«El rechazo a las personas trans tiene un fundamento religioso que luego fue patologizado por la medicina»

💜 En un nuevo 3J, El Grito del Sur habló con la abogada trans Cristina Montserrat Hendrickse sobre las necesidades del colectivo travesti-trans, el avance de la derecha y el punitivismo.

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Las consignas elaboradas para este Ni Una Menos reflejan un panorama difícil con algunas deudas pendientes. Si bien nuevamente la marcha no se realizará por las condiciones sanitarias, los reclamos estarán focalizados en el reconocimiento a las trabajadoras esenciales, la Reforma Judicial Feminista y la realidad del colectivo travesti trans, una población que desde su condición de vulnerabilidad debió afrontar las virulentas consecuencias de la pandemia.

Según el informe regional Paren de Matarnos, realizado entre 2019 y 2020 por la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans, éstas sufren una de las más altas tasas de muertes sin consecuencias judiciales para los autores del hecho en la región. En Argentina, La Rosa Naranja contabilizó el año pasado 108 muertes de travestis o transexuales y, a pesar del decreto implementado por el presidente Alberto Fernández, la ley de Cupo Laboral Trans continúa sin sancionarse, esperando su tratamiento. Las activistas remarcan que detrás de cada travesticidio social hay una cadena de indiferencia, falta de políticas públicas y abandono: para mayo del 2020, nueve de cada diez mujeres trans en CABA informaron que no iban a poder pagar su alquiler por la pérdida de ingresos fruto del aislamiento

Cristina Montserrat Hendrickse tiene 57 años, es abogada y activista trans. Su vida estuvo atravesada por el silencio de la dictadura y la búsqueda de su identidad de género. En Neuquén, donde conoció y convivió con Liliana -su actual pareja-, participó en causas ambientales y representó a la comunidad mapuche Mellao Morales para frenar el avance de los proyectos extractivistas. En 2019 se postuló para ocupar el cargo de jueza en el fuero de Familia de la ciudad de Chos Malal y, aunque no llegó a consagrarse como la primera magistrada transgénero, sentó un precedente para la comunidad. No conforme con marcar hitos, hace algunas semanas logró que el Liceo Militar de San Martín, de donde egresó como subteniente de reserva, modifique sus registros de acuerdo a la identidad de género autopercibida. 

En un nuevo 3J, con la mira del transfeminismo puesta sobre el Poder Judicial y la búsqueda de Tehuel activa como una herida abierta, El Grito del Sur habló con Cristina sobre la coyuntura actual del movimiento trans, el avance de las derechas y el punitivismo. 

Foto: El Ciudadano

Se cumplen 6 años del primer Ni Una Menos y está claro que, a pesar de los avances, el colectivo trans continúa siendo el más perjudicado. ¿Qué balance hacés de este proceso?

En el balance siempre hay cosas positivas y negativas. Las positivas son que se ha ampliado la perspectiva de género a otros ámbitos, se ha crecido en derechos para las mujeres y disidencias, se han visibilizado los femicidios y transfemicidios. Lo negativo es que este tipo de crímenes no han bajado y menos en este contexto de catástrofe humanitaria en el que estamos ahora. En torno al movimiento trans, después de la ley de Identidad de Género (que fue el gran hito) hubo avances que costaron que se implementaran como el Cupo Laboral Trans, que se aprobó en la Provincia de Buenos Aires en 2015 y no se implementó hasta el 2019 y que en la Ciudad de Buenos Aires aún no se cumple. Esto fue atendido por el presidente Alberto Fernández con el Decreto Nacional que instauró el Cupo Laboral en el Estado y durante la pandemia con diferentes programas, pero igualmente es un camino progresivo. También nos queda la efectiva aplicación y vigencia en forma fluida del acceso de las personas trans a la salud, que las obras sociales garanticen las cirugías para adecuar los caracteres secundarios al género autopercibido, algo a lo que suelen ser renuentes. 

En paralelo al crecimiento de los transfeminismos se ha visto en todo el mundo un avance en la transfobia. Un claro ejemplo es lo que está sucediendo ahora en España con la polémica por la ley Trans. ¿Cómo ves esta coexistencia de dos movimientos totalmente opuestos?

Sin duda que hay claroscuros desde lo social. En todo el mundo ha habido un avance del oscurantismo y de las ideas de derecha. En Europa cada vez cobran más fuerza los partidos conservadores y misóginos, acá los autodenominados libertarios, que también crecen en espacios religiosos y conservadores como la iglesia católica y evangelista, fomentando discursos de odio y LGBTIfóbicos que no son gratuitos. El 25 de mayo hubo un atentado a un local del Frente de Todos en Bahía Blanca con consignas cuestionando a la ESI y una referencia a la desviación de las normas naturales en alusión a la identidad de género. Tenemos que estar listos para enfrentar a estas corrientes que impulsan discursos de odio que pueden llegar a ser peores que lo que sucedió el siglo pasado con el nazismo. 

