Made in China

🔧 🇨🇳 Crecimiento exorbitante, sueldos bajos (o no tan bajos) y mano de obra calificada. ¿Cómo es el mercado de trabajo en el Gigante Asiático?

Desde hace varias décadas, China ocupa los primeros lugares en índices económicos de crecimiento, desarrollo y producción. Pero la inesperada aparición de la pandemia -que además tuvo sus inicios en dicho país- lo posicionó como un protagonista capaz de mostrar otros atributos. Al amplio poderío tecnológico y productivo, se le suma la rápida y efectiva generación de vacunas, que permitió mostrar al mundo la otra cara del régimen de Xi Jinping. Durante mucho tiempo, el crecimiento económico de China fue asociado a la idea de la súper-explotación laboral, que incluía bajos salarios y malas condiciones de vida. Sin embargo, el Estado chino fue el primero que consiguió controlar la pandemia y cuidar a su población ante la aparición del COVID-19. A esto hay que sumarle que en noviembre del año pasado China logró erradicar la indigencia, en una población que supera los 1.390 millones de habitantes. El éxito del régimen chino podría ser entonces no solo económico, sino también social. Para conocer un poco más sobre este tema, El Grito del Sur dialogó con Gustavo Ng, periodista y director de la revista Dang Dai, especializada en el gigante asiático. 

La fuerza laboral o población económicamente activa en China era de 807 millones en el año 2016, lo cual representó un aumento de 7 millones de personas respecto de 2015. De esta población económicamente activa, aproximadamente 776 millones habían sido empleados en 2017 y la relación entre empleo y población total (según estimación de la OIT) fue de 65,18% en 2019. Esta tasa de ocupación tan alta en una población inmensa fue durante mucho tiempo denostada desde la visión occidental, que construyó un ideal bastante menospreciado, en una población que al año 2020 sólo tiene 5% de desocupación.

“Está muy bien hablar de prejuicios, que han empezado de una manera muy fuerte cuando a partir de la década del 80´ China se largó a una superindustrialización, evaluando que tenía una cantidad de recursos y necesitaba inversión extranjera y la consiguió. Y parte del atractivo para esta inversión extranjera era una mano de obra muy bien calificada, bastante barata y sobre todo muy disciplinada, porque el gobierno socialista garantizaba eso. Esto provocó que, si bien sobreexplotación es difícil decir, porque para decir eso hay que medir cuál es la explotación, pero si una mano de obra muy intensiva, respecto a la internacional. Intensiva en cuanto a dos criterios: calificación y cantidad de horas por personas y el precio que se paga por esa mano de obra. Pero esto fue planificado, no fue dejado completamente librado a los movimientos del mercado laboral”, explica Gustavo Ng.

Para el especialista, es importante entender que las condiciones laborales fueron de alguna manera un pacto entre el gobierno chino y la sociedad de ese país. “El gobierno planteó que la posibilidad de trabajar sería un aspecto de crecimiento individual de cada trabajador, pero también que tenía un costado relacionado con el desarrollo del país. No fue nada más la conveniencia de las empresas capitalistas que pagaron la mano de obra, sino que también China, el gobierno del Partido Comunista, lo consideró algo conveniente para el desarrollo del pais. Las dos cosas se confirmaron: quiero decir, se confirmó el desarrollo personal de los trabajadores y, por otra parte, las empresas realmente ganaron un montón. Y la tercera pata, es que, en base a esto, el país se desarrolló”, afirma Ng. Exagerado o no, lo cierto es que, al morir Mao Zedong en 1976, China era un país agrario anclado en la pobreza y aislado internacionalmente, hasta el punto de que en 1978 su economía suponía el 1,8% del PIB mundial y su renta per cápita apenas superaba los 156 dólares USD (142 euros), pero a lo largo de las cuatro décadas siguientes, China acabó convirtiéndose en la segunda potencia económica del planeta: su economía supone ya el 20% del PIB mundial y su renta per cápita roza los 10.000 dólares (9.080 euros) anuales. 

