«Las barreras para entrar al mundo tecnológico empiezan desde la familia»

📲 Sofía Contreras, una de las fundadoras de la organización Chicas en Tecnología, cuenta cómo trabajan para reducir la brecha de género y sus experiencias volcadas en el libro "Chicas en Tecnología - Reiniciando el Sistema".

En 2014, Sofía Contreras, Carolina Hadad, Melina Masnatta y Mariana Varela estaban haciendo cosas muy diferentes, o quizás no tanto. Sofía estaba en su Córdoba natal trabajando en una aceleradora de emprendimientos tecnológicos; Carolina haciendo una pasantía en una empresa tecnológica de Silicon Valley; Melina se dedicaba a la investigación académica y coordinaba un programa de educación vinculado a la tecnología, mientras que Mariana trabajaba como diseñadora UX en una empresa tecnológica en Japón. Lo que las unió en un evento fue su deseo de cambiar el mundo y reducir la brecha de género en el mundo de la tecnología. Así nació en 2015 Chicas en Tecnología (CET) que hoy, además de ser una organización presente en toda la Argentina y en 18 países de la región, también se convirtió en libro.

“Para poder hacer que CET termine hecho libro tuvimos que pasar por muchas experiencias que tuvieron que ver con armar una organización sin que hubiera una experiencia previa o datos a nivel local. En el mundo había varias iniciativas, pero no en Argentina ni a nivel Latinoamérica”, dice Sofía Contreras a El Grito del Sur y recalca que sin datos es difícil tomar decisiones que tengan un impacto social.

Chicas en Tecnología – Reiniciando el Sistema (Random House) combina datos duros, testimonios de las autoras y de quienes pasaron por sus programas y cuentan su experiencia en el mundo de la tecnología, aunque bien podría ser en cualquier ámbito académico o laboral: acoso en la carrera y en espacios de trabajo, pisos pegajosos, techos de cristal y siempre el estereotipo que ubica a las mujeres lejos de la ciencia, la tecnología, la informática y la matemática.

Sofía Contreras

En el libro usan el concepto de leaky pipeline (tubería que gotea) para explicar cómo las mujeres terminan eligiendo otras carreras o desertando.

Es el concepto central del libro. Tenemos que imaginar que toda la vida es esa tubería a la que entran chicas pequeñas. Al empezar a transitar esa tubería lo primero que tienen como juguetes son cocinitas, escobas, cosas que tienen que ver con el cuidado del hogar, mientras que los chicos tienen bloques para construir o videojuegos y alguna puede perder el interés al sentir que esos juegos no son para ella. En la adolescencia llegamos a la secundaria, tal vez tenemos la suerte de que en nuestra ciudad haya una escuela técnica mixta, en mi caso no había, era solo para varones. Ahí ya se cae otra chica de la tubería. Si en la escuela tenemos la especialización, quizás nos dicen que ‘no es algo para las mujeres’. Si incluso después de eso hay alguna que decide estudiar una carrera (vinculada a la ciencia, tecnología o matemática), quizás sos la única mujer en toda la clase, tenés docentes que dan las materias asumiendo que ya hay un conocimiento previo que suelen tener los varones porque son los primeros en tener una computadora, en aprender a usarla. Todo eso influye en que la tubería siga goteando. Quizás sos de las diez que ingresan a la carrera y de las tres que se reciben, ingresás a trabajar y tenés pisos pegajosos, techos de cristal, te bloquean ascensos, no te toman en serio cuando hacés una propuesta, tus compañeros hacen comentarios machistas, se toman las decisiones importantes en otros espacios como en partidos de fútbol. Todo eso va haciendo que más chicas goteen por la tubería y no puedan progresar en sus carreras.

Según un relevamiento hecho por CET junto a J.P Morgan -al que se puede acceder en su sitio web-, que buscó relevar las elecciones educativas, expectativas y percepciones de las mujeres y adolescentes argentinas, solo un 10 por ciento de las jóvenes de entre 11 y 14 años estaban interesadas en carreras vinculadas a la tecnología. Y la estadística arroja más datos desalentadores: las carreras de Ciencia, Tecnología, Informática y Matemática tienen un 33 por ciento de mujeres inscriptas, mientras que en programación el porcentaje es del 16 por ciento. 

Los programas de CET están orientados a adolescentes. El primero, Programando un Mundo Mejor (PUMM), consistió en invitar a mujeres jóvenes estudiantes de secundaria a pasar cuatro tardes y un fin de semana con el objetivo de detectar un problema de su entorno y crear una aplicación para solucionarlo.

¿Cómo se puede trabajar con las escuelas para lograr el cambio en ese momento tan clave que es la adolescencia?