¿Cómo entendés que sigan vigentes los movimientos TERF en un país con normas de avanzada como la Argentina?

Tenemos que contextualizar la cultura en la que estamos encuadrados. En realidad, la diversidad de géneros es reconocida desde la antigüedad. En Grecia estaba Tiresias que cambiaba de sexo por orden de Zeus para ver si gozaba más el hombre o la mujer; en la India se reconocía a las personas trans y las culturas de América Precolombina creían que había 5 géneros distintos. La cultura judeocristiana fue la que comenzó a condenar la homosexualidad y el travestismo en el viejo testamento, no como mandamiento pero sí como norma, porque la veían como un impedimento para reproducir la especie en un momento que había necesidad de poblar el mundo. Si bien la mayoría de las reglas que regían la vida en ese momento cayeron, el rechazo a las personas trans se mantiene por esa raíz de fundamento religioso que luego pasó a ser patologizado por la medicina. Ahora ni siquiera ese argumento se sostiene porque la OMS ha removido la disforia de género de la lista de enfermedades mentales.

Hace poco lograste rectificar tus datos en el registro del Liceo Militar General San Martín. ¿Por qué decidiste hacerlo? ¿Qué significó para vos?

Yo hice el colegio durante la época más oscura de la dictadura, entre 1977 y 1981. En marzo de 1982, veinte días antes de que comenzara la guerra de Malvinas, Galtieri decidió que se nombrara subtenientes de reserva a los egresados de esa camada. Cuando hice el cambio de identidad de género, la ley me permitía rectificar toda la documentación pero solicitar el cambio de registro en el Ejército no tenía grandes repercusiones para mí, así que no lo hice. Sin embargo, ahora entendí que era un buen mensaje en un ámbito tan patriarcal, xenófobo, racista y LGBTIodiante. Me parecía interesante abrir la puerta a las nuevas generaciones para que si algune chique trans quiere formar parte de las Fuerzas Armadas pueda hacerlo, como ocurre en los Estados Unidos gracias a un decreto de Joe Biden que en enero de este año revirtió la prohibición de enlistar personas trans.

Foto: La Nación

En 2019 te postulaste para jueza de la provincia de Neuquén. En un momento donde el pedido de “Justicia Feminista” aparece por todas partes, ¿qué elementos faltan para que se logre?

Una justicia feminista debe erradicar los estereotipos machistas con los que carga la cultura del derecho y la familia judicial. La periodista feminista Liliana Hendler dice que si no nos planteamos derribar la casa del amo con otros elementos que no sean los del amo vamos a seguir generando defensorías, refugios, presentando fallos, escribiendo leyes que lo único que hacen es agudizar la crisis patriarcal sobre los derechos de mujeres y disidencias. Hay que modificar un Poder Judicial que es racista y elitista y tiene que haber más pueblo, teniendo en cuenta no solo a las mujeres y disidencias sino a las mujeres y disidencias pobres. Hay que incorporar más jueces legos. Ahora la justicia está diseñada solo para las clases medias y altas y las clases bajas recurren a otros mediadores. Un ejemplo claro de esto es lo que sucede en los programas de la tarde donde va un notero, escucha al denunciante, al denunciado y el piso “condena”, casi como un proceso judicial montado de una forma muy berreta, pero que en el fondo está satisfaciendo esa necesidad de justicia. Al faltar el Estado impartiendo justicia, se arma un show que no resuelve lo que requiere la población. 

Claro, ahí también surge la rabia punitivista, otra cuestión fundamental a la hora de pensar una justicia feminista.

Ahí entra la derecha que quiere vendernos que con más policía, mano dura y luz verde para reprimir va a mejorar la seguridad, cuando justamente la falta de seguridad se da por el encuentro de ese submundo con funcionarios que tienen distintos negocios. Es imposible que existan los robos, el narcotráfico, la trata de personas, las mafias, sin la complicidad de la justicia. Creo que el feminismo tiene que proponer un Poder Judicial que se encargue de revisar y desmantelar un Estado mafioso para tener un Estado de derecho. También queda pendiente el debate sobre las instituciones carcelarias, porque ahora el femicida queda preso en una cárcel patriarcal que está lejos de resocializarlo. Hay que pensar un castigo que lo haga reflexionar y que no reproduzca el sistema.   

Para terminar, ¿cuál es el principal reclamo de la comunidad trans en este Ni Una Menos? 

Creo que tanto para mujeres trans como cis sigue vigente el paren de matarnos y tenemos que apuntar a que sea resuelto. Hay que insistir en eso, reformando los medios, la justicia, la educación. Es el eje fundamental porque si no estamos vivas no podemos reclamar ningún otro derecho.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios