Kabul, como un castillo de naipes

💣Nadie que haya seguido el derrotero de esta guerra desde el comienzo de la invasión norteamericana podría haber presagiado este nuevo y monumental fracaso, solo comparable -salvando las diferencias- con la caída de Saigón.

Nunca mejor usado el lugar común de este título para describir la caída del régimen pro norteamericano de Ashraf Ghani. Incluso quienes presagiaron la victoria del Talibán han sido sorprendidos por la rápida resolución de la campaña lanzada el pasado 1 de mayo y que, en su sprint final, provocó la caída de más de veinte capitales provinciales y puso a Kabul al alcance de sus Kalashnikov.

Solo 107 días ha durado la última etapa, que termina una guerra de veinte años. Mientras se escribían estas líneas, en Kabul se negociaba cómo iba a producirse el traspaso del poder por parte del gobierno “títere”, según los rigoristas afganos, al mando Talibán. De aquí en más solo resta esperar cómo los hombres del mullah Haibatullah Akhundzada darán dirección a su gobierno. Nadie que haya seguido el derrotero de esta guerra desde el comienzo de la invasión norteamericana podría haber presagiado este nuevo y monumental fracaso, que carga a los muyahidines, de la dimensión épica -más allá de las notables diferencias- que solo ha alcanzado, post Segunda Guerra Mundial, el Việt Cộng.

La sucesiva y sorprendentemente rápida caída de capitales como Herat, Paktia, Laghman, Maymana, Asadabad, Khandahar, Mazar-i-Sharif, ponían un lanzo en el cuello del gobierno afgano, aunque lo que provocó la caída política de la capital fue la toma de Maidan Shahr, capital de la provincia de Wardak, a solo diez kilómetros de Kabul. Allí, según reportes periodísticos, se observan a miembros de las fuerzas de seguridad, ya vestidos de civil, alejarse de sus puestos, mientras las calles se mantienen casi desiertas. Se ha confirmado que el presidente…, mejor dicho, el ex presidente Ashraf Ghani ha abandonado el país rumbo a Uzbekistán, lo que fue informado en un video por el jefe del Consejo Supremo de Reconciliación Nacional, Abdullah – Abdullah.

Hasta las primeras horas de ayer se informaba que frente a los centros de visados y las embajadas que continuaban funcionado, se agolpaban miles de afganos intentado conseguir los permisos que les permitieran escapar del país. Mientras 500 mil personas están intentando escapar en miles de vehículos que se atoran en las salidas de Kabul, buscando huir, por temor a las venganzas del Talibán. Cuando los talibanes fueron desalojados de Kabul en noviembre de 2001, a días de la invasión norteamericana, la sufrida capital contaba con apenas 500 mil habitantes, el impulso dado por Washington y la inestabilidad provocada que la insurgencia en el interior profundo del país, provocó constantes desplazamientos, que hicieron que hoy Kabul cuente con casi 5 millones de habitantes. Lo que sin duda ha sido la razón para que los fundamentalistas aceptaran la entrega pautada del poder, al tiempo que se han comprometido respetar la vida tanto de los funcionarios gubernamentales, como de los miembros de las fuerzas de seguridad y el ejército, que han quedado atrapados en la ciudad.

Tras la huida de Ghani y la desaparición de las fuerzas de seguridad, la situación hacía el interior de Kabul se convirtió en tan extremadamente crítica que los insurgentes, quienes esperaban en los lindes de la ciudad el cambio de mando, han debido precipitar su ingreso para evitar saqueos, más violencia y mantener un cierto orden, versión que ha sido confirmada por el rápido derribo de los carteles publicitarios donde aparecen mujeres, lo que quizás esté anunciando también las políticas a seguir, de acá en más, por las nuevas autoridades.

Un nuevo, viejo Estado

Mientras el mundo contempla azorado a los “guerreros santos” entrando a Kabul sin prácticamente haber utilizado la fuerza, lo que hasta ayer estaba anunciado, que de suceder, sucedería en los próximos seis meses, se produjo en las primeras horas de este domingo. Mientras Naciones Unidas anuncia para el lunes 16 una reunión del Consejo de Seguridad para “enterarse” que 37 millones de afganos se encuentran al borde de una guerra civil, una monumental hambruna o alguna otra delicia más que los Estados Unidos, han dejado de recuerdo tras sus veinte años de ocupación.