Al inicio queríamos que el cambio sea hacia y desde las chicas, para después generar el cambio en las escuelas, los profesores, los gobiernos locales y las empresas. Por eso decimos que lo que hacemos con Chicas no apunta a cerrar la brecha de género, sino a achicarla porque van a pasar muchos años (se calcula alrededor de cien) hasta que eso suceda, no lo vamos a ver nosotres y no es el trabajo de una sola organización, es algo que tenemos que lograr entre todos, entre todes. Uno de los objetivos iniciales de Chicas era superar las barreras geográficas, que no fuera algo que se quede en una ciudad de un país. Por eso desarrollamos programas que les dan herramientas a las personas que están en el territorio, como profesores y maestros. Para eso desarrollamos el programa Clubes Chicas en Tecnología con el que les docentes podían acceder (de forma libre y gratuita) a la información del formato para armar los clubes en sus escuelas y así potenciar a las chicas en su lugar. También damos charlas y talleres para que les profes tengas más herramientas. Mucho del impacto de Chicas fue gracias al compromiso de estas personas en sus instituciones.

Ustedes señalan que hay una falta de modelos a seguir y que eso desalienta a las mujeres al momento de elegir una carrera. ¿Cómo se soluciona?

Tenemos que visibilizar aquello que está invisibilizado. En cada oportunidad que tenemos, en nuestras casas, en cualquier lugar, hay que mostrar los modelos a seguir que sí existen, solo que no se ven. Mi socia, Caro (Hadad), lanzó un libro que se llama Científicas de Acá (junto a Julieta Elffman, Valeria Edelsztein y Julieta Alcain) con historias de científicas argentinas que hicieron cambios tremendos en la ciencia. Tenemos que visibilizarlas a ellas, a las mujeres que están en distintos ecosistemas, que están dentro de una empresa. Las chicas necesitan verlas, identificarse y poder decir quiero ser como ella. Tenemos que hacer que las chicas y chicos que tenemos cerca conozcan a esas mujeres.

Chicas en Tecnología también da algunos nombres: Elsa Bachofen, la primera mujer en recibirse de ingeniera en Argentina y en Latinoamérica en 1918; Cecilia Tuwjasz de Berdichevsky, la primera programadora argentina y que trabajó en Clementina, la primera computadora para fines científicos del país; y Victoria Raquel Bajar Simsolo, la primera graduada de Computación Científica de la Argentina en 1964, entre muchas otras.

Al visibilizarlas, Sofía, Carolina, Melina y Mariana esperan que en sus próximas charlas, cuando pidan cerrar los ojos y pensar a qué creadores de tecnología conocen, empiecen a aparecer nombres de mujeres y no solo los de Steve Jobs, Bill Gates o Elon Musk.

CET trabaja con empresas tecnológicas para que las chicas puedan experimentar los programas en esos espacios. ¿Cómo es el trabajo con esas empresas teniendo en cuenta que en esos mismos lugares se reproducen estas conductas que profundizan la brecha de género?

Que haya pocas mujeres en las empresas tecnológicas es algo que viene desde hace mucho tiempo. Las barreras o lo que desincentiva a una mujer a que se dedique al mundo tecnológico empiezan desde nuestras familias, el contexto que nos rodea. Todo nos dice ‘esto no es para vos’ y cuando llegamos a las empresas, estas construcciones sociales se ven ahí. Las empresas que se sumaron (a trabajar con CET) están comprometidas a luchar contra la brecha de género y tener un impacto. Queremos que las chicas tengan la experiencia de estar ahí (en una empresa tecnológica), de trabajar unos días en ese espacio y a partir de esa experiencia que pueda decir ‘esto me interesa’. Sin la experiencia, no podés tomar esa decisión.

En un momento comparan el proceso de creación de CET con el de aprender a hacer un huevo duro, ¿cómo fue aprender a hacer ese huevo duro y transformarlo en libro?

Después de muchos años de hervir el huevo. Encaramos este desafío, logramos constituirnos como una organización de la sociedad civil, nos tomó tiempo conseguir sponsors, trasladar las ideas y generar un impacto real, que no fueran solo números, sino generar un cambio. Pudimos transformar todo en un libro armando la organización, validando nuestras ideas y nuestros programas en la cancha, viendo que tenían impacto y haciendo crecer el equipo. Chicas empezó en CABA y hoy llega a muchísimas ciudades y a 18 países de la región. Todas esas experiencias, esas investigaciones eran datos que no existían en nuestro país y sin datos, sin medir, no se pueden tomar decisiones. El libro se transformó en otro medio de transmitir la importancia de lo que estamos haciendo. Creamos Chicas con inversión cero, éramos cuatro mujeres que no nos conocíamos, pero que nos juntó un objetivo en común. Para escalar necesitamos la inversión y el apoyo del ecosistema que nos rodea, teniendo en cuenta que la tecnología atraviesa todas las industrias. Necesitamos el apoyo de los gobiernos e instituciones para que Chicas siga creciendo. Además, al final del libro contamos paso a paso cómo se creó Chicas para que cualquiera pueda crear su propia ONG u organización de la sociedad civil.

¿Y qué queda para el futuro?

Ahora Chicas creció muchísimo durante el 2020 con el Covid, se pasaron barreras geográficas. Y los pasos a seguir son consolidar la estrategia regional, tenemos una nueva directora ejecutiva (Paula Coto, en reemplazo de Melina Masnatta), así que lo que está por venir es más crecimiento, más impacto y, quizás, un futuro libro.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.