“Ahora dentro de estas cosas positivas, por supuesto también hay cosas negativas, hasta inclusive llegó a haber una cosa dramática, que fue una ola de suicidios relacionados con las condiciones laborales, en cuanto a la cantidad de trabajo», advierte Ng. Las condiciones laborales extremas se caracterizan sobre todo por la extensión de la jornada laboral, la cual ha llegado a tener un ritmo conocido como 996: trabajar de 9am a 9pm, 6 días a la semana, aunque éste no es el único régimen laboral vigente. Según el Área de Estudios sobre China del CEFMA (Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti), existen tres tipos de sistemas de horarios laborales aplicables a los empleados a tiempo completo: sistema de horas de trabajo estándar; sistema de horas de trabajo calculado de forma exhaustiva; y sistema flexible de horas de trabajo. Los primeros dos son más conocidos por nuestra cultura y no deben exceder las 40 horas semanales o ser pagadas como horas extras. Mientras que la tercera es aplicable generalmente a ciertas industrias especiales que requieren turnos largos y el empleador debe obtener la autorización de las autoridades competentes antes de adoptar el sistema flexible de horas de trabajo.

“Cuando China tuvo un PBI durante más de 30 años que creció alrededor de un 10% anual, eso estuvo planificado. Y para esa planificación, era necesario establecer unos ritmos de producción y de ganancia de las empresas. Y esa producción solamente se conseguía con una cantidad de trabajo concorde con el 996 e inclusive más. Esta cosa hay que considerarla, pero, por otra parte, la gente no estaba ahí a punta de pistola. No era el Partido Comunista el que, si vos no ibas ahí, te hacía no se qué. Ahora una vez que entrabas a trabajar, obedecés. Porque la obediencia en China y en toda Asia, la obediencia social, incluso la obediencia laboral en este caso, no es una obediencia de que elegís si te gusta, o que pensas en los derechos individuales… no. Hay una autoridad, que te dice que tenes que obedecer y obedecés, punto. Y en muchos casos, si el gerente de la fábrica considera que una cantidad de trabajadores tiene que hacer más horas, los trabajadores lo tienen que hacer. Ahora ¿cuál era la amenaza? La amenaza era echarlo, no es que ibas preso”, aclara Gustavo NG.

“Para los chinos el progreso es muy importante, una especie de épica personal. Es decir, las personas que trabajaron en ese régimen realmente progresaron. A diferencia de lo que pasa en muchos países de Occidente, los pobres progresaron y les fue bien. Que les fuera bien también significaba en este caso poder salir del campo. Porque la mayor parte de la mano de obra, sobre todo del sur y en otros lugares del interior, la mayor parte venía del campo. Y el campo estaba muy mal, venía con unos índices de pobreza muy importantes, entonces la gente quería trabajar en las fábricas. Y de todos los casos en los que yo fui preguntando sobre estas condiciones laborales muy difíciles, la gente lo padeció mucho, pero lo volverían a hacer. Porque, realmente, les garantizaba ese progreso”, agrega el director de la revista Dang Dai. 

Para Gustavo Ng, la aceptación de esta jornada laboral tuvo dos aspectos fundamentales. “Una es la pujanza de los chinos, una cuestión de idiosincrasia que tienen por el progreso. Y la segunda es el miedo al hambre. Que nosotros, acá por lo menos en Argentina no lo conocemos, en Sudamérica un poco más, pero en Argentina no. No tenemos esa cosa masiva, no hemos tenido hambrunas que han matado a millones de personas. No tuvimos en cada familia, uno de los cuatro abuelos, que se murió de hambre. Entonces ese temor ha sido muy determinante en toda la historia de China”, sentencia Gustavo, quien además estudió Antropología en la UBA.

