Fontana, Griguol y el «periodismo» que mata pero nunca muere

🤥 Los anuncios periodísticos de las muertes de Cacho Fontana y Carlos Griguol revelan nuevamente el daño de las noticias falsas. Natalia Aruguete y Laura Zommer analizan esta problemática que atañe al rol de la profesión.

Al histórico líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, lo dieron por muerto más de 300 veces entre los años 2006 y 2015. Lejos de aminorarse, con el paso del tiempo las noticias falsas se han vuelto una práctica habitual con el objetivo de dañar la reputación de grupos y personas, manipular a la opinión pública y anunciar «hechos» con velocidad pero sin rigurosidad. La llegada del coronavirus provocó un crecimiento de los niveles de infodemia, que siguió penetrando en diferentes ámbitos de la vida cotidiana por medio de noticias poco confiables, maliciosas o falsas que aumentan el pánico, alimentan la angustia o promueven conductas incorrectas.

El lunes pasado se registraron dos ejemplos que muestran hasta qué punto pueden causar daño las noticias falsas. En el programa Fantino a la tarde, Luis Ventura anunció la muerte de Cacho Fontana a partir «de una fuente irrefutable, de primera línea». Minutos más tarde, el propio Fontana dio una entrevista a Radio Mitre para desmentir la noticia y asegurar que «está más vivo que nunca». Durante la misma jornada, canales y periodistas deportivos dieron también por fallecido al ex entrenador de fútbol Carlos Timoteo Griguol, pero la propia familia negó este hecho y pidió a los medios de comunicación «que sean respetuosos de la información que brindan».

Laura Zommer, directora ejecutiva de Chequeado.com, señala a El Grito del Sur que «ambos casos muestran el dominio de la inmediatez y la voluntad de la primicia frente a la esencia del periodismo, que es el chequeo. A la falta de información sobre una muerte también se suma la falta de empatía, dado que no se tiene en cuenta cómo puede afectar a la otra persona y a su entorno familiar. Esto es algo que ya ha pasado en otras ocasiones, donde los medios quieren ser los primeros y dejan de chequear antes de difundir un contenido».

«En este caso se trataba de dos personajes públicos reconocidos que tuvieron la posibilidad de desmentir la situación, hay muchas otras noticias falsas o tergiversadas donde el que se ve afectado por esa noticia no tiene ninguna capacidad de responder. Estas desinformaciones fueron generadas de manera involuntaria, pero también es importante destacar que resulta difícil que se propaguen noticias falsas en redes sociales si no hay un acompañamiento de distintos tipos de actores -a veces en forma maliciosa, pero no necesariamente- que participan en este circuito comunicacional», analiza por su parte Natalia Aruguete, co-autora junto a Ernesto Calvo del libro «Fake News, trolls y otros encantos».

Precisamente, algunos periodistas como Alejandro Fabbri -quien había posteado en Twitter sobre el «fallecimiento» de Griguol y lo borró recién tres días después- tienen una severa responsabilidad en la reproducción de una noticia falsa a gran escala, producto de su reconocimiento e influencia incluso a veces en el orden internacional. ¿Pueden quedar impunes estos casos? Según Laura Zommer, «estas prácticas ya están penadas, aunque un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos deja en claro que sabemos muy poco del fenómeno de la desinformación y no necesariamente podemos regular aquello que no conocemos lo suficiente. La normativa que rige en Argentina ya alcanza: si produjeron un daño al mortificar a una persona, se castiga con responsabilidad civil a quien causó ese daño. No se necesita otra legislación, quien tiene que accionar es el mortificado -eventualmente Fontana, Griguol o su familia en caso de que éstos fallecieran- pero eso no siempre ocurre».

El delgado límite entre fake news y noticias falsas

El término «fake news» cobró relevancia durante las elecciones presidenciales de 2016 en EE.UU., cuando las y los periodistas comenzaron a notar una serie de historias inventadas que se hicieron virales en Facebook. De acuerdo con la BBC, las fake news no sólo son un negocio que puede hacer que unos cuantos se enriquezcan, sino que también pueden tener consecuencias graves como alterar la intención de voto de parte del electorado en unas elecciones. De allí su carácter deliberado al propagarse en parte a través de las redes sociales.

Al respecto de los casos Fontana y Griguol, Natalia Aruguete explica: «Me cuesta pensar estas dos informaciones como la típica fake news, que se basa en una operación política donde se intenta generar un daño, producir malestar social o embarrar la cancha perjudicando a otro. No se puede desligar en este momento a la falta de chequeo con un rasgo muy característico de las rutinas periodísticas, que tiene que ver con la homogeneidad mediática en la que se replica información de otros medios sin chequear».

Finalmente, la investigadora concluye con un último elemento de análisis: «Las noticias falsas llegan a veces por falta de chequeo y por problemas en la labor periodística del día a día, donde en parte también influye la precarización laboral y esto conspira contra la posibilidad de chequear fuentes».

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.