Todo se equilibra al final

⚽ Darle tanta dimensión a una Copa América sólo se entiende por Messi. El domingo se rompió una maldición que empezó en 2007 y el mundo parece un lugar más justo. Como dice el Loco Bielsa, "todo se equilibra al final".

El 24 de junio del 2007, Lionel Messi cumplió 20 años. Jugadores de su edad se preparaban para el Mundial sub 20 de Canadá de ese mismo año, pero él estaba a cuatro días de disputar su segundo torneo oficial con la mayor: la Copa América de Venezuela.

Cada vez que salía del complejo deportivo de Unión Maracaibo, donde Argentina entrenaba, se juntaban 200 personas a gritarle “Maradona, Maradona, Maradona”. Por aquellos años eso todavía era un elogio y no un peso insoportable e imposible. Por las calles de Maracaibo los niños se paseaban con la camiseta argentina con el número 19 que Messi usó en el Mundial de Alemania; en la Copa América usó el 18, como cuando ganó el Mundial sub 20 en Holanda 2005, aprovechando que Basile no convocó a Maxi Rodríguez.

La Copa América 2007 empezó a mostrar a Messi como un ídolo global del fútbol. Los organizadores del torneo pusieron una gigantografía suya en el Paseo Urdaneta, pegada al estadio José «Pachencho» Romero, sede de los primeros dos partidos de Argentina en el grupo. “Chávez revolucionó Venezuela y Messi el fútbol”, le dijo una persona al cronista de Minuto Uno. En diciembre de 2006, Hugo Chávez había ganado las elecciones con el 62% de los votos y cinco años después volvía a ser presidente de Venezuela.

A cuatro días del cumpleaños de Messi, el 28 de junio de 2007 Argentina salió a la cancha para debutar en la Copa contra Estados Unidos. Con el partido 1-1, a los 12 minutos del segundo tiempo Basile juntó a los tres que faltaron los minutos finales un año antes contra Alemania: Riquelme, Messi y Aimar. Argentina terminaría ganando 4-1 y el rosarino tendría como regalo de cumpleaños unos pases de su ídolo de chico: el cordobés Pablo Aimar, surgido de Estudiantes de Río Cuarto.

En 2020 Lautaro Formica, que fue compañero de Messi en las inferiores de Newells y en la Selección sub 20, ascendió con ese equipo -Estudiantes de Río Cuarto- a la B Nacional y en una entrevista con el periodista Brian Pécora contó: «Messi estaba al tanto del ascenso de Estudiantes. Cuando termina el torneo acá y logramos el ascenso, con mi señora nos vamos a España a visitar mi cuñado (De Blasis), que juega en el Eibar. Justo la última fecha era con Barcelona. Le mandé un mensaje a Leo para vernos después del partido. Me dijo que sí. Pasamos con mi novia a la zona del vestuario. Hablamos como 40 minutos y una de las cosas fue sobre el ascenso que conseguimos. ‘Es el equipo de Pablo Aimar’, me dijo».

El periodista y escritor Ariel Scher, en la presentación del cuento de Aimar del libro Pelota de Papel, escribió: “Con el corazón abierto, con los empeines esmerados, con la cabeza sincera, con la fe en lo que se puede o no se puede tener fe, todos lo hicimos: todos quisimos jugar al fútbol, alguna vez, algún ratito, como Pablo Aimar. Todos quisimos y no pudimos. Bah, pudo Messi, quien contó del modo en el que se cuentan los sueños que de pibe quiso jugar como Pablo Aimar y por esa razón, entre otras, de grande se volvió Messi”.

Hasta el gol de Di María el sábado, Pablo Aimar había sido el último futbolista de la Selección en meter un gol en una final. Fue en un 1-4 contra Brasil en la Copa Confederaciones 2005. Mismo rival con el que perdieron Messi y Aimar la final de la Copa América de 2007. El sábado salieron campeones juntos contra Brasil en el mismísimo Maracaná. Uno como jugador y el otro como parte del cuerpo técnico de Lionel Scaloni. Donde también está Roberto Fabián Ayala, que cuando se retiró en ese partido del 2007 era el futbolista con más partidos en la selección con 114. Luego sería superado por Zanetti, Mascherano y por el mismo Messi que vio al capitán del equipo Ayala meter un gol en contra en ese 0-3.