Recientemente en este país han celebrado la erradicación de la pobreza extrema, con lo cual los salarios han hacho un aporte a ese proceso de crecimiento general, aunque eso no quita que durante muchos años los salarios fueron bajos, “El esquema era mano de obra calificada, capital aportado por el extranjero, condiciones de trabajo malas (mal salario y cantidad de horas). Eso fue cuando desde China dijeron tenemos que ir para arriba, tenemos que crecer. Porque si no crecemos no tenemos para distribuir, si no tenemos para distribuir es un socialismo pobre. Lo que dijo Deng Xiao Ping en el año 80´: el socialismo significa igualdad, no implica pobreza. Entonces tenemos que tener un esquema ecuánime, pero nadie pobre. Para eso tenemos que crecer en la riqueza, para distribuir. Para poder armar eso, hay que hacer dos cosas: producir y armar la maquinaria de producción. Porque industrialización implica dos factores, uno es la producción, la otra es establecer la facultad de producción», cuenta Gustavo Ng. 

Según El Pueblo en Línea de Beijing, medio de prensa chino, el salario promedio de los empleados urbanos de China llegaba a los 11.000 dólares (al año) en 2017 y el salario promedio de los empleados en las empresas no privadas en toda China fue de 74.318 yuanes (11.669 dólares) al año. Un 10% más que el año anterior, según datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas (BNE) en mayo de 2018. “Ahí tenés una contradicción, porque si vos tenés que mantener la producción a base de salarios muy bajos, pero de repente la distribución de la riqueza implica salarios más altos, ¿cómo haces con esto? Éste es el problema que viene teniendo China y mucha de esa mano de obra muy barata se está exportando. Entonces hay países como Filipinas y Vietnam donde China instala capacidad de producción. Entonces los salarios están subiendo y eso es un problema, y lo soluciona, por un lado, achicando el sector primario, sobre todo en cuanto a la fuerza laboral”, asiente Ng. 

Entre 2007 y 2017, la proporción de la fuerza laboral empleada en el sector primario disminuyó significativamente del 40,8% en 2007 al 27% en 2017, mientras que el porcentaje de personas empleadas en los sectores secundario y terciario aumentó. A partir de 2017, aproximadamente el 28,1% de los trabajadores chinos se desempeñaron en industrias secundarias y el 44,9% en industrias terciarias. Por último, cabe destacar que el sindicalismo en China también existe. La ACFTU (Federación China de Sindicatos) es la central única de trabajadores chinos. Fue fundada 1º de mayo de 1925 y tiene aproximadamente 302 millones de miembros, constituyéndose en el mayor sindicato del mundo. La ACFTU crece principalmente en cantidad de sindicatos organizados en las empresas de capital extranjero y en las empresas privadas, aunque su lógica es diferente a la que estamos acostumbrados por estas tierras.

“La ACTFU es parte del partido. Es como cuando tuvimos acá la rama sindical adentro del peronismo. Teniendo un partido socialista, el representante de los trabajadores es el gobierno. No tiene la misma división que tienen los países capitalistas, en donde el gobierno es limitante y administra la relación entre trabajadores y empresas. No tiene eso, o sea es parte del Partido Comunista, entonces la organización sindical es meramente administrativa. Porque la representación de los intereses económicos y políticos de los trabajadores es el mismo partido y el partido gobierna. No hay un gobierno que pueda sentarse a hablar con los trabajadores para ponerse de acuerdo con algo. Eso allá no existe, porque el gobierno lleva los intereses de los trabajadores. Entonces hay asociaciones sindicales, que existen y cumplen en el nivel administrativo, por ejemplo en representar a los trabajadores ante las empresas extranjeras. Y lo cubren, pero con las directivas del gobierno, que son las directivas del Partido Comunista”, concluye Gustavo Ng.

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Nahuel March Rios

Delegado Gral. de la CGI Banco Credicoop. Siempre cerca de ser Sociólogo. Cuervo de alma por herencia y decisión (siempre Club Social, nunca S.A.). Militante por la patria liberada. Autopercibido periodista, win derecho y asador de achuras.