Fantasmas en Buenos Aires

👻 Del vampiro de Flores al taxista fantasma, pasando por la dama de blanco, la negra planchadora y la misteriosa Casa de los Leones. ¿Quiénes son y dónde están los fantasmas de la Ciudad de Buenos Aires?

Del vampiro de Flores al taxista fantasma, pasando por la dama de blanco, la negra planchadora y la misteriosa Casa de los Leones. Junto con el tango, el fútbol, la pizza y la nostalgia, la Ciudad de Buenos Aires también acoge variopintas y tenebrosas historias de fantasmas. Y hoy, para escapar un poco de tanta muerte y pandemia, decidimos adentrarnos en algunos de estos mitos (o no tan mitos, ustedes juzgarán).

La investigación no peca de originalidad, ya que son muchos y muy variados quienes han indagado en el tema: en 1942, el compositor, músico, escritor y cineasta Enrique Santos Discépolo dirigió la película «Fantasmas en Buenos Aires», un largometraje en blanco y negro donde una banda de estafadores le hacía creer a un hombre que la mujer de la que se había enamorado era en realidad un fantasma. Otro gran referente de nuestra cultura, el escritor Eduardo Gudiño Kieffer, escribió Diez fantasmas de Buenos Aires, una guía de diablos, espíritus errantes, almas en pena, espectros, aparecidos y ángeles desorientados de los rincones más recónditos de Buenos Aires. El relato de Kieffer incluye la célebre historia de Camilo el marzoquero, fallecido cuando cumplía las órdenes del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.

Finalmente, la propia Biblioteca del Congreso de la Nación presentó una compilación de material bibliográfico que bajo el título de “Leyendas y mitos urbanos” repone algunos de los libros, artículos e investigaciones más resonantes sobre las apariciones místicas en la Ciudad de la Furia. «Buenos Aires es leyenda: guía mítica de seres» ; «10 leyendas para no volver a dormir: historias urbanas» y un compendio de títulos de esta misma estirpe presentan un escalofriante recorrido por algunos de los mitos y leyendas de la Ciudad. Aquí reponemos algunos, y tan solo algunos, de los casos más interesantes.

“La Casa de los Leones” Barrio de Barracas. En la Avenida Montes de Oca al 100, se produjo una de las mayores tragedias porteñas. ¿Sus protagonistas? Una pareja de oligarcas y, el libreto, otra historia trágica de amor y muerte. Eustoquio Díaz Vélez, un acaudalado hacendado, compró la mansión de Montes de Oca y se casó con Josefa Cano Díaz Vélez, su sobrina (tan aristócrata que duele). Con la vieja paranoia de la inseguridad -sí, no es cuento nuevo, viene desde hace siglos y casualmente asusta más a los ricos- trajo tres leones africanos a vivir a la propiedad. Los dejó en su amplio jardín, enjaulados durante el día y sueltos por la noche. Cuenta la leyenda que una de sus hijas se enamoró de un muchacho, decidió comprometerse y la familia Díaz Vélez organizó una gran fiesta de compromiso en la mansión. Pero el festín no sería como Eustoquio esperaba: sucede que una de las jaulas que alojaba a los leones quedó abierta y uno de los felinos logró escapar y mató al novio. Como consecuencia de la fatídica jornada, la joven hija de los Díaz Vélez se suicidó. Eustoquio sacrificó a los leones y, en su honor, mandó a construir estatuas que conservaran la memoria de las fieras. Hoy, más de cien años después, dicen las malas lenguas que en esa zona de Barracas, por las noches, aún se escuchan gritos y llantos, del devorado novio y su suicida novia.

La Casa de los Leones

Felicitas Guerrero de Álzaga. Nos quedamos en Barracas, que por lo visto es cuna de fantasmas. Según consta en los libros de historia, Felicitas era una adinerada dama porteña, considerada en su época como la «mujer más bella de Argentina». Hija de acaudalados malagueños, Felicitas fue la primera de diez hermanos y ya desde muy joven contrajo matrimonio con Martín Gregorio de Álzaga y Pérez. El casamiento se produjo contra su voluntad, ya que ella tenía apenas 18 años y él 50. Sin embargo, quedó viuda a los 24 años mientras cursaba un embarazo que perdería al día siguiente. Felicitas heredó belleza y riqueza, pero su historia terminaría de manera trágica. Una tarde, en su quinta de Barracas, su tía Tránsito Cueto le avisó que uno de sus pretendientes preguntaba por ella: era Enrique Ocampo, otro oligarca porteño que la acosaba desde hace años. «¡O te casás conmigo o no te casás con nadie!», dicen que se le escuchó decir a Enrique. Luego sacó su Calibre 48 y le disparó por la espalda. «Suicidio», fue el veredicto del juez, en una ciudad donde la Justicia lleva acumulada dos siglos de injusticia. En Barracas, donde murió el 30 de enero de 1872, un templo lleva su nombre: Complejo Histórico Santa Felicitas. En la manzana delimitada por Pinzón, Azara, Brandsen e Isabel la Católica, dicen las malas lenguas que por las noches se la ve pasar rondando a la, aún joven pero eterna, alma en pena de Felicitas.

