«La pandemia vino a dar un argumento para quienes quieren patologizar la adolescencia»

🏃‍♀️ Frente a la angustia generalizada por la segunda ola, El Grito del Sur habló con Ana Clara Giménez, jefa de la unidad de Salud Integral de las Adolescencias del Hospital Dr. Eduardo Wilde, sobre la salud mental de jóvenes y adolescentes.

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Como un chicle que no termina de despegarse, la segunda ola trajo aparejada un halo de angustia y desesperación que atraviesa en mayor medida a jóvenes y adolescentes. La situación sanitaria, la vuelta a la virtualidad, las restricciones nocturnas y el aumento de la desocupación y pobreza en los últimos meses, no hicieron más que intensificar una etapa complicada de por sí: más de la mitad de los trastornos mentales surgen antes de los 15 años y el 75% al principio de la edad adulta. A esto se suma la dificultad en la socialización durante el aislamiento, que desde hace 14 meses viene coartando la posibilidad de ampliar los lazos de contención más allá de los familiares, algo fundamental en esta etapa.

Según el sondeo El impacto del COVID-19 en la salud mental de adolescentes y jóvenes, realizado por UNICEF en 9 países de Latinoamérica, de 8.444 entrevistades el 27% reportó sentir ansiedad y el 15% depresión en los siete días previos a ser consultados. El 46% aseguró tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba y el 36% sentirse menos motivade para realizar sus actividades habituales. Además, 43% de las mujeres dijo sentirse pesimista frente al futuro frente a 31% de los hombres. Si los números asustan, más alarmas enciende la falta de respuesta: del 73% que dijo haber sentido la necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental, el 40% no hizo.

Frente a esta situación muches adolescentes recurrieron, bajo supervisión médica o no, al consumo de psicofármacos, lo que se vio reflejado en el aumento en la venta de antidepresivos. Sin embargo, una corriente de profesionales de la salud advierte que la angustia propia de la pandemia recrudeció la tendencia del sistema médico hegemónico a patologizar y fomentó la ansiedad ante ciertas reacciones esperables. 

Para evacuar dudas y miedos, El Grito del Sur habló con Ana Clara Giménez, psicóloga especializada en clínica de adolescentes y en gestión de salud y jefa de la unidad de Salud Integral de las Adolescencias del Hospital Dr. Eduardo Wilde.

¿Ves un mayor desánimo en les jóvenes y adolescentes en esta segunda ola?

Creo que hay un cansancio de la población en general. En relación a los adolescentes pasó algo que empezó el año pasado, y este año se aceleró un poco más, y es que las familias y les chiques comenzaron a convivir todo el día en la casa con menor organización rutinaria. El cambio a la virtualidad desordenó mucho los horarios, más allá de que hay que hacer una distinción entre les que pudieron conectarse a la escuela y quienes ni siquiera tuvieron las herramientas tecnológicas para hacerlo. Les pibes comenzaron a tener una cotidianidad más suelta y en los adolescentes, donde lo pulsional está mucho más a flor de piel, eso generó un cambio de estilo de vida.

¿También afectó que se pierda la posibilidad del contacto físico?

El roce de los cuerpos es fundamental en la adolescencia cuando la consolidación de la imagen corporal se genera en relación con el otre, por eso cuando hablamos de la escuela sabemos que más allá de lo académico lo primordial es lo social, algo que en el Zoom se pierde porque, en el mejor de los casos, solo tenemos la transmisión de contenido. Les pibes siguieron su vida lo mejor que pudieron, agudizando su capacidad de adaptación, lo que pasa es que como en el día había menos espacios de intimidad todo pasó a la noche. Mientras en el día con el home office estaban les xadres, hermanes, abueles dando vueltas, el espacio de la noche se volvió un espacio privado, entonces empezaron a aparecer lo que se comenzó a llamar “desórdenes del sueño”. Yo me sublevé bastante el año pasado a pensar que había que medicar, dar antidepresivos, porque creo que muches profesionales empezaron a percibir síntomas psicopatológicos donde había una reacomodación en los hábitos vitales del adolescente. Después podemos discutir si los preferimos o no por nuestra organización social, pero eso no es una psicopatología. 

Foto: María José López / Europa Press

Pero muchos índices dicen que hubo un aumento de las depresiones… 

Se deprimió el adolescente que ya venía mal de antes. Quien tiene una cuestión de base o una organización yoica precaria es el que se desorganiza ante un evento disruptivo. La pandemia no fue un hecho traumático en sí, es un evento disruptivo, es decir que irrumpe desordenando la vida de la comunidad. Ahí cada sujeto verá si tiene los mecanismos propios para acomodarse a la situación o no. Para aquelles que no pueden enfrentarlo puede volverse traumático. En ese sentido, podemos ver que hay más patologías que antes pero por el simple hecho de que quienes ya tenían una situación complicada vieron su realidad recrudecida.

¿Crees que en ese sentido hay una tendencia a medicar en exceso?

La tendencia a medicar va más allá de la pandemia y es una cuestión más bien sociológica y económica. En salud mental todo lo colectivo y lo comunitario tienden a subestimarse y se sobreestiman las individualidades. Nos quieren vender que te vas a salvar solo, que el “éxito”, que no es el concepto que más me gusta, es individual. Se piensa que los problemas psicológicos son únicamente de una persona y que se pueden cambiar con medicación y reeducación emocional como si las relaciones interpersonales no tuvieran mucho que ver. Tal vez, en ese sentido, hay una tendencia a entender los padecimientos de salud mental a través de protocolos preestablecidos que conciben que las situaciones son iguales para todas las personas. A cada padecimiento se le pone una etiqueta y las etiquetas lo único que hacen es colaborar a pensar de manera lineal procesos que son mucho más complejos: se concibe que para tal patología hay tal medicación, y se borra el sujeto.

Claramente podemos decir que la pandemia contribuyó a ese proceso.

La pandemia vino a dar un argumento para quienes quieren patologizar la adolescencia. El riesgo es algo fundamental del adolescente, porque solo tomando riesgos el adolescente aprende cómo cuidarse de esos miedos. Es por eso que la creatividad es el elemento sustancial del adolescente, porque le permite crear herramientas de afrontamiento.

Foto: Reuters

¿Creés que el Gobierno puso los suficientes recursos para contener a les jóvenes?

Ahí hay una cuestión estructural. Yo trabajo en un hospital público y sin duda veo los esfuerzos de la gestión para que las cuestiones mejoren y trabajar en comunidad. Hay funcionarias como Julieta Calmels (Subsecretaria de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires), una persona muy formada a la que respeto, que están aportando todo para que las cosas funcionen de la mejor manera. Lo que sucede es que si esto se basa siempre el mismo recurso humano es imposible que algo cambie. Las plantas no aumentan, no hay nombramientos y si los hay la gente no acepta porque nos pagan muy poco. Mientras se ponga la plata en otras cosas, como el FMI, y no vaya para el bienestar de la comunidad el problema lo vas a tener siempre.   

¿Sentís que va a haber un cambio en la manera de pensar de les adolescentes después de la pandemia?

Todes vamos a tener que construir una nueva normalidad y les adolescentes también. Sin duda, la pandemia fue cambiando los modos de vinculación. Todo lo virtual, que antes se compartía con lo presencial, se instaló de una manera tal que no se va a prescindir de esto. Hay que ver con los años cómo va repercutiendo en los modos de relacionarse del adolescentes pero igualmente, con o sin pandemia los lazos van cambiando, no es lo mismo un adolescente de las 90 que uno del 2015. Es muy difícil responder eso ahora. Sin embargo, les adolescentes tienen mayor capacidad de adaptarse a los cambios que les adultes.

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Fundado el 23 de septiembre de 2012 en el natalicio de Mariano Moreno.