Testearse para derribar el estigma y la discriminación

💜 La Alianza Federal "I=I: de Ushuaia a La Quiaca" tiñó de fucsia los monumentos de la Ciudad de Buenos Aires en la previa del Día Nacional de la Prueba del VIH. El objetivo: hablar de sida de una manera positiva.

Cuatro décadas después del descubrimiento de los primeros casos de sida, 3 de cada 10 personas con VIH no conocen su estado serológico. En el marco del Día Nacional de la Prueba del VIH, desde la Asociación Ciclo Positivo y la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos, junto a otras organizaciones que integran la Alianza Federal «I=I: de Ushuaia a La Quiaca», realizaron una intervención creativa en el Obelisco de Buenos Aires para difundir el mensaje «Indetectable es Intransmisible». La jornada empezó cerca de las cinco de la tarde con la participación de una treintena de jóvenes que colgaron cuatro banderas con el lema I=I en las rejas que bordean al Obelisco y terminó de ordenarse cerca de las 18hs cuando otros seis monumentos públicos de la Ciudad fueron iluminados de fucsia, con el objetivo de plantear una nueva forma de hablar de VIH, desde un enfoque positivo y supliendo el color rojo, asociado a la sangre y utilizado previamente para referirse a la temática.

«Hay que poder hablar de esto de una forma distinta. Cuando nosotros proponemos la campaña de indetectable es intransmisible y hacemos esta acción pública, el objetivo es que podamos motivar a las personas a hacer las preguntas necesarias, porque nadie se va a hacer la prueba de VIH si no siente que la necesita», explica a El Grito del Sur Franco Bova, uno de los coordinadores de la Asociación Ciclo Positivo y ganador de la beca Voces Jóvenes de la Sociedad Internacional de Sida. «Hay que poder generar en la gente la necesidad de conocer su estado serológico, porque tienen que entender que es algo súper positivo enterarse a tiempo que tienen VIH», insiste.

El pasado 1º de junio se cumplieron 40 años del día en que se conocieron los primeros casos de sida en los Estados Unidos, una enfermedad por ese entonces desconocida, de la que se habló poco durante largo tiempo y la que -mediantes estigmas y prejuicios- se buscó asociar a determinadas poblaciones, como los homosexuales, bautizando al sida como «la peste rosa». Haciendo un análisis de todo lo acontecido durante estos años, Matías Muñoz -presidente de la Asociación Ciclo Positivo y coordinador para Argentina de la Alianza Global contra el Estigma y la Discriminación por VIH- opina: «La principal diferencia entre el descubrimiento de los primeros casos de sida hace 40 años y la situación hoy, es el tremendo avance científico que se dio en cuanto al descubrimiento de tratamientos y su mejora». Sin embargo, señala que «claramente hay por lo menos dos ausencias». «Una tiene que ver con la cuestión científica o médica y es que todavía no pudimos encontrar una cura. La otra, es la respuesta social en cuanto a la problemática de la discriminación y el estigma que aún hoy sigue siendo muy fuerte», precisa y advierte: «Obviamente no puedo decir que es igual que en el año ’81, pero lamentablemente todavía hay personas que no entran a un empleo por un test de VIH, personas que son excluidas de sus entornos más cercanos, de sus amigos, su familia, o son rechazados por sus parejas».

Nuevas investigaciones, tratamientos, legislaciones y descubrimientos se fueron sucediendo en estos 40 años en los que la sociedad ha convivido con una pandemia de la que poco se habla y sobre la que poco se ha invertido para alcanzar una rápida cura. La pandemia de COVID-19 llegó más de 35 años después de la del VIH, ocupó y ocupa la agenda sanitaria y política general de todos los países y en poco más de un año ya hay al menos cinco vacunas aprobadas y en circulación para inmunizar a la población contra el coronavirus. En este sentido, Bova plantea que «este es el año para discutir una nueva ley de VIH» y enfatiza en que «el Estado nacional tiene una gran deuda con las personas que viven con VIH y con las 5 personas que se mueren por día en nuestro país» a causa de enfermedades relacionadas.

Independientemente de las distintas acciones que se han tomado desde los Estados para atender estas pandemias, lo que no está en duda es que el COVID-19 trajo aparejadas múltiples dificultades en el sistema de salud público y privado, producto de la saturación en los momentos de mayores picos de contagios e internaciones, y esto se tradujo de manera directa en el impacto negativo que sufrieron las personas con VIH, entre otras personas con diversos padecimientos. «El no poder salir, no tener permisos de circulación o tener que revelar los diagnósticos en nuestros puestos laborales porque las personas con VIH estábamos exentas de ir a trabajar», enumera Emir Franco -de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos- como algunas de las dificultades que tuvieron que sortear en nuestro país aquellas personas que viven con VIH. «No hubo una respuesta rápida del Ministerio de Salud y fuimos las organizaciones que trabajamos sobre el VIH las que tuvimos que reclamar que hubieran políticas públicas que nos incluyeran», denuncia.

