Vacunarse en Miami

💉 Por la módica suma de 2.500 dólares, ocho horas de ida y ocho de vuelta. Vacunación VIP sin colas ni tapujos. ¿Cómo es vacunarse en Miami?

La pandemia será un golpe al capitalismo, escribía Slavoj Zizek en sus prematuras reflexiones de un ya lejano marzo de 2020. A un año y monedas del inicio de la peor pandemia de los últimos siglos, no tenemos evidencia suficiente para rebatir este argumento, pero mientras Rusia, China y Estados Unidos pujan en la batalla geopolítica por la vacunación, las formas más groseras de la privatización y el privilegio a la vida aparecen en la península de Florida. A eso nos referimos cuando hablamos del «turismo de vacunas» y de la creciente desigualdad en el acceso a la salud.

El «turismo de vacunas» comenzó hace más de un mes y tiene explicaciones concretas: mientras China y Rusia apostaron desde un primer momento por la exportación de vacunas -como parte de una estrategia geopolítica de influencia y penetración-, los Estados Unidos privilegiaron la vacunación interna y lo hicieron de manera masiva. Con 129 millones de personas vacunadas (el equivalente al 39,30% de su población), Estados Unidos inmunizó a mansalva y luego apostó por la vieja fórmula que tanto provecho le ha dado: convertir cualquier bien en mercancía. Al calor de esta lógica, toda persona que pudiera abonar su aéreo, su visa y su estadía en el estado de Florida, tenía la posibilidad de «salvar» su vida. Una iniciativa polémica, que parte de la meca latina del poder norteamericano y que tiene destinatarios claros, especialmente en el patio trasero latinoamericano. Y con una lógica profundamente liberal: el que puede, accede. La variante meritócrata de la libertad.

En Florida, el 34% de la población ha completado su vacunación. Otros estados, como Connecticut, Massachusetts o Rhode Island superan ampliamente este porcentaje. Sin embargo, a partir del 29 de marzo, Florida comenzó a vacunar a personas mayores de 40 años, tanto con la fórmula de Pfizer como con las vacunas de Moderna y Johnson & Johnson, y el 5 de abril se abrieron los cupos para vacunar a toda la población. El 29 de abril de este año se inauguró definitivamente la vacunación para no residentes, origen de una importante corriente de «turistas sanitarios», provenientes sobre todo de países donde la vacunación avanza a ritmo lento. Pero Miami no es el único estado que entendió que donde hay una necesidad nace un negocio: Nueva York, Dallas y Alaska ya anunciaron que replicarán este modelo sanitario de incentivo turístico.

Si bien el gobierno argentino no cuenta con registro de cuántas personas se han vacunado en el exterior, algunos indicadores dan cuenta del aumento del flujo del «turismo sanitario». Según datos de Aerolíneas Argentinas, los vuelos a Miami pasaron de un 52% de ocupación en el primer trimestre del año, a un 61% en abril, un 100% en mayo y un 75% en junio hasta el momento. Y las agencias de turismo no perdieron oportunidad de meter cuchara en el negocio: Viajar a Miami para vacunarse: todo lo que hay que saber, titula la empresa Turismocity. «Sin pruebas de ciudadanía ni residencia», es el eslogan que invita a adquirir el aéreo, no sin antes señalar el elevado precio de los vuelos para marzo (alrededor de dos mil dólares) y recordar que se precisa una visa emitida por la embajada de los Estados Unidos, que se tramita por la módica suma de 160 dólares (unos 20 mil pesos).

¿Pero cómo es el procedimiento para vacunarse en Miami? Muy sencillo. Una vez que el turista cuenta con pasaje de avión y visa, debe registrarse en la web Vaccine Spotter y seleccionar el estado de Florida. Allí se puede elegir la farmacia de preferencia y la vacuna que se desea recibir. En el caso de Pfizer y Moderna son dos dosis, pero con la de Johnson & Johnson se resuelve con apenas una. Ocho horas de ida, ocho de vuelta, unos dos mil quinientos dólares y voilá. Salvo por eso, la vacunación es totalmente gratuita.

La idea que subyace es que se vacuna el que puede, quien no precisa Estado, quien tiene un privilegio y lo ejerce sin pudor. Una nueva modalidad que evidencia la desigualdad rutilante en el acceso a la salud. Mientras Mauricio Macri, Jorge Rial, Matías Martin o Ana Rosenfeld se embarcan como privilegiados turistas sanitarios, las grandes masas de la población argentina esperan impacientes su turno de vacunación. «Liberan una vacuna», «no se saltan la fila». Los argumentos encubren la realidad fatal del capitalismo: el que puede pagar vive, el que no puede pagar espera. O muere.

Pero nobleza obliga, la versión norteamericana del privilegio no tiene nada que envidiarle a la criolla. Los vacunatorios VIP, que se replicaron en Argentina, Perú y Paraguay, son la puesta en escena local de la meritocracia sanitaria. Pero aquí es distinto el eje, puesto que no depende solamente de quien tiene más recursos económicos, sino de quien está más cerca del poder. La diferencia entre Macri y Verbitsky es apenas un aéreo a Miami. El ejercicio del privilegio en una sociedad que sufre, es el mismo.

No sabemos si la pandemia de COVID-19 será una estocada final al capitalismo, si el eje Rusia-China fortalecerá su influencia mundial a base de vacunas o si (como efectivamente sucede) las diferencias entre ricos y pobres, nortes y sures, se seguirán extendiendo. Lo cierto es que el turismo sanitario representa la evidencia fehaciente de que las formas más viles de la especulación siguen intactas y se ponen en juego con el más valioso de los derechos: el derecho a la vida.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.