«Discutir la frontera entre cordura y locura es plantear un problema político»

🧠 Fran Castignani, integrante de Orgullo Loco Buenos Aires, reflexiona en diálogo con El Grito del Sur sobre neurodiversidad, desmanicomialización y el linde entre cordura y locura.

«Queremos discutir, celebrar y poder arruinarlo todo. Recomenzar junt*s cada vez que nos sea necesario, en nuestros duelos y en nuestras dificultades, en nuestras alegrías y en nuestras tristezas, sin identitarismos, separatismos ni exclusiones»

Manifiesto Orgullo Loco Buenos Aires  

En un mundo organizado por saberes autorizados y matrículas habilitantes, Orgullo Loco es un movimiento político que propone revalorizar la experiencia de les usuaries y ex usuaries de dispositivos psiquiátricos para cuestionar el modelo médico hegemónico. El movimiento, que nació en el hospital canadiense de Parkdale cuando en 1996 les residentes organizaron el primer «Día del Orgullo del Superviviente Psiquiátrico», llegó a Latinoamérica gracias a activistes que se proponen adaptar este pensamiento a los contextos locales.

Con el bagaje de pensadores como Michel Foucault, Félix Guattari y Suely Rolnik, Orgullo Loco recupera el recorrido de la disidencia sexual y la neurodiversidad para englobar a todas las subjetividades que no entran en la matriz capacitista-heterocis-normativa. En ese contexto surge el grupo Orgullo Loco Buenos Aires, que desde 2018 organiza cursos, imparte talleres y difunde información en redes sociales. En su lógica de trabajo, la discusión colectiva, la traducción y la cita son herramientas primordiales. Actualmente realizan el taller mensual “Decir crip con el corazón en la mano” de manera virtual y gratuita, bajo el disparador de la publicación del libro Teoría Crip de Robert Mcruer en español.

En un Zoom que excede los 40 minutos y desacata cualquier formalismo, Fran Castignani, politóloga, docente, traductora e integrante de Orgullo Loco Buenos Aires, reflexiona sobre el concepto de neurodiversidad, la desmanicomialización y cómo el linde entre cordura y locura es funcional al sistema.

¿Qué es Orgullo Loco?

Orgullo Loco tiene que ver con poder hablar desde nuestra posición de personas neurodivergentes, disidentes del sistema biomédico psiquiátrico. Buscamos recrear espacios donde podamos hablar por nosotres mismes sin tener que estar autorizades por el sistema médico, aunque valiéndonos de algunas de sus herramientas para discutirlo. Intentamos visibilizar que las experiencias de personas que atravesaron instancias de psiquiatrización y contención forzada también son productoras de saber, por eso una de las brújulas éticas políticas y poéticas que tiene Orgullo Loco es “nada sobre nosotres sin nosotres”. No se trata de dar vuelta el dualismo locura-cordura, sino de limar ese aparato clasificatorio que produce tanta segregación. 

¿Cómo llegaste al movimiento?

Yo llegué a Orgullo Loco luego de transitar una experiencia de depresión bastante larga. En ese momento me interesaba investigar cómo se organizaban las personas que estaban pasando este tipo de situaciones, si había algo del fenómeno que excedía la dimensión privada, entre comillas, de nuestros malestares y tenía que ver con algo más estructural, psicosocial. Quería investigar la manera de darle contenido político, entendiendo por político producir hostilidad y no consenso. El consenso es reaccionario, conservador, es que todo siga cómo está y todo está para la mierda. El consenso es otro modo de violencia sobre las personas neurodivergentes, sobre las personas gordas, locas, trans, sobre aquelles que diferimos de las obligaciones que supone el modo de vida que llevamos. 

Se trata de cuestionar un sistema que arma una definición muy estática de “lo loco” en contraposición de “lo cuerdo”… 

Discutir la frontera entre cordura y locura es plantear un problema político sobre un límite que la psiquiatría hegemónica dice tener siempre en claro. Esa frontera separa a quienes quedan del lado de la cordura -reconocides, visibilizades, merecedores de derechos-, de quienes pasan del lado de la locura, que se transforman en cuerpos aptos para cualquier tipo de operación. La idea de neurodivergencia proviene de la comunidad de las personas del espectro autista que comienzan a discutir que exista una sola manera de bienestar bio-neuro-fisiológico. La normalidad no existe, es una media estadística que construye sistemas de segregación o integración.

Ahí aparece también la discusión sobre qué se entiende como “discapacidad”.

La discapacidad tiene que ver mucho con la mirada externa. Si bien tiene una condición física, hay mucho de la mirada del otre. Hay discapacidades que son difíciles de ver, llamadas “invisibles”, aunque ahí de nuevo se abre otra cuestión porque yo tengo fatiga crónica y cuando me dicen que es una discapacidad invisible les invito a que vengan un día en el que no me puedo levantar de la cama. Hay que cuestionar hasta dónde llega nuestra mirada, cómo lo que no se ve se reduce a algo que no merece un nombre, que no tiene legitimidad. Esto también tiene que ver con ocultar que se han multiplicado las condiciones discapacitantes porque básicamente vivimos en un entorno que es insostenible en términos de condiciones materiales, físicas, psíquicas. El Covid vino a poner sobre la mesa eso y habrá que ver si logramos aprender algo y reformular nuestro modo de vida y la crueldad que ejercemos hacia otros seres humanos y no humanos.

¿Cómo se trabaja el límite entre la potencia política de adueñarse del estigma y la recaída en esencializar un diagnóstico?

Como posición identitaria, el Orgullo Loco es estratégico, depende de la situación, de la singularidad, del momento. A veces situarte a partir de determinada condición, un diagnóstico o una injuria puede servir para empoderarte, otras puede llevar a quedarte en un lugar de victimización. El orgullo sirve para generar agencia, para hacer algo más que aceptar el diagnóstico, es una idea que arrastra mucho de los movimientos de la disidencia sexual y del activismo de LGBTQIA+.

¿Qué pasa con el concepto de desmanicomialización?

La desmanicomialización siempre debe plantearse de manera situada y entendiendo el privilegio que supone poder acceder al sistema médico. No se trata de pensar una desmanicomialización en términos globales sino de apostar por una descolonización de la psiquiatría, del psicoanálisis, de las prácticas terapéuticas que reproducen el binomio público-privado/ individual-político como fronteras amuradas e instituidas. Orgullo Loco es un movimiento que excede el tema de la locura pero se afinca allí para hablar de otros temas como el racismo, el sexismo, la transfobia, el patriarcado, todo la lógica del capacitismo que es tan difícil de abordar. Nosotres no queremos terminar con la psiquiatría sino pensarla de una manera menos violenta, más integrada a la vida de las personas. El problema es que alrededor de la psiquiatría hay un gran negocio. Para que “despatologización” y “descolonización” no sean ornamentos retóricos hay que discutir privilegios.

La pandemia puso la salud mental en la agenda pública. ¿Crees que va a haber un cambio cuando esto pase?

Veremos si podemos aprovechar esta oportunidad para construir modos de vida más hospitalarios. Me parece que se abre un espacio para poder pensar estas cuestiones y crear políticas de neurodiversidad y neurodivergencia más amplias. Esta crisis sirve para pensar las condiciones, problemas y afectaciones que hasta este momento estaban en el closet de lo privado, pero tiene sus límites. Si queremos cambiar realmente primero hay que repensar el concepto de salud mental que sigue estando asentado en torno a personas blancas, de clase media, con capacidad de producir, de sociabilizar de determinada manera, etc. La pandemia nos mostró cuáles son los límites de esta manera de estar en el mundo.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios