se había animado a hacer algo así antes, y lo que significó en términos de dignidad de la gente en calle terminó siendo un mensaje muy fuerte hacia afuera.

El Gobierno habla de “pobreza estructural” para referirse hacia aquellas familias que en teoría arrastran esa situación sin poder salir. ¿Cómo se ve esa realidad desde la calle?

Es cierto que en estos años hay más pobreza y miseria y más gente en calle, y también es cierto que existe la pobreza “estructural”, como está de moda decir. Pero muchas veces los gobiernos se escudan en esa frase para de alguna manera mostrar resignación, como si eso que es estructural habría que aceptarlo porque no se puede cambiar. Hay que resolver las urgencias: nosotros lo hacemos a diario, hoy estamos conteniendo a unos 700 compañeros, estamos rebalsados, incluso nos llaman desde el Conurbano porque no saben qué hacer con una familia en calle que es nueva, pero eso no significa que debamos únicamente dedicarnos a la emergencia, que la hay, que existe, que se siente en el ánimo de la gente. También hay que ir más allá: no puede ser que nos resignemos ante esa pobreza “estructural” que sabemos viene de la dictadura y en 40 años no se ha podido modificar. Algo falla evidentemente y esa mochila le corresponde a todos los espacios políticos.  

Hubo un caso reciente, el de M, cuya mamá, Estela, llevaba precisamente diez años en la calle.  

Boyando un poco, sí, pero es cierto. El Gobierno de la Ciudad dijo que conocía su situación y su ranchada y había entrado en contacto con ella siete veces. ¿Y qué hicieron? M nació en un hospital público. ¿Dónde estuvo el Estado desde entonces? Ahora va a estar institucionalizada, y es probable que no vuelva a estar en contacto con su mamá, que ya perdió otros hijos de la misma forma.

Hay un proyecto de ley, redactado por varias organizaciones como Proyecto 7, para que el Gobierno nacional se ocupe de la problemática. ¿Estamos cerca de verlo convertido en ley?

La ley nacional es absolutamente necesaria porque sino lo que va a venir más allá de la pandemia es un montón de gente muriéndose en pleno invierno. Estamos avanzando en los consensos necesarios, pero diría que falta sacar la grieta también de este tema y que todos los espacios políticos se hagan cargo del problema y resuelvan cómo avanzar. La ley sería un paso enorme: plantea hacer centros de contención (que hoy sólo hay en la Ciudad) en todo el país. Representaría una fuerte decisión política, porque también debería haber una gran inversión del Estado. Nosotros estamos a disposición para que se apruebe: no puede ser que haya familias que llevan tres generaciones en la calle. Eso es responsabilidad de todo el sistema político. Hay discusiones en torno a la ley que no están cerradas. Pero sigue habiendo diálogo. Para nosotros sería un sueño, como lo fue conquistar la ley en la Ciudad.

Horacio en el Centro Che Guevara | 10 años del Monteagudo
Horacio Ávila en el Centro Che Guevara

El invierno pasado había mucho miedo sobre cómo impactaría la primera ola del COVID en las personas en situación de calle; sin embargo, por suerte, los peores temores no se confirmaron. ¿Qué pasa con la segunda ola que está por venir?

Hay más preocupación por esta segunda ola que por la primera. No voy a mentir, pensamos que el año pasado la íbamos a pasar mucho peor, murieron sólo 2 personas en calle por COVID, aunque debo decir que no únicamente por la pandemia, sino por enfermedades previas complicadas. Que hubo contagios los hubo, trabajamos sin descanso en cumplir los protocolos y aislar a los compañeros de la mejor forma, en permanente coordinación con Salud. La conclusión, pasado un año, es que resulta mucho mejor que los compañeros estén adentro y no afuera: acá, como en el Monteagudo, los cuidamos, por eso estamos insistiendo a los grupos solidarios que lo hagan también este año.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.