Mientras el mundo se adapta velozmente al resurgimiento de un nuevo Estado, que pronto será proclamado como el Emirato Islámico de Afganistán, exactamente el mismo nombre del régimen rigorista que los Estados Unidos pensaron habían enterrado para siempre tras su invasión de 2001, los muyahidines se apoltronan en el palacio presidencial de Kabul, al tiempo que los países que todavía mantenían a su personal diplomático en la capital, han comenzado su evacuación, entre ellos los Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Alemania y Francia. Al tiempo que Turquía dice que su representación continuará abierta. Sin duda el presidente turco Recep Erdogan, quien aspira a convertirse en el gran representante del mundo musulmán, frente a Occidente, debe avizorar un futuro de buenas relaciones los talibanes, y no solo establecer buenos lazos diplomáticos, sino abastecer al este nuevo viejo Estado, de los muchísimos insumos, que necesita, para intentar levantar la economía afgana y en lo que pueda generar las bases para la exploración y explotación, de los ricos recursos de gas y petróleo, con los que se cree cuenta esa nación.

Al tiempo, Ankara dice que deberá afrontar una ola migratoria de cerca de seis millones de afganos que llegaran al país, con intenciones de alcanzar finalmente Europa, emergencia para la que la Unión Europea (EU) ya está articulando para que esos refugiados sean contenidos en los países periféricos de la UE, como Croacia o Grecia, y no alcancen a los centrales, entiéndase y principalmente Francia y Alemania. Mientras tanto la embajada de Estados Unidos, que ya suspendió todas las operaciones, ordenó a sus nacionales que buscaran refugio y no se acercaran ni a la embajada, ni al aeropuerto internacional de Kabul “Hamid Karzai”, hasta nuevo aviso, ya que mientras preparaban las maniobras de evacuación de sus diplomáticos y ciudadanos, se comenzaron a escuchar disparos en el aeropuerto. El presidente Joe Biden, quién había prometido que “no se verá gente subida a los techos de la embajada”, en referencia a lo sucedido en Saigón, el día de la derrota, al parecer esa promesa la está cumpliendo ya que las primeras imágenes de la evacuación muestran el mismo miedo y desorden, pero en el interior de los hangares.

Herat (Afghanistan), 15/08/2021.- Taliban use a captured Afghan security forces vehicle as they stand guard at a checkpoint as they took control of Herat, Afghanistan, 15 August 2021. Afghan President Ashraf Ghani reportedly left the country after Taliban entered Kabul despite having initially claimed they would not come in until a transfer of power was agreed upon, while President of Afghanistan Ashraf Ghani left the country. (Afganistán) EFE/EPA/STRINGER

Algunos informes hablan de que los integristas habrían comenzado a incendiar dependencias del aeropuerto, no solo para obstruir el despegue de aviones, sino también el arribo de los cinco mil hombres del ejército, que Washington había decidido enviar el pasado sábado 14, justamente para que se hicieran cargo de las operaciones de evacuación. Los muyahidines que muestran las armas y los vehículos arrebatados al extinto Ejército Nacional Afgano (ENA) como verdaderos ghanimat (suvenir) desoyendo a sus mandos anuncian que “a aquellos que no renuncien a la cultura occidental, tendremos que matarlos”. Al tiempo que las mujeres nuevamente deberán salir de sus casas solo acompañadas por un hombre de su familia y los taxistas han recibido instrucciones para no llevar a mujeres solas.

En las últimas imágenes del día, llegadas desde Kabul, se muestran a los talibanes recorriendo el palacio presidencial de una manera mucho más prolija y ordenada, que lo hicieron los partidarios de Trump, cuando tomaron el Capitolio en enero pasado. Si bien la guerra contra los invasores norteamericanos y sus aliados ha terminado, de manera concluyente, nada asegura que desde aquí se pueda avizorar un futuro mejor al pueblo afgano, que tendrá que hacerse cargo del derrumbe del castillo de naipes.

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