La ESI de la prehistoria: entre penes y pepinos

🥒 A partir de la "polémica" por los penes de madera que compró el Ministerio de la Salud surgió la pregunta: ¿Cómo era la educación sexual antes de la ESI?

Sol se acuerda perfectamente del día en que Teresa, la docente de biología de noveno, cerró la puerta -siempre abierta- del aula de su escuela católica y cambió el orden del plan de estudios. “Tenía que empezar por aparato respiratorio, creo, y el primer tema que dio fue aparato reproductor”, rememora. Teresa escribió en el pizarrón los nombres de las marcas de las pastillas del día después, les explicó cuándo y cómo tomarlas. “Esto era a finales de los ‘90 y en esa escuela era más importante la educación religiosa que la sexual. Todo dependió de la docente que tuvo el buen tino de cerrar la puerta del aula y hablarnos de sexualidad”, afirma Sol.

La semana pasada, algunos dirigentes opositores criticaron una licitación realizada por el Ministerio de Salud para la compra de 10 mil penes de madera destinados a distribuirse en los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS), Regiones Sanitarias, Programas Provinciales, Municipales y otros establecimientos de todo el país y así educar sobre prácticas sexuales protegidas y transmisión de enfermedades.

Las críticas fueron burladas en las redes -en especial la del ex funcionario que sugirió comprar pepinos en lugar de penes de madera-, pero les usuaries adultes comenzaron a mencionar cuál fue la “educación sexual” que recibieron en su infancia-adolescencia: libros; charlas de empresas privadas en escuelas; películas porno en canales de cable; algún docente que aprovechó una de sus clases para enseñar a poner un preservativo (en un pene de madera, banana o botella); y, en muchos casos, nada.

Andrea iba a la primaria cuando volvió la democracia a la Argentina. Recuerda que estaban de moda las películas de Alberto Olmedo y Jorge Porcel. “Me acuerdo que decíamos ‘¡Esta!’, con un movimiento pélvico igual que Olmedo. Un compañero me tocó y yo fui desesperada a contarle a la maestra llorando al grito de ‘¡Estoy embarazada!’. Y bueno, ahí hubo una necesidad de explicar y la maestra explicó la concepción -cuenta-. Esa fue la única maestra que realmente se interesó por explicarnos y que entendiéramos cómo eran las cosas”.

Para Mauro también fue fundamental el rol de su maestro de ciencias naturales. “Era joven comparado con las maestras, tendría 40 años. No nos hablaba de sexo o forros, sí del embarazo, y hacía mucho hincapié en la higiene personal”, dice. En la secundaria tuvo otra docente que “también nos instruía bastante”. “Era muy piola, nos hablaba muy cercano sobre sexo y eso. Nos decía que nos cuidemos”, afirma, aunque lamenta que faltara información sobre “lo social”.

Video y toallitas de regalo

Victoria tiene 39 e hizo la primaria en un colegio de monjas en Olivos. “En séptimo grado nos pasaron ese video de Johnson & Johnson que era una pedorrada y después te regalaban toallitas. A mí ni siquiera me había venido en esa época”, afirma. En el secundario volvió a ver el video y esa vez -burlas de compañeres en el medio- las toallitas terminaron pegadas en el techo del aula. “En el secundario tuvimos en un momento educación para la salud, donde veíamos enfermedades y algo más, pero de educación sexual propiamente dicha no se veía nada”, lamenta. 

Sol y Andrea también se acuerdan del video. “No explicaban nada. Nos decían para qué se usaban las toallitas diarias y menstruales, pero era muy superficial, muy comercial. Y lo que más nos interesaba era que nos dieran las bolsitas con las toallitas gratis”, dice Andrea.

Educación religiosa y embarazo adolescente

Carla iba a una escuela religiosa y solo de mujeres y cuenta que cuando tenía 16 años “vino una especialista en salud reproductiva y tuvimos una clase con ella de hora, hora y media, donde nos explicó todo lo que tenía que ver con métodos anticonceptivos, cómo se produce un embarazo, enfermedades de transmisión sexual y después un espacio para preguntas».

En la primaria de Sol, además de una maestra que hablaba de la pastilla del día después, tenía catequesis como materia obligatoria. “Chocaban muchísimo porque la de catequesis estaba en contra de las relaciones extramatrimoniales, te enseñaba que primero había que casarse, luego tener relaciones sexuales y que el uso del preservativo no era una opción porque si había un embarazo era porque Dios lo quería, algo peligrosísimo visto desde el día de hoy”, reflexiona. Recién en 2010, el papa Benedicto XVI justificó el uso del preservativo “en ciertos casos”.

“Las clases eran caóticas porque no éramos un grupo sumiso y todo nos causaba gracia. Pero es sumamente peligroso no hablar con adolescentes tanto de embarazos no buscados como de enfermedades de transmisión sexual”, agrega Sol. Su adolescencia y la de sus amigas, cuenta, estuvieron marcadas por los embarazos adolescentes. “En la primaria recuerdo una chica de 14 años que no le había avisado a la familia y a la madre le dijeron en la guardia que su hija estaba pariendo. Parece sobrenatural, pero eso existió”, afirma. El viaje de egresades a Bariloche lo hicieron también con dos compañeras embarazadas.

“El miedo de poder quedar embarazadas era algo que nos tocaba a todas. Hoy hablamos del disfrute, del goce de la sexualidad y eso no es posible cuando sos chica y pensás todo el tiempo que por coger vas a quedar embarazada, condiciona muchísimo”, asegura Sol.

La ESI y les hijes

La ley de Educación Sexual Integral (ESI) se sancionó en 2006 y en 2009 se redactaron los Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral para que les docentes puedan implementar la propuesta educativa en sus escuelas. La ley entiende la sexualidad en la misma línea que la Organización Mundial de la Salud (OMS), que considera que el concepto excede las nociones de “genitalidad” y “relaciones sexuales”, y afirma que es “una de las dimensiones constitutivas de la persona, relevante para su despliegue y bienestar durante toda la vida, que abarca tanto aspectos biológicos, como psicológicos, socioculturales, afectivos y éticos”.

La ley abarca mucho más que los aspectos reproductivos de los seres humanos y no se puede reducir a una charla con madres y padres. La ESI acompaña (o debería acompañar) a les niñes durante todos los años de los ciclos lectivos y propone cinco ejes: reconocer la perspectiva de género, respetar la diversidad, valorar la afectividad, ejercer los derechos y cuidar el cuerpo. “Yo recién conocí la ESI cuando mi hijo S. estaba en cuarto grado (2017). No solo abordaban la reproducción y el cuerpo, sino el tratamiento del bullying, del respeto al otro. Algunas familias no querían que se trabaje -cuenta Andrea-. Antes lo mandaba a una escuela privada laica en la que su forma de abordar el tema era hablar del respeto por la convivencia”.

Su hija menor, sigue Andrea, sí recibió ESI desde el jardín de infantes. “Desde chiquitos les enseñaban el cuidado del cuerpo, el respeto del cuerpo. Lo trabajaban de una manera muy buena. Incluso hablaban de reproducción y lo trabajaban con semillas, qué sucede con los cambios”, apunta.

A 15 años de su sanción, la ESI sigue siendo resistida por sectores conservadores y, aunque abarque mucho más que lo sexual, la compra por parte del Estado de penes de madera para prevenir infecciones de transmisión sexual y/o embarazos no deseados, es necesaria. A pesar de que a algunes les importe un pepino.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.