La presencialidad en tiempos de cólera

👨‍🏫 Nación y Ciudad alegan que “la evidencia nos confirma que no se producen contagios en las escuelas", pero la “evidencia” demuestra, en realidad, todo lo contrario.

Por si hiciera falta aclararlo, la gran mayoría sostenemos que la presencialidad escolar es irreemplazable, pero somos muchos más los que consideramos, además, que ésta no está por encima de ningún otro derecho y mucho menos de la salud.

Parecería que, tanto en Nación como en la Ciudad de Buenos Aires, hay una intención manifiesta en desviar la discusión sobre las clases presenciales, ya que pese a las diferencias en materia económica y política que existen entre ambas gestiones, el Ministro de la Nación Nicolás Trotta y su par de Ciudad Soledad Acuña coinciden en que las clases presenciales deben continuar, incluso en este contexto de aumento de los contagios y con la aparición de nuevas cepas que tienen la característica de viralizarse más rápidamente.
Ambos funcionarios alegan que las escuelas son lugares seguros y que “la evidencia nos confirma que no se producen contagios en las escuelas», pero la “evidencia” en verdad confirma que los casos de COVID aumentaron en casi todas las jurisdicciones con el comienzo de las clases presenciales. Ninguno de los dos mandatarios puede negar que el crecimiento exponencial de casos en la Provincia de Buenos Aires y en la Ciudad, específicamente, ocurrió después del 17 de febrero.

Al mismo tiempo que la Ciudad de Buenos Aires publicó su propio relevamiento donde afirma que a un mes del comienzo de las presenciales registraron que entre alumnos y docentes hubo 1.215 casos, a razón de 300 contagios por semana, volvieron a decir la tan trillada frase: “En las escuelas no hay contagios”. Inmediatamente después, Trotta acompañó manifestando que «según registros de la Ciudad de Buenos Aires, el porcentaje de los casos sospechosos que se transformaron en positivos por Covid-19 fue del 1%, y eso es una buena señal».
No quisiera analizar por qué le atribuyen a las escuelas un extrapoder que roza con lo místico o con lo bíblico, y que la transforman en un lugar sagrado donde el virus no entra y tanto docentes como estudiantes están protegidos bajo un manto bendito; pero sí me gustaría dejar algunas preguntas que nos ayuden a razonar juntos ante esta afirmación de que en las escuelas no hay contagios, preguntas que pueden resultar elementales, y que seguramente harán honor a la frase del gran dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht que decía: “Qué tiempos serán los que vivimos, que hay que defender lo obvio”.

¿En qué cambia si un estudiante o docente se contagió fuera o dentro de la escuela? ¿Dónde se contagian quienes van a clases presenciales? ¿Se infectan en el supermercado? ¿En el almacén del barrio? ¿En la peluquería? ¿En la verdulería? ¿En alguno de los medios de transporte que utilizan? ¿Dónde se contagian estudiantes y docentes que van todos los días a las escuelas? ¿En el kiosco? ¿En la panadería, o mientras hacen la fila en un centro de testeo para realizarse el hisopado?
Aunque la pregunta tendría que ser: ¿Importa dónde se contagian quienes van a las escuelas? Y la respuesta debería esbozar un no contundente. Lo que queda claro, más allá de que ambos funcionarios pronuncian premisas insostenibles, es que no hubo un plan de retorno seguro a las escuelas en medio de la pandemia, que no alcanza con implementar protocolos dentro de las escuelas cuando muchos de los infectados se producen en el mientras tanto.

En la Ciudad de Buenos Aires hay más de 110 mil trabajadores/as de la educación, entre docentes y auxiliares que se movilizan todos los días. ¿Cuántos de esos trabajadores/as que son asintomáticos llevan a diario el virus a las escuelas sin saberlo? ¿Cuántos estudiantes, de más de 700.000 que hay en la Ciudad, están contagiados y propagan el virus en las escuelas, en sus casas, en los medios de transporte y en su entorno todos los días? ¿Cuántos nuevos contagios fueron producto de más de un millón de personas (entre estudiantes, trabajadores y madres y padres) que mueve a diario la comunidad educativa en la Ciudad? La aglomeración y el amontonamiento en los medios de transporte es un hecho irrefutable. Cualquiera puede ser testigo, ya que alcanza con viajar en el horario que se moviliza la comunidad educativa (a la ida y a la vuelta), y podrá verificar que en prácticamente ningún medio se respetan los protocolos donde es imposible el distanciamiento y donde no hay ventilación.

Este lunes la primera jurisdicción en suspender las clases presenciales fue Catamarca, que con apenas 110 casos confirmados en las últimas 24 horas, decidió volver a la virtualidad en cuatro distritos: Andalgalá, Capayán, Santa María y Pomán. Ayer la Ciudad de Buenos Aires volvió a romper un nuevo récord de contagios alcanzando los 2.428, pero ya adelantaron que pese a esto las clases presenciales van a continuar.

Mientras quienes defienden la presencialidad en tiempos de cólera repiten que no hay contagios en las escuelas y aseveran que los casos ocurridos entre la comunidad educativa fueron muy bajos, hay que aclarar que los 1.215 infectados que hubo en el primer mes de las clases presenciales porteñas no tuvieron un seguimiento. No sabemos si esos estudiantes y docentes contagiados generaron más infectados entre sus familias y allegados. No hubo un rastreo en ninguno de esos casos. Y no lo hubo porque el gobierno porteño no quiere hacerlo: esto atentaría contra su propio discurso y dejaría en claro que la presencialidad apresurada en las escuelas motorizó el incremento de contagios de manera exponencial como estamos viendo.

Quienes comunicamos e informamos con responsabilidad, no nos tenemos que cansar de decir que las escuelas pueden ser o no un punto de infección, pero lo que es seguro es que si más de un millón de personas se movilizan por día para trasladarse hacia ellas, el virus se mueve a la par, generando contagios y un incremento de casos como los que se produjeron esta última semana.

¿Y las víctimas del COVID?

Mientras se arman debates infinitos para continuar o suspender las clases presenciales, el COVID no perdona. Ayer se cobró la segunda muerte de un trabajador de la educación en Ciudad de Bs As. Se trata de Juan Carlos Ramírez, personal auxiliar de la Escuela 21 DE 3. Ramírez se descompuso mientras estaba realizando su trabajo en la escuela el viernes 26 de marzo, a las pocas horas se testeó y dio positivo. En menos de 48 horas su cuadro se agravó y fue internado en el Hospital Méndez, hasta que falleció ayer por la mañana. La muerte de Ramírez ocurrió a sólo una semana del fallecimiento de Jorge Langone, el primer docente porteño muerto por la enfermedad; ambos padecieron a casi 2 meses del inicio de la presencialidad en la Ciudad de Buenos Aires. También en las últimas horas se conoció que Hugo Bugarín, el director de la Escuela Bernasconi, está internado en terapia intensiva en coma farmacológico como consecuencias de haber contraído el virus.

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Martín Suárez

Periodista y locutor nacional; Diplomado en Periodismo y Educación (Universidad Torcuato Di Tella). Actualmente escribo en Tiempo Argentino y hablo en AM 530 Somos Radio. Trabajé en Radio El Mundo, Radio Rivadavia, Radio Belgrano y me desempeñé como corresponsal de Buenos Aires para NTN24