Mal nombrados y en el olvido

👩‍🦽 Mientras Alberto Fernández habla de personas con "capacidades diferentes", usando un término erróneo, las organizaciones de personas con discapacidad exigen que se las tenga en cuenta en las políticas sanitarias y educativas.

En el punto más alto de la curva de contagios, el forcejeo entre el Gobierno nacional y el porteño por la suspensión de la presencialidad en los colegios reabrió el debate sobre la educación a distancia. Los problemas de conectividad, la falta de educación digital y las complicaciones para adaptar los contenidos al formato virtual evidencian que, una vez pasado el temblor, es necesario hacer una revisión de fondo sobre los métodos de enseñanza tradicionales, replanteando seriamente cuál es el sujeto ideal en base al que se construyen los programas educativos.

Semanas atrás, el presidente Alberto Fernández aseguró que había hablado “con maestras de escuela de chicos con capacidades diferentes, de lo difícil que se les hace trabajar con esos chicos, que no entienden la dimensión del problema sanitario que enfrentan”. Referentes y organizaciones de personas con discapacidad alzaron la voz frente a los dichos del primer mandatario, marcando no sólo que el término “capacidades diferentes” resulta inadecuado y caduco, sino que es indispensable que se los incluya realmente al momento de pensar las políticas sanitarias anti-Covid. “Durante la pandemia se ha visto cómo las situaciones que las personas con discapacidad han vivido desde siempre se han agudizado”, explicó a El Grito del Sur Pedro Ávalos, integrante del Observatorio de los Derechos de la Discapacidad en CABA y vicepresidente de la Confederación General de Jubilados, Retirados, Pensionados y Adultos Mayores del país. “En primer lugar, el virus tiene siete veces más mortalidad en personas con discapacidad que en la población en general. Pero, además, hay cosas que trajo la pandemia, por ejemplo el uso de barbijos o la limitación del contacto físico, que pueden llegar a complejizar la autonomía de muchas de ellas. No pensar esto de manera integral en las estrategias demuestra que todavía hay rastros del modelo médico hegemónico que aborda la discapacidad teniendo solamente en vista las enfermedades concomitantes”, afirma el abogado, que deja en claro que el Gobierno debe realizar una inversión para que chicos y chicas con discapacidad puedan acceder a la educación tanto a distancia como presencial. “No son tecnologías de alta complejidad. Además, algunos de estos elementos incluso podrían resultar en fuentes de trabajo, como en el caso de la producción de barbijos para hipoacúsicos”, asegura.

Daniel Lipani es miembro de la mesa de conducción del Foro Permanente por los Derechos de las Personas con Discapacidad. Respecto a los protocolos educativos, distingue dos situaciones: los colegios exclusivos para chicos y chicas con discapacidad, donde las normas sanitarias generales se amoldan a los requerimientos particularidades y les alumnes con discapacidad que van a colegios tradicionales, donde a partir de pequeñas adecuaciones se puede respetar las normas sanitarias perfectamente. “Lo importante es resaltar que cada persona es diferente. De manera general hay situaciones básicas muy sencillas de contemplar que pueden cambiarse, luego se trabaja con las características propias de cada sujeto. Si tenemos en cuenta el sistema de presencialidad como estaba planteado en un comienzo, de una manera limitada y en burbujas, la persona con discapacidad junto con su acompañante no manejaría ninguna diferencia”, asevera y reafirma que en ese sentido es fundamental que les acompañantes sean contemplados en los protocolos como trabajadores esenciales. 

Desde que comenzó la campaña de vacunación, las personas con discapacidad vienen manifestándose para ser incluidas entre los grupos prioritarios, haciendo énfasis en que muchos y muchas están cursando otros tratamientos o tienen condiciones preexistentes. En ese sentido, ambos activistas coinciden en que el error en la terminología del Presidente no es casual, ya que demuestra tanto la falta de asesoramiento como de interés por conocer las problemáticas del colectivo. “Cuando hablamos de personas con discapacidad estamos hablando de un colectivo amplísimo y esto puede llevar a muchas malas interpretaciones. Más allá del mal uso de los términos que hizo el Presidente, la referencia puede ser acertada para cierta parte de las personas con discapacidad, pero no la totalidad. Esto pasa cuando personas que no tienen interés en la materia se largan a hablar. Debemos decir con tristeza que el Presidente no ha demostrado un interés en acercarse a las organizaciones de las personas con discapacidad”, explica Lipiani. “Fue un error terminológico que deja en claro que, al igual que existe una ley de capacitación en materia de violencia de género (la ley Micaela), debe haber una en cuestiones de discapacidad. En lo educativo, los contenidos sobre discapacidad se limitan a la descripción con un lenguaje poco adecuado, pero si nosotres no tenemos el equipamiento para que ese niño tenga apoyo, resultamos excluidos del sistema y después a la hora de conseguir trabajo es mucho más complicado”, agrega Ávalos.

Otro punto que dejó de relieve la educación a distancia es que el acceso a los derechos están mediados en muchos casos por lo económico. De este tema sabe mucho una población que es constantemente infantilizada y relegada del ámbito laboral. “Es fundamental que se cumpla el cupo laboral para personas con discapacidad en los colegios. El día que el niño o niña tenga un profesor de lengua al que le falte una mano o una profesora de Química que se desplace en silla de ruedas, va a tener una mirada distinta sobre la discapacidad. Todavía no se termina de integrar la mirada social que impera a partir de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, que tiene jerarquía constitucional”, señala Pedro Ávalos.

“La pandemia afectó los procesos de aprendizaje para todes y no se puede generalizar», reflexiona Lipiani. «Sin duda hubo cambios en lo que aprendieron los chicos y chicas en las clases a distancia, tanto para las personas con discapacidad como para las que no, ya que no todos tienen las mismas posibilidades físicas, simbólicas ni tecnológicas. Además, muchas veces el teletrabajo aumentó la carga de tareas y eso resta tiempo para las personas que cuidan y las que requieren ser cuidadas”, culmina el representante del Foro.

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