El Reino del revés: los evangélicos y su relación con el peronismo

🙏 Durante las presidencias kirchneristas y el actual gobierno de Alberto Fernández, sectores evangélicos han tejido fuertes lazos con el Estado desde una perspectiva de lucha contra la pobreza y búsqueda de la justicia social.

La flamante serie argentina de Netflix, «El Reino», muestra la peor cara de los grupos evangélicos: mafiosos, millonarios, ligados políticamente al establishment y ultra-conservadores en lo social. Salvo esta última faceta (predominante pero no absoluta), «El Reino» deja afuera todo tipo de caracterización referida a la labor social de les pastores en los barrios populares e inclusive sus vínculos ideológicos con el peronismo. Durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015), así como en el actual gobierno de Alberto Fernández, sectores evangélicos han tejido fuertes lazos con las diferentes esferas del Estado desde una perspectiva de lucha contra la pobreza y búsqueda de la justicia social.

De acuerdo con la Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas elaborada por el Conicet (2019), el fenómeno evangélico es cada vez mayor en Argentina: pasaron de ser el 9% en 2008 al 15,3% en 2019 (13% pentecostales y 2,3% otros credos evangélicos). Al mismo tiempo, se produjo un retroceso del catolicismo: este credo pasó de ser el 76,5% al 62,9% en el mismo período. Dicho trabajo señala que los evangélicos predominan en los niveles educativos más bajos y que también crece la individuación: el 59% de les encuestades se relaciona con Dios por su propia cuenta o bajo prácticas personales y no mediadas. 

La historia de los grupos evangélicos y su ligazón con las causas populares viene de larga data en nuestro país. En 1975, pastores evangélicos formaron parte de la fundación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y muchos de ellos participaron activamente en la lucha por Memoria, Verdad y Justicia luego de la sangrienta dictadura cívico-militar. Más cerca en el tiempo, pastores conformaron la Pastoral Social Evangélica con el objetivo de dar una batalla ideológica contra el conservadurismo en un campo complejo. Sin embargo, las opciones evangélicas con una mirada popular siguen siendo una marcada minoría en relación con las iglesias de signo político derechista.

La asociación entre iglesias evangélicas y gobiernos de derecha se ha dado hasta ahora con mayor fuerza en Brasil, donde les fundamentalistas y neopentecostales llegaron a contar con una bancada de 71 diputades (de un total de 513) y media docena de senadores. Están presentes en 16 de los 25 partidos políticos y poseen tres propios. Sin embargo, la realidad brasileña no se puede extrapolar a lo que ocurre en nuestro país: aquí no surgió un partido evangélico exitoso (fracasaron en esa tentativa varias veces) y en la contradicción peronismo-antiperonismo, diversos grupos eligieron articular con el peronismo gobernante. 

«Con los gobiernos nacionales y populares hemos tenido siempre un fructífero diálogo, así como un acompañamiento a las diferentes medidas. Aquellas iglesias que tienen una posición muy ortodoxa, donde la equidad de género es algo que aún no está presente, tienden a identificarse más con gobiernos de derecha. En las leyes de interrupción voluntaria del embarazo, por ejemplo, había protestantes con posturas de un lado y del otro. Esto se enmarca en que las iglesias protestantes que llegaron a América Latina fueron muy claras en el principio de división entre Iglesia y Estado», señala en diálogo con El Grito del Sur Luis María Alman Bordes, pastor menonita y miembro de la Pastoral Social Evangélica.

El investigador argentino Marcos Carbonelli, uno de los mayores estudiosos de la participación evangélica en la política argentina, identifica «una afinidad territorial, una afinidad simbólica y, finalmente, una afinidad organizacional» entre los movimientos evangélicos y el peronismo. Esta modalidad territorial se habría desarrollado con mayor fuerza en el conurbano bonaerense, donde el peronismo se acercó a les pastores evangélicos valorando su fuerte inserción en el territorio como un capital político de importancia y aquelles abrazaron el apoyo gubernamental. Por otro lado, en términos simbólicos, la centralidad de lo popular, la justicia social y la defensa de les trabajadores conformarían otro espacio de coincidencia donde confluyen el peronismo y el evangelismo.  

«La corriente de la cual yo soy parte, junto a otras comunidades de diferentes tradiciones, entendemos que el evangelio del carpintero de Nazaret está más identificado con esos gobiernos nacionales y populares que tienen políticas inclusivas para todos y todas. No es un capricho, es una mirada teológica», asegura Alman Bordes. Ya en el año 2011, la entonces ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, postuló como candidato a intendente de Hurlingham a Walter Ruiz Díaz -referente del Movimiento Justicialista Cristiano (MJC)- y, en una experiencia mucho más reciente, hasta su fallecimiento en abril de este año, el municipio peronista de La Matanza tuvo como subsecretario de Culto al pastor Gabriel Ciulla, quien conducía la iglesia Camino de Vida en Laferrere.

Recientemente entrevistado por este mismo medio, el investigador Pablo Semán -Doctor en Antropología- dejaba una reflexión interesante: “Si el progresismo no lo resuelve de una manera más ventajosa para sí mismo y sin cambiarle la creencia a los evangélicos, sino a través de algún diálogo entre sus agendas, se va a quedar sin representar a buena parte de los sectores populares”.

En cuanto al plano nacional, las iglesias evangélicas han tenido gestos de acercamiento con el Gobierno desde la llegada de Alberto Fernández a la presidencia. En diciembre de 2019, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (ACIERA) se incorporó al programa gubernamental «Argentina contra el Hambre» y en abril de 2020 la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas manifestó su respaldo a la iniciativa de quita de la deuda externa y acercó posiciones con el Ejecutivo respecto a la despenalización del aborto. Cabe destacar también que, con la llegada de la pandemia, diferentes sectores evangélicos funcionaron como intermediarios para brindar asistencia social a los sectores más afectados por la crisis económica.

Los sectores evangelistas han crecido en representación a lo largo y ancho de Latinoamérica: al aumento demográfico se le suma su notoria influencia en las clases populares. Si bien no existe un “voto confesional”, resulta imprescindible que los proyectos progresistas puedan estudiar la relación entre religiosidad, sectores populares y Estado, como forma de encontrar puntos de encuentro entre ambas agendas que no supongan una subordinación de éstos a idearios conservadores pero si puedan empatar políticas en los lugares con más presencia de estas iglesias.

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