La desaparición del Ministerio de Salud y la falta de medicación durante la gestión de Mauricio Macri fueron dos de las problemáticas centrales que sufrieron las personas VIH positivas. A casi dos años de la asunción de la nueva administración nacional, si bien el organismo público volvió a adquirir su rango ministerial, la pandemia no permitió que hubiera grandes cambios en la materia. «El VIH ha quedado atrás en la agenda de la pandemia, de las elecciones. Estamos en un momento muy critico, en el que desde hace mucho tiempo no hay un director de VIH en el Ministerio de Salud de la Nación», comenta Franco Bova con un tono alarmante. «Parece ser que el Ministerio de Salud es más el Ministerio del Covid -cuestiona- y esto no puede seguir así porque la situacion epidemiológica está empeorando y no puede haber más silencio alrededor del VIH. 40 años de VIH nos han enseñado que el silencio es igual a la muerte y necesitamos que la gente se dé cuenta que hay que volver a hablar de VIH, de una forma distinta pero hay que hacerlo», refuerza.

En este mismo sentido, Muñoz agrega: «Lamentablemente no noto cambios favorables con la nueva administración. Creo que la pandemia se llevó la agenda de salud, por no decir la agenda de la política, y eso hizo que empeorara la situación de las personas con VIH».

En el último Indice de estigma y discriminación (estudio nacional liderado por la RAJAP) se observa que 1 de cada 4 mujeres jóvenes son discriminadas en los servicios de salud por su diagnóstico positivo y 2 de cada 10 mujeres trans sufren discriminación y exclusión en sus actividades sociales. Además, en algunas zonas del país 1 de cada 3 personas sufrió malas experiencias al revelar su diagnóstico a sus amistades, familiares y/o parejas; y el 16% de las personas que contestaron la encuesta fueron obligadas a hacerse un test de VIH en los exámenes preocupacionales.

Y eso no es todo. En la actualidad, casi el 70% de las personas con VIH se atiende en el sistema público de salud y esto no es algo casual, sino que responde a una clara expulsión de estas personas de los empleos formales y, en muchos casos también, como resultado de una fuerte discriminación. Al respecto, Emir Franco resalta la importancia de crear y multiplicar campañas de información que promuevan la realización del test, así como distintas herramientas que hoy en día se encuentran invisibilizadas y que resultan de suma importancia para aquelles que viven con VIH, fundamentalmente para quienes adquirieron el virus y aún no lo saben. «Lo único que vemos son campañas de hacerse el test, pero no hay campañas ni de prevención ni de qué es lo que pasa con las personas que ya vivimos con el virus», dice en relación a las campañas difundidas en los hospitales. Y añade: «Por parte de los Estados, tanto nacionales como provinciales y municipales, no hay campañas de información para las poblaciones clave. Todavía la gente sigue pensando que el VIH es un virus mortal, que es un castigo divino para determinadas poblaciones y la realidad es que no es así -aclara-. Todes quienes tengamos una vida sexualmente activa podemos adquirir el virus. Necesitamos más información y es responsabilidad del Estado garantizarla».

En una línea similar, pero atendiendo además a la cuestión educativa, Bova propone que esta información pueda ser trabajada en el marco de la ESI en las escuelas de todo el país, tal como lo dispone el proyecto por una nueva ley de VIH, Tuberculosis, Hepatitis Virales e ITS, que descansa en el recinto legislativo desde diciembre del año pasado. «No hay ninguna política de ampliación de derechos para reducir el estigma y la discriminación hacia las personas con VIH. Tenemos tres proyectos de ley durmiendo en los cajones de los legisladores, y hablo en particular de Pablo Yedlin en la Cámara de Diputados con el proyecto de la nueva ley de VIH», protesta el ganador de la beca «Voces Jóvenes» de la Sociedad Internacional de Sida. No es un señalamiento azaroso ni caprichoso: parte central del planteo que sostienen las organizaciones tiene que ver con que es necesario llevar adelante políticas públicas que tiendan a reducir los niveles de estigma y discriminación, para poder ponerle fin a la pandemia del sida.

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).