Felicitas Guerrero

Los fantasmas de la Línea A. Quienes han recorrido los subsuelos de la ciudad por las noches, cuentan que entre las medias estaciones de Alberdi y Pasco es posible divisar presencias sobrenaturales. La leyenda tiene décadas y se fortaleció al calor de los viejos vagones de madera que recorrían de manera subterránea los trazados de la Avenida Rivadavia. Cuentan quienes lo han visto que cuando el tren pasaba entre ambas estaciones, las luces del vagón titilaban y era posible observar a dos figuras masculinas sentadas en el andén abandonado. Según rezan quienes saben, las presencias corresponden a dos obreros italianos que perdieron la vida hace más de un siglo, a causa de la caída de una viga, mientras se construía la primer línea de subterráneos de América Latina. Cuentan que, debido a este episodio, la empresa constructora debió cancelar la construcción de una media estación que se encontraba entre las actuales Pasco y Alberti, con el objetivo de tapar el hecho. Pero ojo, los fantasmas no son exclusividad de la Línea A: murmuran quienes saben, que la estación Federico Lacroze fue construida sobre terrenos del antiguo Cementerio de Chacarita y que, por las noches, cuando reina el silencio, todavía se pueden escuchar almas en pena que vagan por la estación. Eso sí, muchos descreen que los fantasmas hayan sacado la tarjeta SUBE.

“El vampiro de Flores”. En una ciudad de migrantes y sincretismos, dicen que a principios del siglo XIX llegó un vampiro a Flores. Cuentan quienes lo han visto, que se trataba de un hombre muy pequeño, casi enano, que habría llegado desde Rusia o Hungría en una caja transportada por un barco, y que llevaba por nombre Belek. Este personaje rondaba en torno al Cementerio de Flores y el relato en torno a su condición de vampiro comienza a cobrar más fuerza a medida que aparecen animales muertos en el perímetro del cementerio. Casi todos, sin sangre. La leyenda de Belek hizo que las casas de los alrededores del cementerio de la calle Asamblea se llenaran de ristras de ajo. Dicen que, asustados por la situación, los vecinos y las vecinas decidieron atrapar al misterioso personaje, pero el enano de Europa Oriental logró escabullirse. Y quien sabe, tal vez todavía recorra por las noches las tranquilas callecitas del Bajo Flores.

«La negra planchadora» del Parque Rivadavia. Hay vampiros en Flores, pero Caballito también tiene sus ánimas: la «negra planchadora» fue una criada de la estancia de los Lezica, ubicada en lo que posteriormente sería el Parque Rivadavia. Susurran quienes saben de esta materia, que fue acosada y degollada y que su alma en pena sigue apareciendo en el parque. Son muchos los testimonios que dicen haber visto o escuchado cantar al «fantasma del predio de los Lezica», siempre vestida con harapos y cargando una plancha de hierro al rojo vivo en la mano. De hecho, quienes han indagado dicen que la planchadora solía aparecerse en el ombú del parque, sobre todo los días martes por la noche.

Rufina Cambaceres, hija del escritor Eduardo Camabaceres, fue encontrada sin vida en su casa del actual Pasaje Europa, en el (a esta altura ya «fantasmagórico») barrio de Barracas. Fue un 31 de mayo de 1902, justo cuando la joven cumplía 19 años. Fue enterrada en el Cementerio de la Recoleta, pero un tiempo después descubrieron que su ataúd se había movido. Las versiones sobre qué le pasó a Rufina son variadas y la más popular dice que sufrió catalepsia, una pérdida repentina de la movilidad, que llevó a que la enterrasen viva. Se supone que entonces la creyeron muerta, la llevaron al Cementerio de Recoleta y después descubrieron que había tratado de salir del ataúd. Su cuerpo permanece aún en el mausoleo de la Recoleta, pero hay quienes dicen que la han visto paseando por las noches entre tumbas de mármol.

Mausoleo de Rufina Cambaceres

Los fantasmas del Parque Ameghino, en Parque Patricios, la Dama de Blanco y otras apariciones de mentada fama que recorren el Cementerio de la Recoleta quedan fuera de esta recopilación, pero si saben de algún fantasma, nuevo o viejo, les invitamos a que nos escriban para incorporarlo.

Energías, presencias, fantasmas. Algo del orden de lo místico, de lo que no podemos comprender con las herramientas científicas ni con ayuda de la razón. Creer o reventar. De nuestro lado, elegimos creer. Y no por falta de pruebas: la redacción de El Grito del Sur funciona en el Centro de la Memoria Virrey Cevallos y puedo jurarles que allí hay más de un fantasma. Son gente buena y les alegra que trabajemos en ese espacio pero, cada tanto, con un ruido metálico, un soplido de viento más ruidoso de lo común, o una simple vibración, nos hacen sentir su presencia, su saludo, su cariño. Creer o reventar. No sé si el taxista fantasma o el vampiro de Flores, pero que en nuestra ciudad hay energías paranormales no tengo dudas. Y si no me creen, es solo cuestión de comprobarlo por ustedes mismos. Ojo, es tarea de valientes.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.