Después de la de 2007, Messi jugó y perdió 3 finales más. Vio el gol de Gotze en 2014 y sobrevivió para contarlo. Vio un penal de Higuaín irse por arriba del travesaño en 2015 y uno suyo en 2016. Renunció de palabra, pero nunca fue al correo para mandar el telegrama porque ama demasiado a esta camiseta. Volvió a intentarlo una y otra vez. No lo hizo solo, sino acompañado por “La Vieja Guardia”. La banda de los Viejitos Piola Rocanrol que se bancaron todos los palos para vivir este momento y sigue girando.

Nico Otamendi estuvo el sábado a la noche cabeceando ante cada riff de guitarra despejando todo lo redondo que volara por los aires. Sergio Agüero -hoy en su rol de 9 suplente tirando siempre para adelante- y Angelito Di María, que aprovechó que Rodrigo De Paul se disfrazó de Juan Sebastián Verón con un pase largo cruzado adonde estaba con Renan Lodi. El defensor brasileño falló y Di María definió de manera tan perfecta que la mano del arquero Ederson no pasó ni cerca de la pelota que bajó rápido al arco como si fuera un avión volviendo a casa después de un viaje largo que duró 28 años.

El gol fue en el minuto 21 del primer tiempo: mismos números pero invertidos a los 12 del segundo tiempo en 2008, el mismo jugador había metido el mismo gol en la final olímpica de Beijing que Argentina también ganó 1 a 0. El pase aquella vez fue del número 15 Lionel Messi, la 10 la usaba Juan Román Riquelme.

Los Juegos Olímpicos como trampolín para consolidar una camada. Igual que en Atlanta 96 y Atenas 2004. En pocos días, la selección sub 23 que dirige el Bocha Batista competirá en los Juegos de Tokio. Hay que darle bola al trabajo sincronizado en selecciones para nutrir a la mayor cantidad de jugadores rendidores en la Selección. Así llegó Nico González por ejemplo. La reciente incorporación de la Fiorentina de Italia entró los últimos minutos de la final para correr a todo defensor brasileño que tenga la pelota. Messi ya no daba más. Con 34 años y con dificultades físicas por un problema en el isquiotibial, siguió en cancha solo para seguir demostrando que se volvía loco por ganar algo con la Selección. Tanto como para tirarle una patada descalificadora a su amigo Neymar en una corrida del crack brasileño cuando se terminaba el encuentro.

El final del partido llegó segundos antes de que se cumplieran los minutos agregados. Messi se dejó caer al piso. Rodrigo De Paul, la figura de la noche, fue corriendo a abrazarlo. Lo mismo hicieron Acuña, Tagliafico y todos los jugadores que se hicieron una montaña arriba suyo. Como si fueran los encargados de haber hecho del mundo un lugar un poco más justo. Lo levantaron y tiraron para arriba como en un casamiento. Parecía que había salido más campeón Messi que Argentina. Nada era normal. Darle tanta dimensión a una Copa América solo se entiende por Messi, el Loco de Ezeiza que siguió viniendo en busca de poder vivir este momento. Cuando se cruzó con Scaloni lo abrazó y lo levantó.

Hoy son técnico y jugador. También fueron compañeros. Scaloni jugó pocos partidos en la Selección. Uno fue el debut de Messi contra Hungría, donde lo expulsaron al minuto de ingresar. Fue de los primeros en ir protestarle al árbitro, mientras un Messi de 18 años hundía su cabeza adentro de la camiseta. También lo consoló en el vestuario.

Un año después, Scaloni jugaría su único partido en un Mundial en Alemania 2006 contra México por los octavos de final. Fue un 24 de junio, el cumpleaños 19 de Messi. La noche terminó con asado y música en la concentración con el show en vivo del solista argentino Jorge Rojas, ex integrante de “Los Nocheros”, que en un momento abrió el micrófono y Lionel Scaloni se animó a cantar mientras Messi saltaba y bailaba soñando con el campeonato. 15 años después -uno afuera de la línea y el otro del lado de adentro corriendo en el pasto- lo lograron. No salen campeón sólo los que se llevan la medalla a su casa. Cuando gana uno también triunfa su historia personal y colectiva. Tres camadas juntas se coronaron el sábado a la noche en el Maracaná. Como dice el loco Marcelo Bielsa, «acepten la injusticia, traguen el veneno, que todo se equilibra al final».

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